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Un fotograma de 'El crimen de Cuenca'.
Una estética de pliegos de cordel

Una estética de pliegos de cordel

En 'El crimen de Cuenca', Pilar Miró es capaz de gobernar con tino esa vieja fórmula del maniqueísmo popular y escatológico, apoyada para ello en una impecable dirección de actores

Jorge Praga

Valladolid

Jueves, 3 de octubre 2019

Pilar Miró fue siempre una rareza, un ser distinto que quebraba normas y prudencias en los primeros años del posfranquismo. En la esfera pública llegó a ostentar cargos importantes en cine y televisión. Y en lo privado su frágil independencia sentimental fue continuamente ... atendida por la prensa del corazón. Cargaba con esa rareza, y era consciente de ella, como declaraba en una larga entrevista en 'Dirigido por' a principios de 1980: «La popularidad es una frivolidad en la que te ves metida aunque trates de que no sea así, lo que pasa que en mi caso no me he podido librar nunca del sambenito de ser la primera y de que siempre surja como ejemplo de lo que sea, siempre soy el ejemplo de algo, pero a mí eso me entristece bastante». La singularidad de su carácter sin embargo no tuvo un correlato artístico a parecida altura. De su filmografía poco queda que merezca la pena revisar. Las palabras que dedicó en esa entrevista a sus trabajos en televisión tal vez valgan como marco general para su obra: «Yo nunca he hecho nada ni lo suficientemente malo para que se diga que es malo, pero tampoco lo suficientemente bueno para crear un mito». Salvo que pongamos en un mismo plato arte y populismo, creación y oportunidad. Desde esa estrategia híbrida desembarcamos en el éxito de 'El crimen de Cuenca'.

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