Fue Alfred Hitchcock quien acuñó el término 'Macguffin' para denominar un elemento narrativo que, aunque no resultara fundamental como pieza de la trama cinematográfica, servía para dar impulso a la acción de esta y motivar la atención del espectador. Los cinéfilos citan como ejemplo ilustrativo ... de 'Macguffin' la escultura de 'El halcón maltés', que llega a ser causante de varias muertes, pero que podría haber sido sustituida por otro objeto y que, de hecho, acaba en la película sobre un estante, relegado a la nada todo su supuesto valor. Una función muy similar a esa cumple Idoia López Riaño, la sanguinaria activista de ETA apodada la Tigresa, en 'Las fieras', la última entrega de la escritora barcelonesa Clara Usón. En la novela se combinan hechos reales acaecidos en los llamados 'años de plomo' con otros imaginarios que aporta la autora para dar cuerpo al texto, como las conductas machistas que la conocida terrorista, convertida en personaje literario, atribuye a sus compañeros en las páginas en las que interpela a María Ortega, otro ser de ficción para quien López Riaño constituye una referencia obsesiva.
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'Las fieras' Clara Usón. Ed: Seix Barral. 376 páginas. 20,80 euros (ebook 9,49)
María Ortega es la hija del policía nacional con cuyo asesinato, en septiembre de 1985, se abre la novela. De él se nos dice que recibió seis impactos de bala y que un séptimo fue a parar a la frente de su hijo de diez años, que falleció cuarenta y ocho horas después. Un medio de la izquierda abertzale lo había vinculado a los GAL y otros a la ultraderecha, pero el asesinato no fue reivindicado por ETA. Ese dato, que en el desarrollo argumental del libro adquirirá una inesperada significación, es ignorado por la hija, que lo relaciona con otros atentados cometidos en la misma época; entre ellos el de un marinero que, según rumores, traficaba con drogas y sobre el que la Tigresa descerrajó un tiro mortal en la sien después de bajarse durante unos instantes de la Vespa que conducía su amante, y también militante de ETA, José Ángel Aguirre.
Es dicha circunstancia –la de los atentados que por aquellas fechas cometió esa pareja, bautizada por la prensa como 'los Bonnie and Clyde vascos'– la que conduce a María Ortega a la convicción de que su padre fue una víctima más de ese dúo siniestro. Y es esa convicción la que da a Idoia López Riaño en la primera parte del libro, y en la publicidad de la editorial que ha acompañado a este, un papel un tanto sobredimensionado que, según se avanza en la lectura, va quedando desmentido.
El lector de 'Las fieras' va a toparse, de este modo, con una Tigresa-Macguffin, o sea, con un elemento poderosamente efectista, pero débilmente narrativo desde el momento en que no cumple una función de pieza central ni esencial de la trama novelesca aunque sí de estímulo técnico, pues es el que justifica en gran parte la irrupción en otro plano del personaje de Miren, una muchacha que es hija de un policía nacional vinculado a los GAL (un «txakurra» en la jerga nacionalista) y cuyo círculo de amistades pertenece al enrarecido entorno de ETA. Círculo al que no es ajeno Julen, el chico por el que se siente atraída.
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En relación con esta variedad de personajes y de planos en los que se mueven, que constituyen un planificado artefacto novelesco, es preciso destacar los diferentes registros de voces narrativas. María Ortega habla en una primera persona que es contestada por la propia Idoia López Riaño. El monólogo de la primera sirve para ambientar el escenario y el tiempo en que sucedieron los hechos de modo que oscila entre el retrato costumbrista, el relato histórico y unas reflexiones que lindan con el panfleto aunque sea para condenar genéricamente todo tipo de nacionalismo, en especial el más radical y panfletario. La respuesta que recibe de la terrorista sirve para marcar un perfil muy elemental y superficial de conducta: el de una hija de padre salmantino y madre extremeña que experimentaba la peculiar necesidad de reafirmarse por las armas en su condición vasca y femenina. Su discurso, plagado de previsible demagogia, sirve para cumplir una función técnicamente relacionada con el argumento: niega haber asesinado jamás a un niño. A esas voces se suma la omnisciente tercera persona que nos da cuenta de las andanzas de Miren. Y a todas esas páginas se añaden las que ceden la palabra a Amadeo, el amigo y compañero de trabajo del asesinado. Palabras que resuelven el caso y revelan que, en 'Las fieras', no solo la Tigresa, sino la propia ETA y su tragedia, son un puro 'Macguffin' novelesco y terminan en un estante, como el halcón de Dashiell Hammett en la peli de John Huston.
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