Nacido en París, en 1903, de padre alemán y madre francesa, de origen judío; a los 11 años se instala con su familia en Valencia. A partir de entonces, con el castellano como lengua de expresión, siempre quiso ser español. En 1956, exiliado en México, ... escribe en su diario: «¿Qué soy? ¿Alemán, francés, español, mejicano? ¿Qué soy? Nada ¿De quién la culpa? (...) Quise ser escritor. ¿Qué soy? ¿Novelista, dramaturgo, poeta, crítico? No soy nada».
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Empezó su obra del lado de las vanguardias. En uno de sus primeros libros, 'Geografía' (1925), escribe: «Íbanles rodando en torno los mares, los continentes, las islas y los polos; estaban enredados por los paralelos y los meridianos, esa trampa de los geógrafos con la cual han cazado la tierra y la tienen tan sujeta que solo se mueve según ellos quieren». Los juegos literarios fueron otro de los ejes de su obra, tan condicionada por el tiempo que le tocó vivir, la República, la Guerra Civil, los campos de concentración, el exilio en México.
Quizá su obra mayor sea 'Laberinto mágico', seis novelas que narran el periplo entre la dictadura de Primo de Rivera ('Campo cerrado'); el estallido de la II República ('Campo abierto'), la Guerra Civil ('Campo de sangre', 'Campo del moro') y la experiencia de presos y refugiados en campos de concentración, ('Campo francés', 'Campo de los almendros').
Las escribió en cuanto acabaron sus penurias para sobrevivir, entre 1943, a lo largo de los años, hasta 1968. Usa un material narrativo de primera mano y sus personajes son apasionados que pelean y sufren por sus ideas, por sus ideales.
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El primer modelo que utiliza quizá sea el de Galdós en sus 'Episodios nacionales', con más calor, por lo inmediato de los sucesos, por su implicación. Esto no quiere decir que sea una narración de buenos y malos sin matices. Hay argumentaciones en sus personajes, distintos puntos de vista, a veces contrapuestos. Son seres vivos, no esquemas. Incluso los fascistas tienen su alma, aunque el compromiso del escritor con la República sea indudable. También se analiza la tragedia desde el punto de vista exterior.
«Willy Hope creía que la verdadera razón de la guerra había que buscarla en la reforma agraria; que todo hubiese podido resolverse 'parlamentariamente'; que, en general, la culpa era de los españoles, que prefieren las soluciones rápidas, y lo rápido siempre es violento». Hay lugar para la exhibición de estilo, en 'Campo de sangre', tras un bombardeo, se lee: «El sahumo dura. El cascote hecho triza, la triza polvo, el polvo niebla, la niebla humo, el humo, a la larga, cielo. Gusto amargo y húmedo del tiempo emparedado. El polvo y el miedo añascados en la garganta». En cada libro hay una solución narrativa. El 'Campo francés' está escrito como si fuera un guión cinematográfico.
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Después de colaborar con Malraux en su documental sobre la Guerra, 'L'espoir (Sierra de Teruel)', Max Aub se ganó la vida, entre otros oficios, en las bambalinas del cine mexicano, además de escribir un buen número de obras teatrales, con escaso eco, en general. El material de base de este ciclo le resultaba tan inmediato que escribió en su diario: «Mis 'Campos' (…) no son novelas sino crónicas».
Además de estos libros serios, de compromiso social y político personal, nunca sometido a directrices partidarias, lo que le produjo bastantes disgustos con sus amigos comunistas (él nunca lo fue, pero tampoco anticomunista), escribió textos más ligeros, con travesuras como armazón. 'Jusep Torrens Campalans' (1958) se presenta como una monografía sobre un pintor con ese nombre. En el libro aparecen dibujos y fotos de su obra, dentro de la vanguardia del siglo XX. Llegaron a celebrarse exposiciones suyas.
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Era todo una gran broma, que aprovechaba los conocimientos estéticos y las habilidades plásticas de su autor para hablar de arte contemporáneo. Hay que recordar que fue él quien le encargó, comisionado por la República, el 'Guernica' a Picasso. A un nivel más privado, el autor felicitó a sus amistades el año nuevo durante un tiempo con ejemplares de 'El correo de Euclides', parodia de periódico en la que daba noticias extravagantes, llenas de humor y, por supuesto, inventadas, en juegos tipográficos muy de la vanguardia de los años 20.
«Terrible equivocación / los hombres no estaban destinados a la Tierra / sensacional descubrimiento del profesor Walter Robert-Piper /(…) ¿A dónde íbamos facturados? Algo funcionó mal». En 1964 publicó 'Juego de cartas', de la baraja y de distintos personajes entre sí a cuenta de un supuesto asesinato. Los dibujos son, por supuesto, de Jusep Torrens Campalans.
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Anclado en una España de la que se sentía orgulloso, con ciudadanos como Giner de los Ríos, Machado, Unamuno, Pío del Río Hortega, Juan Ramón Jiménez, García Lorca… fue incapaz de aceptar la deriva del país bajo la dictadura. En 1969 viajó aquí con un visado de tres meses para sus investigaciones para un libro sobre Buñuel. Aunque tuvo cierto reconocimiento público, el panorama que veía le resultó desolador.
Escribió un a modo de epílogo de sus 'Campos' en 'La gallina ciega' (1971) diario de su periplo, sus conversaciones, sus decepciones sin cuento, su amargura porque ese ideal por el que peleó, y al que siempre fue fiel, había desaparecido: «España ya no es España». El país, gobernado por Franco, a pesar de los años del progreso y la bonanza económica y de consumo, le avergonzaba por su silencio y su ignorancia de lo que fue el tiempo más luminoso de su vida. Los que se habían acomodado al régimen le recriminaban su amargura. Murió en 1972, hace 50 años.
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