Los tres libros recomendados de la semana. El Norte

Los libros de la semana

La culpa de 'Los alemanes', de Sergio del Molino', y una casa al borde de la piqueta

Las recomendaciones literarias de la semana incluyen dos de los premios de la temporada, incluido 'Elogio de las manos', de Jesús Carrasco, junto a 'Amor capital' de Karmele Jaio

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 23 de marzo 2024, 00:24

Hay historias de culpas heredadas, de casas adoptadas y amores escondidos. Las tres recomendaciones literarias de esta semana se fijan en dos de los grandes premios de la temporada y en una novela que explora la vertiente más dolorosa del amor. 'Los alemanes', de Sergio del Molino ... , ha recibido el premio Alfaguara. 'Elogio de las manos', de Jesús Carrasco, ha obtenido el Biblioteca Breve de Seix Barral. Y el triángulo de las lecturas se completa con 'Amor capital', de Karmele Jaio para Destino.

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'Los alemanes' , Sergio del Molino

«El pasado se vuelve presente en cuanto lo tocas» (53)

  • Los alemanes Sergio del Molino

  • Alfaguara 336 páginas. 20,90 euros.

«Si se puede renunciar a una herencia, se puede ignorar lo que hicieron nuestros padres», dice Fede (212), uno de los tres hijos de Juan Schuster, un famoso empresario aragonés (hoy con Alzhéimer) que hizo fortuna con una fábrica de salchichas. Los Schuster son una de esas familias con raíces alemanas que se instalaron en Zaragoza en 1916, después de que los oficiales teutones fueran expulsados de Camerún durante la Primera Guerra Mundial. Muchos de ellos llegaron a España y aquí se quedaron. Entre ellos, los Schuster, cuya estirpe ha llegado hasta hoy... aunque tal vez sin más futuro, porque ninguno de los tres hijos de Juan ha tenido descendencia. Y cuando no hay nada que invite a mirar hacia adelante, la tentación es fijarse en lo que está por detrás, en las generaciones que nos precedieron.

La historia comienza (y termina) en un cementerio. Fede y su hermana Eva asisten al funeral de Gabi, el hermano mayor, un músico que cultivó el malditismo y fue repudiado por su padre por homosexual. Fede vive en Alemania. Eva es una abogada metida en política con grandes posibilidades de hacer carrera. Sus voces se alternan en la narración y a ellas se suman las de Berta (amiga de Gabi) y Ziv, un empresario israelí que quiere recalificar unos terrenos y no duda en chantajear a Eva para conseguir su objetivo. Y ese chantaje tiene que ver con las implicaciones de Juan, su padre, con los nazis.

A partir de esta premisa, Del Molino urde un artefacto que dosifica muy bien la información (sobre todo durante los primeros capítulos) y que hurga en esa idea de la culpa heredada, de los elementos que configuran nuestra identidad. ¿Somos responsables de lo que hicieron nuestros padres, nuestros antepasados? ¿Hasta qué punto hay que pedir perdón por algo que no hicimos, que ni siquiera deseamos? ¿Podemos desentendernos de los pecados pasados cuando parte de lo que somos, de lo que nos legaron, procede de ahí? «La historia no era una cosa muerta de la que uno pudiera desentenderse, sino la sustancia que nos conforma» (301). Y al mismo tiempo, ¿tenemos derecho a no saber? ¿Se puede no saber? «El pasado nunca deja de molestarnos» (57). Y aquí regresa para zarandear las ramas más recientes del árbol familiar.

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«Las familias siempre mienten», se dice en la página 134. Y este es un libro en torno a una de esas familias donde hubo silencios de más, mentiras ocultas y también personas que prefirieron mirar para otro lado (por ejemplo, al teclado de un piano). La elección de esos narradores alternos hace que, para que avance la acción, en ocasiones haya parlamentos demasiado explícitos, poco creíbles por la sobredosis de información, necesaria tal vez para comprender mejor la historia. Esta artificiosidad se percibe especialmente en los capítulos de Berta, donde la narración no avanza con la naturalidad de otros. Pero Del Molino construye un libro con una intriga atractiva, atravesado por interesantes reflexiones sobre el poder, la responsabilidad heredada, las culpas atribuidas o la venganza.

'Elogio de las manos', Jesús Carrasco

«No es posible mirar al mismo tiempo al objeto y a su representación en el papel. Miramos aquello que queremos dibujar, lo retenemos unas décimas de segundo y, a continuación, llevamos ese recuerdo al papel. Es un paso mínimo por la memoria, pero, sensu stricto, solo se puede decir que dibujamos lo que recordamos, no lo que vemos» (246)

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  • 'Elogio de las manos'. Jesús Carrasco

  • Seix Barral. 320 páginas. 20,90 euros.

Su padre era encuadernador. Su madre, costurera. Ambos usaban manos e hilos para ensamblar unas hojas o unos trocitos de tela, para proteger unas páginas o remendar una cicatriz de algodón. Él, Jesús Carrasco, es escritor. También usa las manos (el teclado) y también recurre a los hilos que le ofrece la realidad para hilvanar ficciones o recuerdos con forma literaria. Uno de esos hilos se desenrolló gracias a un programa de radio de la BBC, donde hablaban sobre el papel crucial de las manos a la hora de construir, de configurar lo que somos y lo que hacemos. Otro hilo vino por casualidad, cuando el cuñado de Jesús le comentó que un amigo suyo tenía una vieja casita en la costa de Málaga que estaba a punto de pasar por la piqueta. En los terrenos en los que estaba emplazada, el empresario quería montar un complejo hotelero. Pero llegó la crisis económica, el plan no podía salir adelante y, antes que tener los terrenos abandonados y la casa solitaria, le ofreció a su amigo la posibilidad de ocuparla. Hasta que el proyecto se hiciera realidad.

Fue así como Jesús y familia adoptaron esa casita y la convirtieron en un refugio, un hogar, un espacio para los deseos y las aspiraciones. Poco a poco, año a año, con sus manos y chatarra, con restos de obra e ilusión, arreglaron fachadas y ventanas, tiraron tabiques, construyeron estructuras... Este libro es la historia de esa casa que disfrutaron durante más de diez años sabiendo que un día no solo tendrían que abandonar ese espacio, sino que además iba a desaparecer. Que todas las mejoras que hicieran durante ese tiempo acabarían demolidas en cuanto el empresario consiguiera el dinero para sacar su proyecto adelante.

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Aún así, Jesús y su familia se empeñaron en convertir esa casa en ruinas en un lugar mejor, se comprometieron para disfrutar de ella mientras pudieran, se convencieron de que esa vivienda, en fin, podía ser una metáfora de la vida. Vivimos en ella, nos preocupamos por ella, invertimos en ella, la hacemos lo más habitable posible, con todo el esfuerzo que sea necesario, aunque sepamos que un día desaparecerá, que de ella no quedarán restos, tan solo quizá las ruinas del recuerdo. Y cenizas. «¿Por qué no reservamos la esperanza y las fuerzas para objetivos más plausibles?», se pregunta Carrasco al principio de este texto. Y más adelante ofrece algunas respuestas. Por ejemplo, porque «lo pequeño nos consuela, hace de los días algo soportable» (218). O porque «todo lo que nos rodea es portador de una conciencia» (40).

Así cada objeto con el que convivimos está ahí por una razón (alguien lo hizo con un propósito, lo compró o lo regaló por algo, lo conservó por un motivo). Carrasco ha escrito un libro de recuerdos y memorias sobre esa casa habitada que un día tuvo que abandonar y sobre el placer de trabajar con las manos y empeñar su esfuerzo en una empresa deseada y compartida. De eso habla este libro, esta novela en construcción, que ofrece fogonazos de emoción (ese tramo final en el que las manos también cuidan de una vida que se apaga), aunque tal vez el lector no disfrute tantos de estos recuerdos como el escritor al evocarlos.

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'Amor capital', Karmele Jaio

«Quizá se nos pueda conocer mejor por las frases que subrayamos en un libro que por las palabras que decimos» (216)

  • 'Amor capital' Karmele Jaio

  • Destino.

Al principio, Martín era atento, apasionado, con los piropos al dictado del cliché. Una «bomba de relojería» que explotó en el corazón de Olga. Los dos estaban casados, pero abrieron la puerta a una aventura que pronto se comenzó a torcer. Por el miedo inconfesado de él. Por las expectativas confesadas de ella. Olga vio en ese cortejo de Martín un ejemplo de ese amor romántico en el que durante años fue educada, «un amor de película» que había «masticado y engullido desde niña» (63). Él utilizó «el disfraz del amor» (64) para conquistarla. Para hacerla suya. Y ella empieza a separarse de sus amigas, a perder su autonomía y autoestima, a entregarse a prácticas sexuales que no siempre son consentidas. Deja de hacer planes para estar con él, está pendiente del móvil a todas horas, se hace la ignorante para que él puede alardear de una supuesta superioridad. «Llegué a pensar que amarle consistía en moldearme hasta que mi forma fuese exactamente la que él buscaba» (93). «Me hice pequeña para ser amada» (95).

Todo eso lo recuerda Olga durante el funeral de Martín. Es la amante abandonada que asiste al entierro de un tipo al que una vez creyó amar. Un tipo que se ha suicidado, que protagonizó turbias relaciones de pareja y que ocultaba una extraña relación con su padre que poco a poco conocerá el lector. Y un tipo, además, que dejó en Olga muchas dudas y preguntas que ahora, desde la experiencia y con ayuda, ha empezado a resolver.

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Esa ayuda viene de dos mujeres cómplices. Por un lado está Laia, una estudiante que ha elegido a Olga para que dirija su tesis sobre las representaciones artísticas y literarias del amor a lo largo de la historia. Esto permite que en el libro se cuelen pasajes e interpretaciones de obras de Frida Khalo, Marguerite Duras o Dorothy Parker. Laia concibe el amor como una telaraña, como fuente de mil males. Olga lo observa desde la necesidad de reinventarlo. Y junto a ellas está Bakarne, la tercera de un triángulo de sororidad donde al final triunfa el amor propio.

'Amor capital' es un novela de ideas que reflexiona en torno a la imagen social del amor, a cómo se ha sacralizado un tipo de relación de pareja que en ocasiones narcotiza otros afectos. Aquí se habla de los peligros del amor como salvavidas (105), pero también de la amistad como colchón protector.

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