La tecnología es el leit-motiv de las novelas de Doctorow.

Distopía

La pandemia fue caldo de cultivo de alegorías futuristas

Fermín Herrero

Valladolid

Sábado, 27 de mayo 2023, 00:16

Las novelas de anticipación, proyección de la sociedad actual hacia su porvenir, constituyen una de las vertientes fundamentales, si no la que más, pensemos simplemente en '1984' de George Orwell o 'Un mundo feliz' de Aldous Huxley, del subgénero épico de la ciencia ficción. Después ... de que la pandemia, en particular durante el encierro primaveral (en las ficciones que recomendamos hay varios confinamientos o autoconfinamientos) trajese la distopía a la realidad, da la impresión de que se ha producido un auge de este subgénero tan sugerente.

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Entre los autores más destacados del momento se encuentra sin duda el canadiense Cory Doctorow, investigador y experto en informática. Conoce al dedillo los intríngulis de las nuevas tecnologías, las fisuras del sistema implantado, los chanchullos desbocados de accionistas, consultores, auditores, fondos buitre y demás, discernimiento que aplica a 'Radicalizado', una novela corta seguida de tres relatos largos, «cuatro distopías muy actuales», según reza el subtítulo, y heterogéneas, ideales para forofos del furor tecnológico y amantes del subgénero distópico, escritas a un ritmo endiablado, a imagen limpia, sin floritura alguna, de manera frenética. A tal punto que la misma editorial, Capitán Swing, ha publicado a continuación, para regocijo de sus seguidores, su larga novela anterior 'Walkaway'.

A mi juicio, sin embargo, el relato que da título al volumen, tal vez el de mayor interés, crítica acerba de los negocios sucios de las compañías aseguradoras en Estados Unidos y alegato a favor de la sanidad universal, escapa a lo distópico, sería más bien una narración de intriga sobre la suerte que correrá el desesperado terrorista tras pasarse al lado oscuro del Internet profundo, encriptado, donde la semilla de la violencia terrorista prende por doquier. La novela breve inicial aborda una realidad robotizada en la que la dependencia digital es absoluta y la economía, bajo la tutela de holdings encubiertos, se ha convertido en una jungla; a la vez que nos acerca a los derroteros de la inmigración sudamericana en suelo norteamericano, en Boston concretamente. La historia siguiente se centra en el racismo y el funcionamiento de la justicia, además de vituperar la brutalidad policial sádica, consentida e institucionalizada, situación que pretende enmendar un remedo de Superman, el Águila Americana, héroe inmortal venido del espacio y con poderes sensoriales extraterrestres. En la última narración acompañamos al líder de los Treinta, conjurados para retirarse en el Fuerte del Juicio Final antes del Suceso, inminente, dado que el mundo se halla sumido en una situación de violencia: motines, incendios incontrolados, saqueos, plagas, guerras, etc. Allí, en un lugar apartado de Arizona, se refugian para afrontar el apocalipsis, el colapso total de la civilización, estos elegidos cuyo destino final en medio del caos circundante…

El problema de Doctorow es que la escritura, bastante rasa, no está, en cuanto a calidad literaria, a la altura de su exhibición fabuladora e imaginativa. No ocurre por suerte lo mismo en 'Persianas metálicas bajan de golpe' (Anagrama), la incursión en el terreno de la ciencia ficción, creo que por desgracia poco frecuentado en nuestras letras por autores contrastados, de Marta Sanz, escritora proclive a emprender en cada nueva entrega un camino distinto, que Rafael Chirbes situara, con toda propiedad, en el «escalón superior» de la literatura española. Como es habitual en toda su obra novelística desde 'El frío', con la que nos deslumbró, asistimos a una fiesta total del lenguaje y la expresión musculosa y afilada, a menudo con un abigarramiento subido, de tintes netamente barrocos, siempre al servicio de una inventiva portentosa.

Poe y Mendoza

El título, cuyo estruendo de cierre arrebatado percute una y otra vez como leitmotiv sobre las páginas y se identifica con el futuro, procede de una enunciación vanguardista de 'Tea Rooms. Mujeres obreras' (1934), novela de sesgo social recientemente objeto de rescate y reivindicación, con epílogo de la propia Sanz, por parte de la editorial Hoja de Lata, de Luisa Carnés, la dramaturga y narradora republicana exiliada: «Sobre los huecos de los escaparates caen con estrépito los cierres metálicos». Esta especie de banda sonora baliza las andanzas, en un mundo difícil de nombre 'Land in Blue' (Rapsodia) en el que bajo el imperio de lo obvio y lo redundante todo es ya nube virtual, de drones miméticos, alguno cual ángel berlinés de Win Wenders, «una mujer madura» clavadita a Amy Winehouse, con mucho de Romy Schneider, sus hijas…

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El argumento desaforado, tal vez por demás, es lo de menos, lo importante es la riqueza intertextual de trasfondo. Nada más arrancar la historia se recuerda la alfonsina Escuela de Traductores de Toledo y, a seguido, se funden Edgar Allan Poe y Eduardo Mendoza (cómo olvidar el espejo oval o al perdido Gurb), conviven en las primeras páginas Salinger, Bach, Joyce o Mihail Sebastian, el gran escritor rumano tan desconocido. Luego, infinidad de referencias, siempre muy bien traídas, sobre todo fílmicas, sobre todo del cine francés, a menudo aderezadas con un humor esquinado, cercano a la parodia, una ironía en extremo original, pues no estamos ante un subgénero muy proclive a crítica interna, a tal punto que me imagino que la propia autora, como el lector, se lo pasó pipa escribiendo esta novela distópica pospandemia, bajo la certeza de que «todo, absolutamente todo, es susceptible de empeoramiento».

Otro escritor en español que me fascina, dueño de un estilo arrebatador y de un universo narrativo solvente es Pedro Mairal. Desde que hace seis años nos entusiasmara con 'La uruguaya', no me pierdo ninguna de sus novelas, también completamente distintas entre sí, todas espléndidas, cada una a su manera, que Libros del Asteroide está recuperando tras la publicación en su Argentina natal. Después de 'Una noche con Sabrina Love' y 'Salvatierra', ahora se reedita la segunda por orden de aparición, 'El año del desierto', igualmente peculiar y difícil de encuadrar, si bien en la contraportada se presenta con buen tino como «una asombrosa distopía, metáfora de la eterna crisis argentina, que nos invita a reflexionar sobre la inquietante deriva de nuestras sociedades». Y tanto. Diríase que habiendo sido editada hace dieciocho años, su visión socio-política no ha hecho sino consolidarse. Y no digamos en Argentina, presa de cracks sucesivos.

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Argentina, eterno retorno

La distopía de Mairal, con el humus literario también a flor de tinta, es harto curiosa, regresiva, el progreso ha saltado por los aires, «como si el mundo hubiera dejado de girar», han desaparecido los móviles, los ordenadores, sulquis y carretas han sustituido a los coches, las mujeres no pueden ni trabajar ni votar, en fin, todo va para atrás, a un retorno a la vida tribal, salvaje, primitiva.

Seguimos en su perdición, a través de esa humanidad desmoronada, de pesadilla, kafkiana en los mejores pasajes de vida comunal y confinada, en alas del vuelo imaginativo impresionante de Mairal, capaz de mantener el interés de la aventura más allá de las trescientas páginas, a María Valdés, bibliotecaria apodada 'la Pirata' por su cojera, Mery para los amigos, que vive con su padre viudo, convertido pronto en durmiente, víctima de coma catódico, una de las epidemias oraculares y plagas bíblicas que se suceden a lo largo de la novela, bajo un calor de plomo, achicharrante, «horrible y lento», en un Buenos Aires irreal, desangelado, sometido a disturbios, marchas colectivas o incendios devastadores, sumido en lo que llaman «la intemperie», que avanza arrasando con todo desde las afueras, borrando manzanas y barrios, con las provincias aún peor, «un caos de grupos armados y muchedumbres descontroladas», porque, al tiempo que los descampados y baldíos ganan terreno, sin remisión, el desierto y la barbarie avanzan…

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