Richard Gadd y Jessica Gunning protagonizan 'Mi reno de peluche'.

Personajes en serie

Enviado desde su iPhone

Donny Dunn, protagonista de 'Mi reno de peluche', que puede verse en Netflix

Michi Huerta

Sábado, 4 de mayo 2024, 00:10

El escocés Richard Gadd se ganaba la vida poniendo pintas en un pub y soñaba con ser comediante profesional cuando una mujer irrumpió en su vida. Ella se encaprichó de él y demostró su cariño con 41.071 correos electrónicos, 350 horas de mensajes de ... voz, 744 tweets, 46 mensajes de Facebook y 106 páginas de cartas. El acoso se prolongó durante cuatro años que Richard convirtió en una obra de teatro estrenada en el festival Fringe de Edimburgo. Poco después llegó el interés de Netflix por su historia y recientemente el lanzamiento de 'Mi reno de peluche', miniserie que despliega un memorable diseño de personajes.

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El principal es Donny Dunn, al que encarna el propio Gadd. Su narración en primera persona abarca siete episodios que transforman un asunto tan presto al tópico como el acoso en un alarde de matices. El detonante llega cuando Martha (Jessica Gunning), una clienta gordita y risueña, se planta en el local donde Donny trabaja como camarero. Él es un pobre desgraciado, con muchas más ganas de triunfar que talento para hacer reír al público de los concursos de comedia a los que se presenta. Ella, por el contrario, le halaga con sus carcajadas profundas y sinceras cuando se sienta frente a él durante largas horas cada día.

Martha proyecta un haz intenso de luz sobre el mediocre Donny y con ese resplandor se escribe el prólogo del calvario que parece atravesar el protagonista. El verbo 'parecer' es la clave que explica la singularidad de 'Mi reno de peluche', cuyo desarrollo suele elegir los senderos menos previsibles para sorpresa de los espectadores, que no paran de experimentar tonos inesperados y sensaciones contrapuestas.

La indefinición genérica es, de hecho, un prodigio narrativo. Cuando tienes la impresión de encontrarte ante una comedia negra el tratamiento coquetea con el 'thriller' obsesivo. En mitad de la intriga aflora, de repente, un aliento romántico gracias a Teri (Nava Mau), una mujer transexual que trae ternura y serenidad a la convulsa existencia de Donny. Pero sus conflictos internos y la gigantesca sombra de Martha –quien sigue enviando centenares de mensajes– pesan demasiado como para concebir ningún plan feliz. Y es entonces cuando un capítulo te vuela definitivamente la cabeza.

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Llega a la mitad de la miniserie para dividirla en dos. De saque, Gadd reitera la escena inicial del primer episodio, cuando Donny llega a una comisaría para denunciar a Martha con el llamativo argumento de que «esa mujer necesita ayuda». El relato vuelve a replegarse entonces en un 'flashback' para desplegar 45 de los minutos más inspirados en lo que va de temporada serial. En ellos –intentemos eludir el spoiler– se revela el secreto más profundo del protagonista, una pesadilla que saca a flote su verdadera condición de víctima.

El capítulo lo tiene todo. Estéticamente despliega una versatilidad abrumadora gracias a su estilo lisérgico y a la cantidad de fundidos a negro que sugieren una verdad terrible que duele por evocación. Y narrativamente la unidad es crucial para entender lo profundo de una obra que levanta una sucesión incesante de capas de lectura. Como resultado el espectador se ve obligado tanto a revisar lo visto hasta entonces como a afrontar lo que queda con una mirada nueva.

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Lo que queda es triste pero nunca solemne. Extravagante aunque siempre humano. Sentimental a la par que sutil. Un hombre herido e incapaz de quererse a sí mismo se comporta de una forma piadosa y empática que tiene también mucho de narcisismo. Y una mujer obsesiva y cruel despliega un arsenal de agresiones verbales como el único modo de evitar la soledad y volver a ser la niña que disfrutaba con su muñeco favorito. Suena melodramático, sin duda. Pero 'Mi reno de peluche' aborda ese material con una mezcla de ferocidad y gracejo que sintetiza en las decenas de mensajes que Martha manda sin firma y que la pantalla rotula con un perpetuo «enviado desde mi iPhone». Mensajes, todos ellos, que dejan una inquietante y paradójica sonrisa en los labios.

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