También en las ciudades de sombra de Luis Mateo Díez hay cines. También en su Celama hay quien se evade de la evasión a través de los «fogonazos del celuloide». El leonés reúne una docena de cuentos en 'El limbo de los cines' (Nórdica) en torno a las intimidades y sucesos que se despliegan dentro.
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Díez abre la puerta de salas donde se queman los plomos, en las que aún hay taquillera y acomodador y en cuya cartelera se suceden títulos de «terror psicológico», «de cuatrimotores y defensa aérea» o de explosiones de submarinos y volcanes. El cine es una cápsula, un refugio, para los personajes, al igual que para los espectadores reales, solo que Luis Mateo Díez dobla la apuesta de ficción. No le vale con sentarles en el patio de butacas del Pagoda de Ontanares, el Bristol de Borela o el Claridades de Balboa. Sus cinéfilos atraviesan la pantalla y se codean con los actores en un limbo intermedio surrealista, tan del gusto del académico narrador. Porque cabe dormirse en el patio de butacas y meterse en la película, o tener por amiga a la diva de la pantalla o perder a un amigo asesinado durante una proyección, porque la ficción también mata. Cuenta este 'limbo' con el apoyo de Urberuaga a la ilustración.
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