Secciones
Servicios
Destacamos
Yolanda Izard
Valladolid
Jueves, 10 de octubre 2019, 20:50
la vida en cuatro letras' es de lectura indispensable para quienes sientan curiosidad por dilucidar el misterio de nuestra naturaleza en aspectos tan interesantes como la enfermedad y la muerte, nuestra identidad humana y las claves de la felicidad y de la emoción (que son, ... grosso modo, los ámbitos por los que merodea la escritura literaria para explicar el misterio de la realidad y del mundo, y no por casualidad, los que aborda este libro), temas expuestos aquí con una claridad que aúna profundidad, sabiduría y una luminosa generosidad. Su autor, Carlos López-Otín, uno de los investigadores españoles de mayor relevancia internacional (y tan injustamente tratado últimamente), nacido en Sabiñánigo, Huesca, en 1958, ha dedicado su vida a ayudar a los otros mediante el desciframiento de los genes dañados y sus mutaciones, causantes de distintos tipos de enfermedades cuya lectura era hasta hace poco casi inconcebible. Lo ha hecho tanto en su laboratorio, investigando el cáncer y el envejecimiento, como en su labor docente como catedrático de Bioquímica en la Universidad de Oviedo, pero también, a través de la escritura de este libro, acercándonos su lado humano, su propia vulnerabilidad y su lucha personal al experimentar en carne propia lo que él acertadamente llama la pérdida del ikigai, del propósito vital, el hundimiento anímico.
Un libro de divulgación científica lleno de humanidad, que explora las bases del sentido de la vida y aporta algunas claves que aúnan lo mejor de los descubrimientos científicos genómicos con lo mejor de la sabiduría oriental, de su capacidad reflexiva y de su propia experiencia en busca del bienestar vital y de la superación y reparación de los dolores espirituales. Es decir, que aúna de manera refinada ciencia y humanismo, pues pretende recabar soluciones científicas al desconcierto y el sufrimiento humanos sin olvidar los hallazgos del arte, de la literatura, de la música, de la emoción artística del hombre, inevitablemente llamado a la entropía, a la devastación y a la muerte, pero capaz de vislumbrar, por momentos, el paraíso, como el propio Borges dejó escrito y nos recuerda su autor.
No es ajeno López-Otín al papel que juega en la sensación de felicidad la espiritualidad, que «viene escrita parcialmente en nuestro genoma», o los entornos optimistas, o la interacción entre factores genéticos y ambientales en vivencias de contacto con la naturaleza como el japonés shinrin-yoku o Baños de bosque, paseos por el bosque bajo el lema «Respira, relájate, camina, toca, escucha y recupérate», que potencian el sistema inmune, reducen las hormonas estresantes, disminuyen la presión arterial y mejoran la sensación de bienestar, los mismos terapéuticos efectos que produce la práctica del altruismo, la curiosidad y, muy especialmente, el ejercicio regular de la meditación, que cambia, además, los patrones de expresión génica, reduce la respuesta inflamatoria crónica, incrementa la plasticidad y permite afrontar mejor daños emocionales; pero también el azar, ese imponderable de la existencia, cuya «aleatoriedad le otorga una dimensión de intangibilidad» a la felicidad.
En este sentido, López-Otín nos recuerda una fundamental reflexión de Tomás Navarro, que «algunos de los grandes logros de la humanidad han sido obra de personas que creían haber tocado fondo y no tuvieron otra opción que agacharse a recoger los pedazos de su alma y reconstruir su vida», y aporta claves de la felicidad, basadas tanto en sus conocimientos científicos como en su propia experiencia: imperfección («Si fuéramos perfectos seríamos todavía microbios», pues la imperfección ha permitido la evolución), reparación («La evolución nos ha dotada de una nutrida colección de genes que permiten reparar los daños genéticos y evitan que nuestra vida sea efímera y desesperada»), observación (apreciar el valor del presente a través de la observación, tanto urbana como de la naturaleza, y evitar el pensamiento errático), introspección (como «búsqueda natural y sin presión del propósito de la vida») y las emociones, que son «los nodos centrales de lo que nos hace humanos y de la felicidad misma, pues esta no es posible sin la conjugación del pensamiento y del sentimiento».
«Haz de tu vida un elogio de la emoción», nos recomienda, y «escoge estar emocionado antes que estar calmado o conectado». Gajos maravillosos de sabiduría de quien ha investigado, enseñado, reflexionado, meditado, vivido la felicidad y la desesperación; del hombre que ha caído y se ha alzado, de quien sabe qué misterios biológicos y genéticos nos sostienen, y de quien ha practicado, seguro, la meditación, la generosidad y el amor. Es decir, de quien conoce el arte de vivir. Con toda su carga y su condena, pero con toda su empatía y su capacidad de resiliencia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.