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Solo puedes morir en el presente,/ No mueres en el pasado,/ No mueres en el futuro» escribe Blandiana al final del libro, un libro que sabemos ya en esas páginas viene motivado por la muerte de su marido, ese misterioso R, que aparece en la ... maravillosa dedicatoria «Hacia R» que aparece como prólogo a los poemas y les da sentido. Ese «Hacia R» dota de consistencia y movimiento a todo el libro. Con solo dos palabras la escritora lo logra. Cierra el libro una convicción: «Puesto que sigues/ SIENDO». Entre el desiderátum inicial y la certeza final Blandiana escribe, quizás habría que decir que medita, sobre quién fue su marido y, sobre todo, sobre lo que él fue en su vida. En la contracubierta se apunta la elegía como género que rige el libro, yo, sin embargo, observo que hay mucho de idilio –conversación poética amorosa– aunque uno de los personajes está ausente, lo cual no impide que la poeta dialogue con su marido fallecido. Que la respuesta que el lector obtenga sea el silencio no significa que la escritora no la oiga. La ausencia de uno de los interlocutores confiere una cualidad fantasmal a los poemas que el lector percibe en esa respuesta ausente.
La ausencia agranda la soledad de la poeta en el libro, a veces parece que fuera una voz que resuena en el vacío del pasado. Sin embargo, a pesar de lo elegíaco, que existe sin duda en el libro, la escritora vive en un presente en el que el mundo concreto parece pesar menos que lo inmaterial de los recuerdos y de las creencias. De ahí las referencias al alma o a los ángeles –con el recuerdo del terrible ángel rilkiano– o a las palabras de los espectrales padres. También a los espejos, donde la imagen crea una realidad solipsista: solo existe lo que hay en mi consciencia, y eso es solo mi imagen o la que imagino, aunque en el poema Blandiana haga del espejo un elemento de lo alteridad que es el amor al afirmar que él no deja de mirarla y, por lo mismo, ella no cambia, lo que nos lleva a ese tiempo detenido, ese presente inmóvil en el que ahora vive la escritora. Aun así hay lugar para el pasado –el del régimen comunista que espiaba a sus conciudadanos y en el que el sentido común mandaba no decir nada que fuera comprometedor ni siquiera en el propio hogar, o quizás, sobre todo, allí.
El libro oscila entre el pasado y el presente –así, también, la poesía, toda poesía, entre el recuerdo y la escritura– de dimensiones diferentes en el que la ausencia de la persona amada vuelve el presente más amplio por desolado. La pérdida del marido da lugar no tanto a una reflexión sobre el tiempo pasado sino al avivamiento de un tiempo de ausencia que queda para el recuerdo gracias a la poesía. Amor más allá de la muerte gracias, sin duda, al esfuerzo expresivo que requiere, esfuerzo que también se nota en la traducción.
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