Éxito a cualquier precio
Panteón de Plata ·
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Panteón de Plata ·
Ha tenido que ser el tiempo el que ha terminado por poner a 'Chantaje en Broadway' en un lugar al que muy pocas películas acceden, ese en el que se ubican las blindadas a los vaivenes de las modasEl arranque de 'Chantaje en Broadway' parece extraído de un noticiario: la ciudad amanece y los camiones repartidores de periódicos apuran los minutos para completar la ruta a tiempo. Un hombre se afana en ser el primero en obtener un ejemplar, recién caído a plomo ... el fardo en la acera... Ese tono se mantendrá a lo largo del filme cuando la acción se desarrolle en exteriores, si bien la imagen naturalista no resultará tan cruda, y el hecho de que el espectador ya conozca a los dos personajes y que estos sean encarnados por estrellas de Hollywood, rebaja inevitablemente el tono documental. En cualquier caso, fue uno de los primeros filmes rodado de noche en localizaciones naturales en Manhattan, y muy pocos han logrado capturar el aura de la Gran Manzana con tal fuerza y poesía (era en los tiempos en que las productoras, incluso una productora mediana-pequeña, podía permitirse rodar en Nueva York, y no fingirla en Toronto o algún lugar aun menos adecuado). El esplendor de la fotografía, que sintetiza el plano general picado desde el balcón de la terraza de J. J. Hunsecker (Burt Lancaster) —pero el esplendor también se da en los interiores—, es de una hermosura que pasma, y le hace a uno, dolorosamente, añorar el tiempo en que las películas parecían (eran) cine. No hay HD, 4K, o cualquier otro «avance» digital capaz de alcanzar una belleza comparable; puede que la imagen de las películas hoy tenga más definición, pero tiene sin duda menos vida.
El otro elemento que más contribuye a definir la atmósfera del film es el ritmo. Un ritmo delicadamente febril, representado por el agente de prensa Sidney Falco (Tony Curtis); es el ritmo sincopado, nocturno, urbano del quinteto de jazz... hasta que J. J. entra en escena: entonces el mundo parece de pronto suspenderse, la ciudad dejar de palpitar, y todos comienzan a gravitar en torno a su persona, expectantes a su próxima reacción, por mínima que sea. El ritmo que el montaje imprime se apoya en el jazz del quinteto de Chico Hamilton y en las composiciones y arreglos de Elmer Bernstein, pero en 'Chantaje...' el jazz no es un apósito sonoro mejor o peor traído, un guiño más o menos sofisticado, sino que —ha de insistirse en ello— desempeña una función dramática, lo cual tiene más mérito al no tratarse de un filme sobre jazz.
Pero con todo lo memorable que es la atmósfera, 'Chantaje...' es, en primer lugar, un drama de personajes ejemplarmente delineados, y cuyas relaciones poseen una intensidad —sin caer en el patetismo manipulativo— enorme, magnética (en sus dos sentidos de atracción/repulsión). La relación principal, pivote del drama, es la que se establece entre Falco, agente de prensa en horas bajas y al borde del colapso nervioso, y J. J. Hunsecker, columnista de sociedad en la cima de su profesión, impasible, implacable, un demiurgo capaz de hacer y deshacer a su antojo, de arruinar o encumbrar a senadores, restaurantes, monologuistas... Todo Nueva York está a sus pies (incluso literalmente: en el citado plano desde su terraza), y por tanto es diana de sobornos: porque la columna diaria necesita combustible —negritas, rumores, datos—, y a cambio de información él puede devolver el favor con una mención favorable; así, los agentes como Falco se obstinan en proporcionársela, con la esperanza de lograr un impulso para la carrera de alguno de sus representados o conseguir alguno nuevo. Relación simbiótica, pero con una diferencia: una parte posee (casi) todo el poder, y la otra no hace sino mendigar su ayuda, en el caso de Falco con un reconocimiento absoluto de su condición servil, de la corrupción inherente a su conducta que, sin embargo, cabe sospechar no es natural sino motivada por el ecosistema impíamente darwiniano en que le ha tocado vivir. Así, por escalar posiciones en la colina del éxito, Falco hará lo que sea que Hunsecker le pida, incluso romper la relación que Susan (Susan Harrison), la hermana de Hunsecker, mantiene con el guitarrista y líder del quinteto de jazz, indudablemente amor verdadero; a cambio, el columnista cederá a Falco su espacio en los diarios por tres meses, en los que se llevará de viaje a Susan para que se recupere del disgusto. Pero el éxito —de ambos lados— exige un precio, y a veces ese precio excede o se desvía de cualquier previsión que uno hubiera podido hacer.
El dulce aroma del éxito que es la traducción del título original tiene pues, entre otros, un tinte irónico, que pese al difícilmente superable trabajo de Cliford Odets y Ernest Lehman con el guion y de Alexander Mackendrick con la puesta en escena, afectó también al propio filme, que en taquilla logró sobre todo pérdidas, pese al refrendo crítico —doble ironía por tanto, dado lo que narra—. Ha tenido que ser el tiempo el que ha terminado por poner a 'Chantaje en Broadway' en un lugar al que muy pocas películas acceden, ese en el que se ubican las películas blindadas a los vaivenes de las modas.
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