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Mohamed Mbougar Sarr, ganador del último Premio Goncourt. AFP
El desencanto de los premios
Reseña

El desencanto de los premios

El último Goncourt, Sarr, abunda en su denuncia, el paternalismo intelectual de la metrópoli, con una novela desmesurada

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 30 de septiembre 2022, 00:09

Dentro de un mercado tan maleado como es el editorial aún hay algunos premios extraordinarios por su origen, como el Goncourt, o por su plantel como el Booker Prize. El primero, dentro de la literatura escrita en francés, tiene una dotación económica simbólica (10 euros) pero una proyección en ventas y traducciones más que notable. Por esa vía ha publicado Anagrama al último ganador, el senegalés Mohamed Mbougar Sarr. 'La más recóndita memoria de los hombres' es la novela premiada, tan larga, ambiciosa e incierta como su título.

Sarr (1990) vive en Francia y ha publicado otras tres novelas, dos de ellas sancionadas con el Premio Mestiza, cuyo alcance se nos escapa pero viene al caso el adjetivo. El hecho de proceder de una excolonia francesa marca esta obra de Sarr y su puesta de largo en sociedad. El protagonista critica que el origen del creador sea usado como categoría artística, que la metrópoli ejerza un cierto paternalismo intelectual y sus hijos 'pródigos' venidos de África y educados en París puntúen en liga aparte. Tesis razonable expuesta en una trama infinita que tiene su origen en un libro descubierto por Diegane, actor principal, y las aventuras que le acaecen buscando al autor, otro africano, Elimane, conocido como el 'Rimbaud negro'.

A partir de ahí, Sarr despliega una red metaliteraria: escritor que busca a otro, libro maldito como enlace, pistas en forma de críticas literarias, recortes de periódicos, amigos con idéntica devoción y revistas. Todo ello trufado de nombres que traslucen las querencias literarias de Sarr –Sabato, Bolaños, Borges, Gombrowiz, las Ocampo– y artísticas –Dalí, Manu Chao–, con vaivenes geográficos –Dakar, Ámsterdam, Buenos Aires y París– y salpicado de encuentros carnales –desde el amor de la argelina a la lección de la escritora mayor pasando por la juvenil promiscuidad de sus amigos–.

En esta ensalada de infinitos ingredientes el más revelador es precisamente el que tiene que ver con el origen –las raíces de la sensual Siga, médium con el anhelado escritor y conocedora del mítico libro– y el odio de su padre que la catalpultará hacia el reconocimiento literario. Allí se habla de los 'negrosblancos', la sima que bordea con éxito Sarr en su vida personal, también del compromiso político de los 'educados' con su país y de lo que supone la emigración.

Sarr juega con lector, le cuenta, le interpela, le hace acotaciones de su ficción y le sugiere los premios que tiene en cuenta el autor –el Fémina, el Goncourt–. Nada es inocente, maneja las claves para el triunfo. Sarr conoce el mercado y las reglas, solo le falta acotar la receta. De momento no ha logrado abrir nuevas ventanas literarias como sí lo hicieron Duras, Echenoz, Quignard, Lamaitre o Leila Slimani, antecesores en el galardón.

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