![Flaubert y sus 'Tres cuentos': desgracias de la vida en busca de la felicidad](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202111/26/media/cortadas/GF04UFE1-kgnC-U16067927380OD-1248x770@El%20Norte.jpg)
![Flaubert y sus 'Tres cuentos': desgracias de la vida en busca de la felicidad](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202111/26/media/cortadas/GF04UFE1-kgnC-U16067927380OD-1248x770@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
En un descanso en la escritura de lo que iba a ser su gran obra, 'Bouvard y Pécuchet', ya al final de una vida no muy larga, Flaubert lleva a cabo sus 'Tres cuentos' (1877). El más conocido es 'Un corazón sencillo'. Narra la vida ... de una criada, Felicité, a la que le ocurren un número importante de desgracias, todas ellas muy verosímiles. El relato, en tercera persona, es lo más preciso y objetivo posible, sin comentarios a los avatares que suceden, siguiendo el modelo del autor, su famoso estilo libre indirecto, con una prosa tan cuidada y precisa como la de un poema, sin florituras. Todo es previsible, y trágico, el novio que se casa con una vieja rica, la muerte del sobrino marinero en Cuba, la muerte de la niña de la casa… hasta que aparece un papagayo, un bicho colorido, ruidoso y molesto que le regalan a su ama y que ella le endosa a la criada. La vida de la señora no es mucho mejor que la suya, dejando a un lado las condiciones económicas; viuda joven, burguesa venida a menos, con dos hijos que mueren antes que ella… Parece que el descreimiento del autor acerca del buen vivir trasciende las clases sociales.
La diferencia entre los dos personajes es la ilusión a la que se entrega Felicité en distintas ocasiones, con las excusas que le salen al paso. La fantasía está dentro de ella, le ayuda a vivir. Se entrega a ese novio zafio y al quedar abandonada toma el empleo mal pagado que le durará toda la vida. Cuida a la niña como si fuera suya y la llora como tal tras su muerte. Le coge cariño al sobrino marinero y, con gran esfuerzo, va a despedirlo antes de su última travesía. El loro da una vuelta de tuerca al relato. La excusa para entregar su cariño ya no es familiar, ni siquiera humana. El ave que su ama rechaza cambia la vida de la sirvienta. Felicité lo adora. «Lulú, en su aislamiento era casi un hijo, un enamorado.»
El pájaro fallece también, y la criada lo hace disecar. «En la iglesia siempre contemplaba al Espíritu Santo, y observó que tenía algo de papagayo. (…) Con sus alas de púrpura y su cuerpo de esmeralda, era verdaderamente el retrato de Lulú». Lo que podría ser una blasfemia se trata con mucho tacto. La mujer no tiene la menor intención de ofender a la religión, todo lo contario. Del autor no se puede estar tan seguro. Lo cierto es que, tras su muerte, la sigue consolando. El pajarraco se convierte en símbolo del novelista en 'El loro de Flaubert', de Julian Barnes (1984). Este libro inclasificable, ensayo, novela y biografía a un tiempo, resalta la atención al ave como un punto extremo de su escritura.
Hay todo un zoológico en el cuento siguiente del libro, 'La leyenda de S. Julián el hospitalario'. El héroe se dedica durante buena parte de su vida a cazar todo lo que se mueva, con saña sin par. Frente al modelo realista, Flaubert aquí explora otra veta, quizá menos exitosa, pero que le interesó siempre, el mito histórico y religioso (la tentación de san Antonio) construye una mezcla de cuento de hadas y tragedia griega llena de animales degollados, apuñalados, muertos por flechas, pequeños y grandes, pájaros y mamíferos… una enorme y despiadada carnicería que su héroe tiene que atravesar antes de cometer su mayor crimen, el que le lleva a retirarse del mundo y llevar, por fin, una vida de santo y una muerte en paz. La última prueba que debe sufrir antes de alcanzar la santidad es ayudar a un viejo leproso vestido con harapos que le pide hasta el calor de su cuerpo. Podría ser el equivalente del loro de 'Un corazón sencillo'. De alguna manera, hay un paralelismo con Felicité, tras una vida de catástrofes (ella sufre y él causa el mal), encuentran un cierto equilibrio de una manera inaudita, antes de morir.
El tercer cuento de su último libro terminado es 'Herodías', y su referente directo la novela 'Salambó'. Flaubert hizo un gran viaje en su juventud a Oriente y los ambientes exóticos le interesaron siempre. Como de costumbre, la escritura del relato es precisa y pormenorizada, situado en la Judea del siglo I, muestra la confusión política y religiosa del momento y del lugar y termina, con una crueldad que no es nueva en su obra, mostrando la cabeza cortada del Bautista a los invitados a una fiesta tras haber disfrutado de una danza erótica a cargo de Salomé, que solo aparece para bailar y pedir su oscuro deseo. Quizá haya demasiado hieratismo en su afán de perfección mientras describe un ambiente lleno de tensiones en la lucha por el poder, en su afán de acabar de cualquier modo con quien cuestiona el orden establecido. Las dos mujeres que aparecen son malas y banales, de un modo estereotipado. La muerte es para el rebelde.
De los tres cuentos, el que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo es el primero, el dedicado a la pobre mujer que no tiene capacidad de convertirse en personaje histórico ni de leyenda, a quien no le ocurre nada reseñable, porque ¿no es ridícula su relación con el loro? Quizá el aspecto más destacable del relato, después de siglo y medio de su composición es, aparte de su rigor quirúrgico, su fina ironía y su pesimismo ante los devenires de la vida, la muy comedida compasión que desprende. Cuando Felicité muere, con una sonrisa a pesar de todas las penalidades que ha soportado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.