«Sin belleza sin ritmo soy poeta / no por necesidad no por dulzura / no para el grito no para la masa». En este primer terceto de su neosoneto 'Poética', roto y vuelto a coser por todas partes, como suele hacer el autor con sus poemas, ... resuelve quizá Jesús Urceloy (Madrid, 1964) el enigma del hechizo de su poesía: extraña belleza, ritmo jazzístico, palabras escogidas para lectores escogidos. Con la justa estridencia. En el límite fieramente humano de la indignación. Y con música.
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Poeta y profesor de escritura creativa, ensayista y activista cultural, desde que publicó en 1997 'El libro de los salmos', el poeta madrileño no ha dejado un solo día de construir una obra indiscutiblemente personal, en la que se cuentan títulos como 'La profesión de Judas' (2001), 'Berenice' (2005), 'Diciembre' (2008), y 'Tres caminos hacia Londres' (2021). Una ruta que se recorre ahora de manera selectiva con el volumen 'Luz violenta (Antología poética 1998-2021)', editado por Reino de Cordelia al cuidado de Iván Gonzalo.
La capacidad de la palabra de elevar al ser humano por encima de su vida cotidiana. El clamor ahogado frente a las grandes cuestiones de la conciencia. La concepción de la poesía como canto y del canto como condición del hombre que se enfrenta al asombro, a la herida, a la incuria o al desencanto. Eso es lo que nos ofrece, entre otras cosas, la poesía de Jesús Urceloy, un trabajador infatigable y gozoso con el lenguaje y con la estética del lenguaje, de manera que si cada libro, a lo largo de su trayectoria, ha exigido su forma y su expresión particular, dentro de cada libro cada poema parece pedir lo mismo: su propia voz, su timbre y su melodía.
Para que la aventura del redescubrimiento sea plena, el rastreo antológico de 'Luz violenta' se produce sobre la producción íntegra publicada del autor, incluidas revistas, antologías y plaquettes. Y entre los 'exentos', nuevos salmos añadidos hoy a aquellos de su primer libro. Entre ellos, el que el poeta dedica a Félix Grande, que tanto podría hablar del poeta emeritense como de sí mismo, y que dice: «Hay pájaros cuyo vuelo no se puede explicar / quizá se eleven tan alto que la vista del ornitólogo no alcance / quizá viajen casi al ras de la tierra / evitando las manos de los niños / evitando la voz del escriba que canta al amanecer / sorteando en silencio pasos y piernas, precipicios, túneles». Siempre una fiesta, la poesía de Urceloy.
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