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michi huerta
Viernes, 10 de diciembre 2021, 19:55
1
El crédito como director le corresponde a Lloyd Bacon, pero la magia la puso Busby Berkeley. Él detonó la precisa bomba de relojería que dinamitó la teatralidad del género al coreografíar y dirigir los números musicales, de una modernidad apabullante: la cámara se cuela entre los tobillos de las bailarinas o se coloca en el techo para ofrecer composiciones caleidoscópicas que hipnotizan al espectador más escéptico.
2
La RKO maridó de forma perfecta la elegancia de Fred Astaire y la energía erótica de Ginger Rogers en un puñado de comedias románticas a las que cualquiera querría mudarse a vivir. En esta, la cámara de Sandrich baila junto a los amantes y obliga al espectador a disfrutar del éxtasis de la pareja. El sentido narrativo de la danza y el juego con la profundidad de campo ampliaron los límites del género.
3
La felicidad hecha cine. En pleno apogeo de los 'musicales integrales' producidos por Arthur Freed para la MGM, un puñado de artistas en estado de gracia lograron una de las obras más deslumbrantes de la historia del séptimo arte. Casi siete décadas después conserva su aura moderna y desenfadada, de una levedad fascinante pero dotada de sentido. Un estimulante infalible y sin efectos secundarios.
4
El polifacético Bob Fosse es, sin duda, el gran renovador del género en los años setenta. Tras el éxito de 'Cabaret', Fosse acometió un drama autobiográfico sobre el alto precio personal que a menudo pagan los artistas. Su estilo lisérgico impulsa el encuentro entre canción, danza y muerte. Y el protagonista dice adiós a la vida y a la felicidad a golpe de cadera y con una sonrisa en los labios.
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