![El cine como verdad](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/07/camara1-kH0F-U230792626077y5G-1200x840@El%20Norte.jpg)
![El cine como verdad](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/07/camara1-kH0F-U230792626077y5G-1200x840@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Eduardo Roldán
Sábado, 15 de febrero 2025, 10:27
De todas las artes, nosotros pensamos que el cine es la más importante», dijo Lenin en 1922. El cine tenía una fuerza inmediata mucho mayor ... que la literatura, el teatro o la música, y por tanto era una herramienta idónea para forjar la conciencia revolucionaria. Para este propósito, sin orillar el cine de ficción —Kuleshov, Eisenstein, Pudovkin—, el nuevo gobierno privilegió el documental, entre los que destacaron la serie Kino-Pravda (Cine-Verdad) de Dziga Vértov. Todos ellos desarrollaron unos posicionamientos estéticos singulares con una raíz común, la importancia central que tenía el montaje como creador del efecto deseado en la mente del espectador. El montaje era lo que definía y cualificaba al lenguaje cinematográfico.
El posicionamiento estético de Vértov fue quizá el más radical de todos. No solo el montaje era el eje del cine, sino que este debía separarse tanto como le fuera posible de las influencias narrativas de la novela y el teatro, y en este sentido los filmes de ficción, para Vértov, aunque contuviesen un mensaje revolucionario, no eran esencialmente cine, más bien ilustraciones visuales realizadas con mayor o menor audacia. Para el año 1929, en que rueda 'El hombre con la cámara', Eisenstein ya había alumbrado 'El acorazado Potemkin' u 'Octubre', o Pudovkin 'La madre'; era difícil pues imaginar una obra documental que pudiese competir con los más grandes títulos que ya había dado el nuevo cine soviético. Sin embargo, 'El hombre…' rompió cualquier idea preconcebida.
La sinopsis de 'El hombre…' cabe en una línea: un día en la vida de una ciudad. Sin embargo, lo que Vértov hace trasciende el mero argumento. Recuerda a la respuesta de Onetti cuando le preguntaron quién era el protagonista de una de sus novelas: «El protagonista es el punto y coma». No quiere con esto decirse que 'El hombre…' sea un mero ejercicio esteticista, vacío, el producto de alguien jugueteando con las posibilidades del medio. Por contra, los recursos que emplea Vértov están indisociablemente unidos al asunto que narra. Y el asunto no es solo propaganda frontal. Hay, desde luego, propaganda: las máquinas no son objetos inertes, sino motores de la realización personal del hombre a través del trabajo; las factorías son lugares, paralelamente, donde el hombre (revolucionario) transforma la sociedad y se realiza. Pero también hay espacio para mostrar los rincones sombríos del estado comunista: el abuso del alcohol, las desigualdades persistentes.
Para mostrar todo esto, Vértov exprime los recursos del cine hasta sus últimas consecuencias. Sobreimpresión, lentificación, aceleración, exposición múltiple, congelación de fotogramas, encuadres oblicuos, 'stop-motion'… 'El hombre con la cámara' es una clase magistral de las posibilidades expresivas del cine, un canto al cine como arte autónomo, libre, idiosincrásico. Un canto que se alinea con las vanguardias –especialmente el futurismo–, y que emplea como hilo conductor a un operador de cámara («el hombre con la cámara» del título, el propio hermano de Vértov) que es quien filma lo que nosotros estamos viendo. (Si bien hay escenas en que se da un juego de espejos, aquellas en la que vemos al operador montando la cámara o filmando; en estos casos hay otra cámara, otro ojo o meta-ojo que mira a la cámara que filma).
'El hombre…' es también un canto a las personas que hacen posible el cine, a quienes se les dota de toda la dignidad del trabajador de las fábricas, es decir del sujeto que contribuye a crear una sociedad mejor. Así, no solo el operador de cámara –protagonista del filme junto a la ciudad–, sino también la montadora aparece realizando su labor de corta y pega, de ensamblaje, en varias ocasiones. Ellos dos sintetizan el manifiesto estético de Vértov: el cine-ojo y el montaje. La cámara que filma, y que es capaz de mostrar lo que el ojo humano no alcanza a ver, y el montaje, que forma un «mosaico» visual «liberado de las fronteras del tiempo y el espacio».
La radical apuesta de Vértov no fue bien recibida en su momento, ni por colegas, que criticaron su excesivo experimentalismo, ni por las autoridades soviéticas, que consideraron el filme demasiado «difícil» para el público, a quien le costaba discernir el mensaje revolucionario, positivo, entusiasta, en aquellas imágenes, algunas de corte casi surrealista. Con la llegada de Stalin, el riesgo artístico quedó aún más marginado, y Vértov condenado a una serie de documentales propagandísticos más convencionales. Por suerte el tiempo ha colocado a 'El hombre con la cámara' donde se merece, y hoy nos maravilla el dominio del medio y la infatigable modernidad de un filme que cuenta con casi cien años.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.