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Somos animales de costumbres que nos desplazamos ligeramente en función de la facilidades que nos proponga el camino. La actividad cultural más extendida entre los españoles sigue siendo la música (87%), seguida de la lectura (66%) y el cine (58%). El cambio en los últimos ... años radica en la 'inmaterialidad' de los soportes. Internet es la gran discoteca, biblioteca y filmoteca. Las plataformas son el escaparate de los creadores y el hipermercado para los consumidores, quienes no necesitan ni conocer sus preferencias, basta con una excursión por los pasillos virtuales para que un algoritmo defina sus deseos. La distopía, subgénero aplaudido, ya está aquí conviviendo con los viejos usos de escuchar, leer y ver por apetencia, por referencias y recomendaciones. Hay cultura fuera de los grandes almacenes custodiados por unas pocas manos multinacionales y de ella ha dado cuenta este suplementos desde noviembre de 2009.
Frente al 53% de la población que escucha música directamente en Internet, solo el 9,9% de los lectores bebe de esa misma fuente. El libro digital (20% de los lectores lo prefieren) no se ha impuesto al papel (62%). En los últimos lustros, la industria editorial española se ha concentrado en dos grandes grupos Penguin Random House (Grupo Bertelsmann) y Grupo Planeta. Fuera de ellos, sobrevive Anagrama, desde 2010 es del grupo italiano Feltrinello y Galaxia Gutenberg independiente desde el mismo año, Acantilado, Siruela y una pléyade de pequeños sellos de meritoria labor que defienden su nicho especializado como Libros del Asteroide, Nórdica, Impedimenta, Periférica, Errata Naturae, Cabaret Voltaire y un largo etcétera.
El público nacional apuesta por la novela contemporánea aunque en ese inmenso océano se alternan las mareas. A la pleamar de la narración histórica le ha seguido el de la novela negra (policiaca, criminal, de intriga). La literatura memorialística ha dado paso a una corriente híbrida entre la confesión y la creación llamada autoficción. Y la citada distopía ha creado sagas, series y videojuegos con fecundidad redundante. De las tendencias a las excepciones, aquí se suceden algunos libros que han trascendido a sus miles de compañeros de estantería por razones diversas.
Nadie hubiera augurado que un ensayo sobre 'la invención de los libros en el mundo antiguo' iba a reeditarse 45 veces y vender 400.000 ejemplares. Ocurrió en España, el libro es 'El infinito en un junco' y su autora, Irene Vallejo, cita en el prólogo a Emilio Lledó en su definición de libro: «un recipiente donde reposa el tiempo». Tejedoras sumerias de cuentos, bibliotecarios ciegos, el primer fan bibliófilo que perseguía al historiador Tito Livio y las primeras quejas por el poco reconocimiento al trabajo intelectual en la voz del poeta hispanorromano Marcial –«mis páginas solo gustan gratis»– se dan cita en este volumen. «El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo», concluye Vallejo, que ganó el Premio Nacional de Ensayo de 2020.
Otro caso de éxito al margen de las previsiones del marketing ha sido 'Patria', de Fernando Aramburu, que novela la historia de dos familias rotas por el terrorismo etarra en los años noventa. No era la primera vez que abordaba el tema, con la perspectiva que da el tiempo y la distancia –reside en Alemania desde los ochenta–. Ysin embargo, aquella novela inusualmente larga en su costumbre, que llegaba cinco años después de que ETA depusiese las armas, encandiló a cientos de miles de lectores y a otros tantos espectadores la serie homónima de HBO.
La adaptación televisiva de 'El cuento de la criada' le valió a Margaret Atwood una popularidad revalidada con 'Alias Grace'. Lo llamativo del caso es que la escritora canadiense crea esta distopía sobre una sociedad organizada como una secta, manipulada por unos pocos que controlan hasta la reproducción de la mayoría, a mediados de los ochenta y su ética y estética triunfan universalmente un cuarto de siglo después.
Antes de la pandemia, antes de la guerra de Ucrania, el mundo ya vivía en una incertidumbre apuntada por historiadores, sociólogos y economistas. Tony Judt, historiador británico, no dejó de pensar hasta que el ELAle paralizó por completo en 2010. El autor de 'Postguerra' y el fino analista de la historia intelectual de la izquierda francesa dejó un pequeño ensayo testamentario con el expresivo título 'Algo va mal'. Escrito tras la crisis de 2008, es una advertencia sobre cómo la emoción se ha impuesto a la política, sobre el desmantelamiento del tejido del Estado, sobre la nueva «gran narración de capitalismo global» –con mantras como «el crecimiento es buenos»y «la globalización es un proceso natural e irreversible»–. Judt recuerda que el capitalismo es un concepto económico compatible con todo tipo de regímenes políticos y que la socialdemocracia defendida por la generación anterior es lo menos malo que ha conocido Europa. En ese aviso para navegantes trabaja la periodista bielorrusa Svetlana Aleksievich. Ha dado voz a mutilados de guerras, a los científicos que advirtieron de la situación de Chernobil antes de la explosión y su último libro retrataba la frustración de sus conciudadanos que se acostaron comunistas una noche y se levantaron obligados a desear unos tejanos. Ese periodismo de hondo alcance le valió el Premio Nobel de Literatura de 2015.
Fenómeno en alza en la última década es la novela gráfica para adultos. Art Spiegelman, Joe Sacco o Marjane Satrapi eran ya clásicos cuando los dibujantes españoles saltaron de la tira cómica y el cómic al libro. Paco Roca dio ese salto, con historias autobiográficas. También con una que ha acercado la aportación de los españoles a la liberación de París tras la Segunda Guerra Mundial. 'Los surcos del azar' dibuja el destino de La Nueve, una división que tuvo que exiliarse de España, que fue recluida en campos de concentración franceses y que acabó luchando por defender la capital gala sin ningún reconocimiento. Rafael Chirbes, valenciano como Roca, fue reconocido en Alemania antes que en su tierra. Narrador de la especulación que transformó el paisaje paradisiaco de su infancia en el enjambre de cemento entregado al turismo, concentró 'En la orilla' las consecuencias del fin de la burbuja inmobiliaria en un micromundo al lado de un pantano.
Exponente metonímico de la intriga es Anita Raja, la traductora que publica bajo el seudónimo Elena Ferrante. Casi dos décadas después de su primera novela, un periodista destapó su identidad aunque ella siguió pidiendo respeto para su decisión. En la época de la exposición pública casi ilimitada, hay quien rechaza la popularidad y los réditos de la misma para que la atención se concentre en la obra.
Precisamente la celebridad se le volvió en contra a Woody Allen, a quien le pilló la avalancha del movimiento Me Too. Sus memorias, muy cotizadas en su momento, se encontraron terminadas y sin editor por mor de una lluvia de acusaciones de acoso. La corrección política y la práctica de la cancelación amanecían al mundo editorial. El juicio público precedía a las pruebas.
Por último, un ejemplo de reflexiones memorialísticas pegadas a las últimas circunstancias vividas por el soriano González Sáinz, 'La vida pequeña'. Un divagar desde la literatura por el imaginario del momento que hermana a autor y lector cuando todo es tan inexplicable.
Particular botón de muestra de una oferta editorial dominada numéricamente por premios ajustados a la receta saciante del 'best-seller' y por firmas de rostros televisivos.
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