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Viernes, 15 de enero 2021, 07:32
El posicionamiento ideológico del pintor mexicano Diego Rivera (1886-1957) choca con su obra mostrada en uno de los templos del capitalismo, en la ... cuna de la industria del automóvil americano, Detroit. Hablamos de murales pintados entre 1932 y 1933 en el entonces denominado Garden Court (o Patio del Jardín) y hoy Rivera Court, del Detroit Institute of Art (DIA). El encargo lo realiza el director de esta institución, Wilhem Valentiner. Su idea original era que Rivera pintara murales que reflejaran el conjunto de la actividad industrial de Detroit, no solo centrada en el automóvil. El DIA pagaría al artista y este, a sus colaboradores. Por cierto que se trataba de una cara iniciativa debida a las tarifas de Rivera y al precio de los materiales. Por ello fue clave Edsel Ford –presidente de la gran empresa creada por su padre, Henry Ford– que aportaría la suma central del proyecto, 20.000 dólares de la época. Edsel Ford siempre mostró ideas avanzadas, que chocaron con las conservadoras de su padre, en cuanto al diseño de nuevos automóviles, y logró aportar grandes innovaciones a la empresa. E igualmente destacó por su espíritu filantrópico, financiando expediciones científicas, y por su mecenazgo en el campo del arte: hay que subrayar su papel como uno de los pioneros en el coleccionismo de arte africano así como por su labor al frente de la Detroit Arts Commission. Su casa, diseñada por el innovador arquitecto Albert Kahn y en la que murió en 1943, está incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos. Tras el fallecimiento de su esposa Eleanor en 1976, se encuentra abierta al público que puede contemplar una valiosa colección de obras de arte.
Diego Rivera y su mujer Frida Kahlo, llegan a Detroit y empiezan a estudiar la fábrica de River Rouge, en Deaborn (Michigan) de la Ford Motor Company. Van acompañados del fotógrafo oficial de la planta, W.J. Stettler. También visita otras fábricas, como la farmacéutica Parke Davis, pero sin duda el tema central del proyecto es el automóvil. Además del impacto que supone ver estos centros de producción –River Rouge es la fábrica de automóviles, en este momento, más avanzada del mundo– Rivera se ve influido por el ambiente social y laboral del momento, en plena depresión tras el Crack del 29, con uno de cada cuatro trabajadores en paro. Hay muchas protestas, incluyendo una impactante huelga de seis mil trabajadores de Ford que deja cinco muertos.
En el mes de julio de 1932 empieza a pintar el primero de los veintisiete murales. El equipo trabaja de forma agotadora quince horas diarias de forma ininterrumpida y el propio Rivera ha de hacer frente a las protestas de sus miembros.
Cuatro muros
El trabajo se distribuye en cuatro grandes paredes o muros. El del este refleja un nuevo tiempo en que el hombre y la naturaleza están en armonía. Hay un niño en el centro, colocado en el bulbo de una planta. Ambos extremos de la escena principal conducen a los paneles superiores con grandes figuras desnudas que sostienen granos y otros bienes.
El muro norte es más representativo, y casi nos retrotrae al filme 'Metrópolis', de Fritz Lang. Refleja el lado interno de la realidad. En un alargado mural superior están las materias primas que parecen caer al principal mural, donde el acero se derrite en los hornos y el líquido llena los moldes de piezas para los nuevos automóviles. Y allí los trabajadores en la cadena de producción se afanan en montar los motores.
El muro sur retoma al simbolismo. Recoge la fabricación de la carrocería y su unión al chasis. Un elemento clave de la escena es la enorme prensa de estampado de las chapas de carrocería, ubicada en el lado derecho. Es evidente su parecido con Coatlicue, la diosa azteca de la madre tierra, que vivía de los corazones humanos. La deidad que controla tanto el nacimiento a la vida como su final.
El muro oeste contrasta con el carácter del sur. Aquí nos encontramos la doble naturaleza de los avances tecnológicos como instrumentos de paz, de comunicación, pero también para la guerra. Hay aviones volando como palomas a través del mundo, y la ciencia descubre nuevos productos para mejorar la sociedad. Y frente a esto, bombarderos que lanzan gas mostaza (terrible recuerdo de la I Guerra Mundial), y donde los seres humanos deben usar máscaras de gas para respirar.
Protestas
Las ideas trotskistas de Rivera y su trabajo en medio de la Gran Depresión serían caldo de cultivo de muchas protestas. Se cuestionó desde el hecho que se eligiera un artista mexicano frente a un pintor estadounidense, hasta el carácter irreverente desde un punto de vista religioso, y antiamericano desde el político. Así tanto católicos como episcopalistas calificaron de «blasfemia» la escena Navidad Médica, un belén en el que el niño (Jesús) es vacunado por una enfermera (la Virgen María) y un médico (José) mientras tres científicos de distintas razas (los Reyes Magos) diseccionaban un perro. E igualmente muchos verán un cuestionamiento del sistema político, económico y social americano al mostrar como duros capataces a administradores de empresas de Detroit. En otras imágenes, aparecen trabajadores con símbolos comunistas, con guantes adornados con un pentágono rojo. Sin embargo Rivera admiraba el poder de la industria y la ingeniería en la creación de las ciudades americanas modernas: «En todas las construcciones del pasado del hombre: pirámides, caminos y acueductos romanos, catedrales y palacios, no hay nada que iguale esto», escribió.
Y Edsel Ford (prematuramente fallecido en 1943, a los 49 años), nunca respondió públicamente a los ataque contra los murales de Rivera. Tan solo emitió una declaración: «Admiro el espíritu de Rivera. Realmente creo que estaba tratando de expresar su idea del espíritu de Detroit». Y actualmente estos veintisiete murales han sido designados por el Departamento del Interior como 'Monumento Histórico Nacional'.
Y la gente de Detroit respondió. Solo un domingo de marzo de 1933, 10.000 personas acudieron a ver las pinturas de Rivera. Como Linda Park Downs destaca en su historia de los murales: «Para los trabajadores del automóvil, que nunca se habían visto representados en una institución cultural de la ciudad, fue una revelación».
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