La edad y la geografía
Las columnas de Alcántara están vivas porque bajan al barro de lo concreto y, por esa buena costumbre de poner el ojo en lo particular, escuecen
alba carballal
Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:49
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Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:49
De la figura de Manuel Alcántara me separan, en esencia, dos cosas: la edad y la geografía. Durante sus primeros cuarenta años de actividad literaria yo ni siquiera había nacido, y en mis primeros quince –digámoslo en términos publicitarios– no era su target. En lo ... que respecta a la geografía, y exceptuando una breve cana al aire parisina, mi vida ha transcurrido entre Galicia y Madrid, dos de los pocos puertos en los que las columnas de Alcántara no atracaban a diario en las contras de los periódicos. Mi desembarco en sus textos fue tardío y, sin embargo, fructífero: llegué a ellos durante mi estancia como becaria de literatura en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba, donde el contacto con otros escritores de distintos lugares propició la mezcla de referentes y el intercambio de maestros. En cualquier caso, ni la edad ni la geografía son un impedimento para reconocer en otros el talento y el carácter. No soy sospechosa de confiar a ciegas en los axiomas de la tradición, pero si hay algo transparente en lo relativo a la transmisión del oficio es que los creadores jóvenes nos alimentamos del acervo que otros construyeron en el pasado.
En este sentido, pese a la edad y pese a la geografía, tirar del hilo conductor que nos conecta es más sencillo de lo que parece: basta con bajar al bar de la esquina y pedir un vermú. A los que somos columnistas por vocación nos une la querencia innata por el trazo fino, por el detalle y por el resquicio que sólo se encuentra en el plano analógico de lo inmediato: aceitunas, Marga, que ya sabes que el chorizo me cae mal al estómago. Sus columnas están vivas porque bajan al barro de lo concreto y, por esa buena costumbre de poner el ojo en lo particular, escuecen: de hecho, muchas de ellas nunca terminaron de cicatrizar. Compartir un espacio que le perteneció a Manuel Alcántara con dos escritoras talentosas, callejeras y sinvergüenzas me abruma, pero también me envalentona. De lo mucho que él sembró, espero, algo quedará.
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