Mónica Aguado, en el Taller del Grupo Aguafuerte. Carlos Espeso
Discretos indispensables

La fascinación vallisoletana por el tórculo

El Grupo Aguafuerte nació en clase de Alberto Valverde. Comparten taller, crearon la Bienal de Grabado y ahora llevan la sala de la Fundación Segundo y Santiago Montes

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 11 de marzo 2023, 00:22

E s una de las técnicas artísticas que procura la colaboración. Los requisitos materiales pasan por el tórculo, la prensa calcográfica, y por un laboratorio para trabajar con los ácidos. Por eso los grabadores suelen conjugar la primera persona del plural. Mónica Aguado, del Grupo Aguafuerte, rara vez utiliza el singular. Formada en Bellas Artes, su estudio cambió desde que acudió a un curso de Alberto Valverde en 1997. En aquellas clases nació el Grupo Aguafuerte que comenzó el milenio compartiendo taller.

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«Me enganché, me atrapó y hasta hoy. El grabado tiene algo de mágico, trabajas la plancha, la metes en los ácidos piensas que va a salir una cosa y la placa te da otra», explica Aguado. El taller de grabado está más cerca «de la cocina», como dice Aguado, o de revelado que del resto de artes plásticas. «Hay que mojar el papel, que tiene que ser de algodón apropiado para grabado, para que se abran las fibras y luego dejarlo secar. A partir de ahí se puede estampar, se impregna de las tintas». Estas se diluyen con aceite para licuarlas.

«Se parte de la plancha base, –de cobre, zinc, y otros materiales–, la barnizo y hago un dibujo. Después la metes en ácido que ataca, muerde la zona no barnizada. Según la profundidad que quieras conseguir del dibujo, la debes dejar un tiempo sumergida, más cuanto más profundo. Es un poco pesado tener que estar midiendo tiempos», explica Mónica. Así con cada capa de dibujos y color que quiera aplicarse. Las piletas para los ácidos están en otra habitación, «hay que tener cuidado porque son corrosivos».

Una estantería y una mesa tienen memoria de las 'mordidas' no deseadas. «Las técnicas son muchísimas. Ahora hay grabado digital, lo que se llama obra seriada, porque cuando no hay tórculo por medio no se llama grabado». Con acetato, goma, metacrilato, se han multiplicado las posibilidades del grabado tradicional, a punta seca. «A mí me gusta la textura, las mordidas, la rugosidad, del aguafuerte». La firma de los grabados viene acompañada de una 'fracción' que indica el número de la obra y la tirada de esa serie.

De los siete miembros que comenzaron en el 2000, cuatro mantienen el Taller Aguafuerte. Carpetas, exposiciones colectivas, relaciones con galerías –especial recuerdo para Lorenzo Colomo y cariño para Rafael «que siempre nos abrió sus puertas»–, levantaron también un certamen al que le salen novios, la Bienal de Grabado Aguafuerte. «Comenzó en 2007 siendo nacional y la segunda ya internacional. Recibíamos casi 200 obras de todo el mundo. Convencimos a los amigos para que esponsorizaran los premios y nos apoyaba Caja España. Luego cuando se retiró pedimos ayuda a la Diputación y como ya nos superaba la organización, lo asumieron ellos. La última convocatoria bajó la participación, quizá porque no se publicitó debidamente».

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Preparan una exposición con sus fondos para la sala de Ribera de Camargo en Cantabria, que inaugurarán el 20 de abril. Y son ya las programadoras de la sala de exposiciones de la Fundación Segundo y Santiago Montes. Acaban de estrenarse con una exposición de Marco Temprano.

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