El escritor Mircea Cărtărescu. Daniel Pedriza

Curiosidad en la obra de Cărtărescu

'Cegador' es uno de esos libros que acaban generando más texto que el que contienen, que corren el riesgo de acabar sepultados en las palabras de otros,

Sábado, 15 de abril 2023, 00:26

El libro salió en septiembre, así que quizás es un poco tarde para hablar de él. Sin embargo, hay que hablar de él, aunque sea tarde, aunque las circunstancias, el hecho de que lo haya leído despacio, con pausa, después de haber releído los dos ... volúmenes que lo anteceden, es decir la obra entera, es decir 'Cegador', la novela en tres partes, colosal de Mircea Cărtărescu, su obra más larga, no me hayan dejado escribir hasta ahora.

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Porque, me dije, en lugar de hablar de la tercera parte, 'El ala derecha', tal como en su momento les hablé de 'El ala izquierda' y del 'Cuerpo', era a lo mejor el momento de hablar de 'Cegador' en su totalidad. No espero añadir mucho a lo que ya he dicho, o lo que otros han dicho, que ha sido mucho, porque 'Cegador' –toda la obra de Cărtărescu, en realidad– es uno de esos libros que acaban generando más texto que el que contienen, que corren el riesgo de acabar sepultados en las palabras de otros, en las mías, en las de mucha gente más sabia, más enterada que, yo que no soy más que un lector que escribe sobre lo que lee.

De hecho, es bastante probable que diga, inadvertidamente, cosas que ya se han dicho, hasta repetido, de esta 'Cegador'. En realidad, que me haya leído 'Cegador' de cabo a rabo, y no solo el último tomo en ser publicado, obedece a una curiosidad mía. Hace años, cuando salió el primer volumen, alguien, un conocido de las redes, profesor rumano, Mihail Jacob, que a la sazón había leído la obra entera y no solo el primer fragmento, afirmó que 'Solenoide' era la mejor o más total obra de Cărtărescu.

A mí, particularmente, 'El ala izquierda', por las razones que sean, que no siempre están claras –aunque seguramente algo tenía que ver la secta de Luisiana, su viaje a través de cristales y estratos geológicos y orgánicos, el terrible sacerdote que tenía algo de cenobita barkeriano– ya saben, gustos y colores, me gustaba más, me parecía mejor. Ahora, tiempo después, mil trescientas y pico páginas después, no ando tan seguro.

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Quizás, en efecto, 'Solenoide', sea más redonda, quizás, en cierto modo, sea la síntesis de gran parte de lo que Cărtărescu lleva haciendo o diciendo desde 'Nostalgia'. Estoy tentado de usar el tópico del mapa y el territorio, sin embargo esto podría llevar a engaño. Quizás sería mejor decir que en 'Solenoide' el territorio, de algún modo, está señalizado, no mucho, quizás un tanto urbanizado, o ajardinado, lo cual no sería cierto, pues sigue, en gran medida, siendo selvático –la Bucarest de Cărtărescu nunca dejará de ser una jungla, no tanto de asfalto como metafísica–, pero 'Cegador', y también 'Nostalgia', que de alguna manera son la misma obra, constituyen un lugar más agreste y visceral, que a juicio de este lector es necesario, o al menos preferible, transitar si queremos tener un panorama completo del mundo de Cărtărescu.

Hay, seguramente ya se ha dicho, un componente psicogeográfico implícito en los trabajos de Cărtărescu. Pero los paseos a los que invita abarcan calles y épocas, el embeleso entusiasmado y lo terrible, y dentro de lo terrible –un régimen atroz– lo bufonesco. Es una mirada para la cual el milagro, el cemento, la pulga, la ficción novelesca y la cola del pan no son diferentes, forman parte de un mismo tejido, de una sola realidad que, como dice Mohamed Mbougar, no tiene opuesto.

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