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País de ingente geografía y población, México resulta inabarcable también en la literatura. La 57 Feria del Libro de Valladolid le dedica este primer fin de semana. Seis autores acercarán sus obras que reflejan «la ciudad monstruo» que es su capital –como la describe Daniela ... Tarazona en 'Isla partida'–, la vida en los pueblos indígenas –'En el reino del toro sagrado', de Jordi Soler, 'El pasado anda atrás de nosotros', de Juan Pablo Villalobos–, la fascinación por sus colegas rusos de David Toscana ('El peso de vivir en la tierra') y la poesía de Alejandro Barrón y Sihara Nuño.
Sostiene Soler que hay una diferencia entre sus coetáneos y la siguiente generación. «La mía nació en un país afrancesado. Los escritores galos fueron muy importantes para nosotros. Crecí leyendo a Balzac, Breton, por supuesto Flaubert, Artaud. Y la generación de después de los boomers, está más orientadas hacia Estados Unidos, hacia la literatura en inglés». El mexicano afincado en Barcelona encuentra un punto de conexión en los escritores de su país: «Lo que nos une a todas las generaciones es lo cervantino, somos hijos de Cervantes, en contra de lo que ha pasado en España, se ha aniquilado a Cervantes. 'El Quijote' sobrevive gracias a Latinoamérica y los escritores de allí seguimos utilizando su humor disparatado, situaciones delirantes, tramas rocambolescas. En España, quizá la dictadura tendrá algo que ver, ha dado escritores realistas. El cervantinismo español está representado por Eduardo Mendoza y algo de Enrique Vila-Matas.Los latinoamericanos estamos hermanados por Cervantes que, paradójicamente, es un escritor español».
David Toscana alude con frecuencia a 'El Quijote'. «Soy, más que cervantino, quijotesco. Desde adolescente me enamoré de ese personaje que prefiere vivir en la imaginación. Es el acto más osado para volverse libre. Sus amigos y parientes lo quieren normalizar. Así suelen ser los amigos y parientes: creen que lo correcto es ser ordinario, mediocre, común», asegura este ingeniero de Monterrey que dejó la tecnología por la literatura. «Me raptaron las palabras y nunca he podido pagar el rescate. Síndrome de Estocolmo . En casi todas mis novelas aparece Monterrey y la escribo desde la nostalgia, escribo sobre un Monterrey del pasado que ya no existe».
Se reconoce «amante de la literatura rusa, pero no me siento ruso. Mi segunda patria es Polonia, y todo polaco sabe que el enemigo siempre ha sido Rusia, durante el zarismo, durante el comunismo y ahora con el putinismo. Mi novela homenajea a los más grandes escritores rusos, pero recordemos que casi todos fueron censurados, perseguidos, torturados, encarcelados, desterrados, gulagueados, cancelados o ejecutados. Todos los que se han jugado la vida por escribir nos enseñan que la buena literatura es más que un entretenimiento». Entre la hegemonía urbanita, Toscana mira también al mundo rural. «He sido un lector amoroso de Miguel Delibes. Su novela 'La hoja roja' se volvió tan importante para mí que terminé por escribir una novela con la misma premisa. Vivo en el pasado. Es mi acto quijotesco de libertad. Y por eso me atraen los escritores del pasado y los rurales, que suelen ser más adultos que los urbanitas. Cuando las novelas cumplen cierta edad, los editores les comienzan a agregar notas al pie. Yo necesito esas notas en una novela urbanita contemporánea».
Daniela Tarazona pertenece a la generación de Antonio Ortuño o Guadalupe Nettel. Estudió dos cursos de posgrado en Salamanca, «el primer sitio en el que viví tras dejar la casa de mis padres. Estar allí transformó mi manera de entender la realidad». Aunque sus «lazos con España me vienen de familia porque mi padre nació en Valencia, en 1937» percibe que «la política y sociedad mexicana se ven marcadas de manera inmediata por el compás de Estados Unidos. Es probable que sí pongamos mayor atención a lo que ocurre en nuestro continente. La identidad latinoamericana es potente y maravillosa». Precisamente la identidad, que en su caso tiene raíces alemanas-venezolanas por parte materna, es uno de los temas recurrentes en su literatura.
«Mis personajes se desplazan y aprenden del movimiento. A veces, esta manera de moverse implica también la mutación o la vida y la muerte... o la alucinación», afirma. La violencia, la megalópolis, el narcotráfico, pesan en el ambiente. «Son temas son ineludibles y acompañan nuestro día a día. En 'Isla partida', por ejemplo, puede observarse la angustia de la protagonista alimentada, a través de mí, por un contexto y una ciudad (la de México) con voluntad de monstruo. Quizá también puede observarse una protagonista en medio del caos en mi segunda novela: 'El beso de la liebre', en donde ella muere y resucita, aunque su mayor deseo es dejar de ser inmortal. Me interesan los cambios que experimentamos a lo largo de la vida, la percepción, la identidad, la genealogía de las mujeres, la biología, la medicina...».
Llevado al ámbito personal, «la transformación del cuerpo ha sido un tema fascinante para mí. De eso se trata vivir, pienso: de transformarse. Nuestra materialidad es bella. La naturaleza y sus potencias me vuelan la cabeza. Y sin embargo, nos moriremos algún día. Eso es todo». Siente que es un buen momento para las escritoras, «es una época distinta a la que vivimos hace 20 años. Y seguiremos escribiendo y nombrando el mundo». Sihara Nuño (México, 1986) vive en País Vasco y compartirá hoy poesía y aforismos con Javier García Rodríguez, escritor vallisoletano y profesor de la Universidad de Oviedo. También reside en la comunidad vasca Alejandro Barrón que conversa este sábado con Héctor Escobar.
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