Debutantes prometedores
Un Ángulo Me Basta ·
Estrenos narrativos en el mercado editorial español de muy diversa orientaciónUn Ángulo Me Basta ·
Estrenos narrativos en el mercado editorial español de muy diversa orientaciónCon 'Ser de fuera', nueve relatos de extensión regular, entre diez y veinte páginas, ha iniciado, al parecer de la mano de Aixa de la Cruz, su andadura literaria Raquel Delgado (1988), vallisoletana de Campaspero, afincada en La Coruña. El libro está escrito desde ... la perspectiva de alguien que ha perdido su identidad de pueblo, aun cuando regrese periódicamente a su lugar de origen, donde disfrutó de la niñez y la adolescencia, para sentirse invariablemente fuera de sitio, de ahí el título. La vida aldeana está contemplada sin bucolismos al uso: «abandonaste decidido ese infeliz mundo rural que tan felizmente embellecen los que nunca han vivido en un pueblo». Delgado desvela igualmente muy bien, con precisión cirujana, los intríngulis del universo familiar, sus secretos y mentiras, sobrentendidos y malentendidos, dimes y diretes, entregas y desapegos, distancias enquistadas y enconadas, a través de despedidas de soltera, bodas, matrimonios, embarazos, partos y crianza. En ningún momento cae, como es costumbre últimamente, en el sesgo ideológico en su visión del día a día de una muchacha de nuestro tiempo, mostrándonos con pericia su formación de la sensibilidad y la sentimentalidad. Quizá peque, a veces, por el lado contrario, de somera, con obviedades evitables.
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'Ser de fuera' Raquel Delgado. Sexto Piso, 112 páginas. 16,90 euros.
A los cuentos, por lo general lineales, con suaves analepsis, los une de una u otra manera, como decía, el espacio, un pueblo innominado, por rebasar el localismo, supongo, que bien podría ser, o no, Campaspero; son retazos de existencia femenina sin finales cerrados, sin desenlace incluso, sin resolución, como la vida misma, no sé si con poco o mucho, me inclino por esto último, de autoficticio. El costumbrismo rural está muy logrado, así como un humor fino, soterraño, y sorprende para bien, al margen de alguna imprecisión adjetival, en una autora novel, de suyo en general vanidosamente barroco, lo despojado y contenido del estilo, sin artificio alguno ni digresiones antojadizas, en ocasiones tal vez demasiado plano. Sus referentes parecen ser, en esta línea, pues los cita, Leonard Michaels, el Philip Roth de 'Patrimonio' y la Nobel Annie Ernaux.
'Libro de los días de stanislaus joyce' Diego Garrido. Anagrama, 320 páginas. 19,90 euros.
En las antípodas del estreno de Delgado, Diego Garrido arriesga a tope, con una prosa visceral y rompedora, y sale más que airoso, con 'Libro de los días de Stanislaus Joyce' (Anagrama), diario inventado, al margen del real, de Stanislaus, Stannie, hermano menor de James, tal vez el novelista más importante del siglo XX. El personaje diarista, a juzgar por las anotaciones, se tenía a sí mismo en poco, su autoestima, como se diría ahora, estaba por los suelos. Se autocalifica como «filósofo menor», incapaz de expresar convenientemente sus reflexiones e inquietudes: «De qué me sirve pensar tanto si no tengo el talento ni la inteligencia necesarios para comunicar mi pensamiento». Pero su propia escritura lo desmiente. Más adelante se pregunta si «es posible la expresión cabal de la intimidad». Y Garrido, apoyándose sobre todo en el 'Zibaldone' leopardiano, en Coleridge, Emerson o Pascal, también lo logra.
El diario está volcado en su hermano mayor, James, Jim, «ángel caído» de mirada melancólica y miope y en sus primeros escritos, ya «con una vanidad ciclópea, total». En ningún momento, pese a zaherirlo sin compasión, duda de su genialidad, por encima de su carácter disperso, de su inclinación obscena y de sus continuas juergas etílicas y prostibularias, ni tampoco de sus peroratas solemnes y alucinadas y sus famosas, para la posteridad, epifanías, «revelaciones del espíritu, breves y luminosas como un relámpago». Stanislaus se muestra durísimo con sus allegados. Ni el padre borrachuzo, rencoroso, violento, disoluto, despótico, «un Falstaff a la irlandesa», ni sus cinco pobres hermanas pequeñas, cuya única salida será el ingreso en un convento, ni su otro hermano, Charlie, «un putero y un meapilas», se libran de su palabra corrosiva. Salva mínimamente, pocas veces, a su hermana mayor, Poppie, que ejerce como puede de la madre muerta. Llama al hogar «pocilga» y «Casa Usher» y a la familia, barco a la deriva o tren cuesta abajo y sin frenos.
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La forma diarística digresiva, aunque sea apócrifa, facilita a Garrido la asunción de un estilo directo, demoledor, con un desparpajo inaudito en una ópera prima. No sé si deudor del diario original de este Joyce desconocido por nuestros lares. De cara a próximos escritos, y la solapa anuncia que actualmente trabaja en una segunda novela, veremos si ésta es su voz natural o bien la ha arrimado a las maneras de quien homenajea. En todo caso, una apuesta deslumbrante, de una madurez impropia, y que genera muchas expectativas sobre la aventura novelística que ha emprendido este madrileño de veintisiete años tan solo. Estamos ante un indudable animal narrativo, con posibilidades manifiestas, ya cuajadas, que, si acaso, debería pulir en lo sucesivo algunos excesos.
'Nada más ilusorio' Marta Pérez-Carbonell. Lumen, 208 páginas, 19,90 euros.
Otra debutante muy recomendable es Marta Pérez-Carbonell, salmantina de origen, profesora de literatura española contemporánea en Colgate University, Nueva York, especialista, entre otros, en Javier Marías, de quien parece discípula avezada en cuanto a la trabazón del argumento, aunque muchísimo más ramplón en lo expresivo, con lenguaje y sintaxis estándares, sin rastro de su altura estilística. Con esta novela de estreno ha obtenido una repercusión inaudita, se están preparando traducciones en siete lenguas, aunque esto puede derivar, según cabe deducir de los agradecimientos, de su agente literaria y sus persuasivos ayudantes. También puede contar el carácter cosmopolita, se radiografían buena parte de Londres y la Gran Manzana donde, entre la realidad y el fingimiento, es imposible no hacerse un personaje de sí mismo y, aparte de Princeton o Mallorca, Socotora, curiosa isla del sureste de Yemen.
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El pórtico del libro, cuyo título procede de una constatación de Ricardo Piglia: «no hay, a la vez, nada más real ni nada más ilusorio que el acto de leer», es muy curioso, se cita entero un soneto con rima heterodoxa del gran poeta chileno Óscar Hahn, junto a una reflexión sobre los comienzos y finales narrativos de Jean-Paul Sartre. No menos sorprendente es el inicio, una digresión sobre los dos tipos de cero en los numerales chinos (uno de ellos, el 'ling', la nada que queda después de algo, se revela luego metáfora de fondo clave en la trama), para situarnos de inmediato en el verano de la pandemia («el enemigo invertebrado, áfono y microscópico») tras el confinamiento. La mayor parte de la acción transcurre en un tren nocturno, en un «vagón digno de Hopper», entre Londres y Edimburgo, excusa tipo 'Cuentos de Canterbury' para que los tres personajes principales desarrollen en paralelo unas historias, con algo de matrioskas, que mezclan la intriga con la 'roman à clef' y la autoficción en sus dosis justas, muy bien administradas, quizá en exceso, por la parte artificiosa. Quizá lo más interesante sean las reflexiones sobre la utilización de las vidas ajenas como ficción, lo que me ha recordado la polémica entre Elvira Navarro y Víctor Erice, que se lamentó, a mi juicio con toda la razón del mundo, del uso novelístico del declive vital de Adelaida García Morales.
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