Ciencia que no resta magia

Hace 230 millones de años que poblaron este planeta y fueron diversificando sus formas. La gran extinción provocada por un meteorito ocurrió hace 66 millones de años. Solo se salvaron los dinosaurios voladores. A partir de ahí Gascó-Lluna explica el cómo, el qué y por qué de la paleontología comenzando por el método científico. Los fósiles son las huellas del pasado que estudia esta ciencia que se ayuda de otras como la tafonomía, la paleobotánica o la paleoicnología. La 'biología del pasado' parte del tiempo geológico y en ese calendario va colocando los fósiles que van desde ramas y semillas hasta esqueletos pasando por conchas, caparazones y dientes.

Las rocas sedimentarias sueles ser el lugar de acogida de esos fósiles, la pista a seguir. Cómo excavar, cómo limitar el yacimiento, las herramientas que se usan, el trabajo de laboratorio y reconstrucción son explicados por el divulgador con ayuda de las ilustraciones de Nerea Pérez, al estilo de un gran cuaderno de campo. Enseñar a los demás el resultado pasa por la clasificación y datación de esos restos. El registro se hace en 'árboles evolutivos o cladogramas'. La ciencia madre desarrolla otra rama llamada bioestratigrafía o biocronología gracias a la cual se puede especificar el estrato y por tanto el tiempo al que pertenece el resto hallado. Los isótopos radioactivos permiten la datación absoluta. Francesc Gascó-Lluna cierra su álbum informativo con decálogo para paleontólogos novatos. Separar realidad y ficción, confiar en el método científico, respetar los fósiles porque son patrimonio, recordar la importancia de todos los restos porque sirven para explicar el presente y estudiar mucho, son algunos de los consejos de este científico empeñado en contagiar su pasión.

Letras y signos de puntuación son los ingredientes de este libro de poesía que a veces habla a través de las palabras, pero no siempre. Javier González ha ganado el Premio de Poesía para Niños Ciudad de Orihuela con 'Experto excalador de excaleras' (Kalandraka), un libro de poesía visual, de juego y de ingenio iluminado por Lluïsot.

En él llueven signos de interrogación, el punto final se tomó una café y no pudo dormir, las letras de una poesía que no quiere ser leída se desordenan, el fin del mundo se cuenta a través de onomatopeyas y los renglones de otro poema descienden con la inclinación del Titanic, hundiéndose.

Javier González utiliza el lenguaje como un juguete, a ratos mecano, a ratos puzle, a ratos paisaje gráfico, y muestra a sus lectores la ductilidad de ese material que puede comunicar más allá de sus reglas. En una juanrramoniana concepción de la ortografía también la sacude desde el título.

'Reyes de la montaña' comienza con el fin del mundo tal y como le conocían sus protagonistas. Un grupo de chicos internados en un centro de menores por distintos faltas afrontan un incierto presente desde ese lugar aislado de lo que les anuncian los vídeos en sus móviles. Por fin descubren que hay un virus que amenaza a la humanidad y está diezmando la población.

Su supervivencia depende de cómo se organicen, de cómo funcione el grupos. Con esta novela distópica y de evolución psicológica de la decena de personajes ha ganado DanielHernández Chambers el Premio Edebé de Literatura Juvenil. Construida fundamentalmente sobre el diálogo de los protagonistas, lo alterna con los informes de cada uno de los ingresados, como si importaran aún.