Luis Alberto de Cuenca. José Ramón Ladra
Al pie de la letra

Luis Alberto de Cuenca, magia frente al silencio

Su poesía ha sido siempre, de una manera o de otra, fe de vida, testimonio de un vivir encendido en la palabra

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 23 de marzo 2024, 00:23

Habla el poeta: «Voy navegando / despreocupadamente / rumbo al silencio». El poeta se llama Luis Alberto de Cuenca. Y el silencio del que habla, tal vez de un modo en el que nunca antes lo había hecho, es la muerte. La muerte del amigo acaso como ... metáfora, como anticipo de la propia muerte. Del final inevitable del camino. Y del encuentro, quizá, con el Mago. El Mago con mayúsculas: el creador admirable y fascinante de ese juego de magia, de ese calambur que es la vida de cada hombre.

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  • El secreto del Mago Luis Alberto de Cuenca. Editorial Visor. 76 páginas. 2023.

Desde el primero de sus libros, Los retratos, publicado en Madrid por Azur en 1971, cuando tenía veinte años, la poesía de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) ha sido siempre, de una manera o de otra, fe de vida. Testimonio de un vivir encendido en la palabra. Un trayecto vital que toma una cierta estación de reposo en su última entrega, 'El secreto del Mago', flamante ganador de la última edición del premio internacional de poesía Jaime Gil de Biedma. La reordenación de la vida alrededor de un suceso doloroso: la pérdida de su amigo José Luis Chousa, con quien el poeta creció, dice, y fumó «por primera vez». El dolor y el asombro, pero también la «vana sensación de creer que hay algo eterno». El arranque de esa oración intransferible que en el fondo es toda creación poética.

Y al lado de la muerte, con su desesperación pero también con su inevitable afirmación de la vida del que queda, la testificación del poeta que canta, que sigue cantando hasta que llegue el silencio. Cantando, como suele Luis Alberto de Cuenca, alentado por el brillo y la magia que le prestan otros poetas, en este caso su admirado Gil de Biedma, pero también nuevos veranos de su vida, viejos «enunciados culturalistas» de los que no pueden faltar, dice, en un libro con su firma, y, sobre todo, el amor. El eterno amor que mueve el afán, enciende las soleares de la escritura y justifica el peso del paso por la vida.

Testimonio y memoria. Vivencias y fragmentos de eso que llamamos arte, o cine, o literatura, o música, o herencia de los viejos maestros clásicos, de todos los magos e ilusionistas que en el mundo han sido, para volver a demostrar que la poesía, «por dura y áspera que parezca» cuando le toca hablar de las pérdidas, del dolor o del silencio de la muerte, es la única fuerza humana capaz de derrotar al desconsuelo, a la angustia y al pánico. El juego de magia que nos fascina con sus trucos, la «materia mítica del escapismo» de los lugares oscuros de la existencia, pero ante todo la pulsión íntima sobre la que nos superamos a nosotros mismos. La más pura expresión verbal de la condición humana. Una nueva aventura ética y estética, la última por el momento, en la obra de ese poeta de cuerpo entero que es siempre Luis Alberto de Cuenca.

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