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Tengo edad para recordar (nota breve en el periódico, era un autor de otro tiempo) la noticia de la muerte de Eduardo Zamacois en Buenos Aires, el 31 de diciembre de 1971, con 98 años. Como muchos autores tenidos por menores –aunque hubieran sido muy ... famosos– de la primera mitad del siglo XX y sobre todo de nuestra anteguerra, el olvido de Zamacois no era nuevo, máxime porque él, al exilarse, prácticamente abandonó la vida literaria en 1938, con una novela sobre la guerra, 'El asedio de Madrid'. Ya en esa época, Zamacois era un autor de otro tiempo (suele decirse un tanto imprecisamente, de 'la belle-époque'). El caso es que después de 1938, sólo publicó en Buenos Aires y en 1964, un gran libro de memorias –algo equiparable al póstumo de Cansinos– 'Un hombre que se va'. Un buen libro, ya reeditado. Hace años que se intenta rescatar a Zamacois sin lograrlo del todo. Había nacido en 1873 en Pinar del Río, en la Cuba aún española, y luego vivió en Madrid, viajó mucho (a veces como corresponsal de prensa) y fue hombre de éxito popular y muy mujeriego, con éxito también. Pero ha quedado como el fundador en 1905 de 'El cuento semanal' y el pionero de toda esa literatura galante y en general no difícil que llenó los kioscos de la anteguerra. Eso es cierto. Pero Zamacois –sin ser un genio– era mucho más, un novelista, narrador y periodista ágil y fértil que no merece olvido, aunque tiene una obra muy abundante. Su primera novela es 'Amar a oscuras' (1894) seguida de 'Consuelo' de 1896… Es un autor de fin de siglo que llega vigente hasta los años 20. Quizá no supo o no quiso entrar en la modernidad que entonces se abría. Para muchos, una de sus obras mejores es 'El otro' de 1910. Dentro de la literatura de kiosco –alentada por él– publicó mucho, entre otras cosas la singular novela corta que rescata la muy minoritaria Amistades Particulares, se trata de 'Una pobre vida', editada a fines de 1924 en una de esas ediciones de kiosco…
Quizás 'Una pobre vida' sería un buen librito más, si no fuera por el tema claramente y púdicamente homoerótico del argumento, asunto muy lejano a Zamacois, pero que trata bien. Las penalidades y sufrir del Conde del Zafiro –el título resulta un poco inverosímil– al darse cuenta de que es distinto, que no le gustan las mujeres y que prefiere a los hombres que se autoprohibe. La novela termina bien, porque el conde, su rica mujer chilena y el amante de ella, concluyen en una suerte de apacible trío. Es singular que Zamacois escribiera de ello, aunque hay que recordar que en la literatura de kiosco publicaron, entre muchos, Hoyos y Vinent o Retana (los más gays) y que el tema en alusiones o imágenes entre lo decadente y lo naturalista, no era nada ajeno a esa literatura tenida por popular, pero Zamacois entra bien al tema, aunque la novelita –quizás por lo ajeno al mundo del autor– pasara desapercibida. Como sea viene bien este librito novedoso, sencillo y muy de época, para volver a un autor de vida brillante y agitada, no un genio, pero de muy noble hacer, mejor que Artemio Precioso o Pedro de Répide, por citar sólo a dos de la pléyade galante y de kiosco, que no merece olvido. Su cenit está sobre 1915, pero se alargó mucho hasta parecer que él mismo buscaba escabullirse. Al fin fue enterrado en Madrid, en 1972. Vale la pena.
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