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Soledad Puértolas publica un nuevo volumen de relatos, cuatro esta vez que, a pesar de las diferencias aparentes, están unidos por los mismos temas. El título remite, eso le resulta evidente al lector y con ello juega la autora, a las composiciones musicales interpretadas por ... cuatro instrumentos. También a la forma sonata propia de las partituras escritas para cuartetos. Cada movimiento, y la sonata clásica está compuesta de cuatro, tiene una forma en que aparece un tema principal que, después de su desarrollo, da paso a otros temas que se desarrollan para dar paso a otros sucesivamente hasta que llega el final en que la composición retoma el tema principal. No hay en la forma de estos relatos un intento de asemejarse a dicha forma, pero, tomados los cuatro en su conjunto, sí que podemos ver que todos comparten unos temas parecidos que Puértolas elabora con sutiles diferencias en cada uno de ellos.
La literatura de Puértolas se ha distinguido siempre por la voz narradora personal en que sobresalen las frases cortas y un tono que da por normal lo que ocurre en la vida. Es una voz que refleja un mundo costumbrista, en nada diferente al de cualquiera de la mayoría de sus lectores; el mundo de la cotidianidad aceptada, podríamos llamarlo, incluso de la cotidianidad orgullosamente aceptada. Al final, sin embargo, una brecha se abre en ese mundo que desde fuera parecía tan coherente y estable.
Así ocurre también en estos cuatro relatos. Las vidas de sus protagonistas parecen firmes; son adultos de quienes nada fuera de lo ordinario puede esperarse, llevan vidas comunes, lo que no quiere decir aburridas, solo previsibles. En un momento determinado hay un punto de quiebra de esa normalidad que los lleva a ver lo frágil de la vida, la tramoya sobre la que se sostiene. Y la aceptan, con lo bueno y lo malo aceptan la vida tal como es.
Hay, es cierto, un relato, el primero, que puede resultar chocante al que haya leído con cierta asiduidad a Puértolas. Es una historia propia de los cuentos folclóricos, una historia de un reino maravilloso, un rey y una princesa que ven peligrar su reinado. Para que resulte creíble, la autora ha de forzar el lenguaje y utilizar modismos y expresiones propios de tales cuentos, desviándose así de ese estilo suyo tan peculiar, que no desaparece del todo pero sí queda en segundo plano. Los otros tres cuentos tienen lugar en nuestro tiempo; lo subraya el hecho de que hable de temas que son actuales y que sirven de escenario sin nunca, por ello, desviar el tema principal. Se asemejan a decorados en los que la fábula se resuelve.
Son historias en los que el paso del tiempo, la rareza del mundo a partir de cierto momento en la vida, la despedida de aquellos a quienes conociste son temas principales que, en unos con más énfasis, en otros con menos, aparecen en los cuatro relatos. De un modo sutil, como si los susurrase.
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