

Los cinco inviernos de Olga Merino y las novedades de Isabel Allende y John Le Carré
Un relato periodístico en los años convulsos de Yeltsin y la historia de 'Violeta', una mujer que vivió dos pandemias
De las libretas rusas de Olga Merino a la última historia de espías de John Le Carré y la vida novelada de 'Violeta'. Estos son ... los tres libros de la semana.
'Cinco inviernos', Olga Merino. Alfaguara
Olga Merino fue durante cinco inviernos corresponsal de 'El periódico' en la antigua Unión Soviética. Durante ese tiempo, además de las crónicas periodísticas, registró lo que lo que le ocurría (y lo que se le ocurría) en siete libretas rusas que ahora, 30 años después de la caída de la URSS, rescata para mantener con ellas un diálogo. Merino llegó a Moscú cuando tenía 28 años y una inmensa vocación literaria. Más incluso que periodística. Son comunes las entradas en estas libretas sobre su ansia por escribir y sus problemas para hacerlo. Se cuestiona si será buena narradora en un entorno hostil, de frío, inestabilidad política, hambre y cucarachas. «La vida aquí es pura lucha por la supervivencia» (página 38), anota entre capítulos sin agua caliente, sin compresas en la farmacia y en un mercadillo callejero con los restos de la quiebra en España de Galerías Preciados. La gente, cuenta en la p. 46, sale a la calle con una bolsa por si se tropieza con algo decente que llevarse a casa. 'Cinco inviernos' intercala, sin diferencias tipográficas, aquellos apuntes de hace 30 años con la reflexión actual sobre lo que su autora siente al releerlas. Hay recuerdos no anotados y cosas que anotó y no recuerda (28). Hay un retrato brutal de una época (la guerra de Chechenia, las privatizaciones que enriquecieron a una oligarquía). Hay un concierto de Antonio Baciero en Moscú. Y hay un interés enorme por la literatura rusa: la importancia de los trenes (57), la nieve (133), la muerte de los escritores (160), sus angustias y anhelos (190). Y sientes el frío, la miseria, la desazón creativa de Olga Merino en un libro muy entretenido.
'Proyecto Silverview', John Le Carré, Planeta
Cuando John Le Carré falleció hace más de un año (en diciembre de 2020) dejó decenas de folios manuscritos que no han visto todavía la luz. Algunos eran esbozos de novelas. Otros, libros casi completos, pendientes tal vez de una última revisión antes de llevárselos al editor. Ese, parece, fue el caso de 'Silverview', la novela que ahora su hijo Nick ha rescatado del olvido para llevarla a las librerías. Era, sin duda, una versión muy avanzada del libro. Aunque, a veces (sobre todo en los capítulos finales) parece que le faltaba algún toque. Lo digo porque en esas últimas páginas la acción se acelera, las descripciones se quedan en frases muy cortas. Multitud de puntos y seguido. Como si el autor hubiera querido fijar el esqueleto para luego poner detalles a continuación. O quizá no y se optó por ese estilo seco, agreste, en el tramo final. No sé. Lo que está intacta es esa pasión por los secretos, por la lealtad, por el papel del espía, sus dudas y compromisos. Las primeras páginas son fantásticas. Una mujer que lleva un mensaje a un tipo del oeste de Londres. Un joven librero (sin mucha idea de literatura) que recibe la visita de un extraño hombre interesado en la obra de Sebald. ¿Quién es aquella mujer? ¿Quién este hombre apasionado de lectura que se entromete en la vida de un librero? La urdimbre del libro permitirá comprender que ambas historias, en apariencia sin relación, se conectan en una conexión donde las relaciones con la figura del padre (de la agencia, tal vez) tiene mucho que ver. ¿Hasta qué punto debemos lealtad a los nuestros? ¿Podemos espiar a nuestros aliados, a nuestros seres queridos, y salir indemnes de eso? «No hay modo de tener controlados todos los aspectos de la vida privada de un agente», se dice en la p. 148 de este libro de espías del presente que recuerdan sus tiempos en Serbia o Polonia. Y sobre esto, un libro sobre las flaquezas de las convicciones y la debilidad de los sentimientos.
'Violeta', Isabel Allende, Plaza&Janés
«Con el tiempo se recuerdan los hechos, pero se borran las emociones», dice la narradora de este libro en la p. 222. Su nombre es Violeta, una mujer que ha superado el siglo de vida y que escribe una larga carta testimonio (que es este libro) a Camilo. Quién es y la relación que mantiene Camilo con Violeta es uno de los motores del libro. Ella nació en 1920, en los tiempos de la gripe española y falleció en 2020, después de sufrir el confinamiento y ver cómo cambiaba (de nuevo) el mundo que conoció. Cien años de historia que repasa, como dice esa frase de ahí arriba, más con la sucesión de los hechos que con la hondura de las emociones. Es lo que he sentido al leer esta novela. Se estaba muy pendiente por narrar el qué le pasaba sin ahondar tanto en el cómo. Es verdad, como dice la narradora, que «el viaje de la vida se hace de largos trechos tediosos» y que son los «acontecimientos inesperados» los que «vale la pena narrar» (151). Pero siento que Violeta es más calendario que retrato íntimo. No sé. Aún así, se lee con interés la vida de esta mujer que corre paralela a la de la Historia. Vivirá el auge económico de Latinoamérica en los años 20, el crack del 29, el incipiente feminismo (de la mano de Miss Taylor y Teresa, dos personajes estupendos), las dictaduras sudamericanas, el éxodo cubano a EE UU, los movimientos intelectuales de izquierdas en los 70, las drogas, las madres coraje, los neoconservadurismo siglo XXI. Lo cuenta Violeta en este «testamento de sentimientos» (387) en el que se presenta como una mujer hábil para los negocios, pero que sufre en las relaciones con los hombres hasta que encuentra el equilibrio. Primero, con un tipo que quiere de ella una mujer sumisa. Luego, con un buscavidas del que se engancha pese a sus negocios turbios y mafiosos, a que sufre «abuso y dependencia emocional» (222). Allende vuelve a las librerías con la vida de Violeta y la dificultad para narrar un siglo de una vida tan larga.
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