![Hombre o pájaro solitario](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/09/20/sast-k00-U2201278927862pSG-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Tal vez desde antes, pero sin duda desde que escribió y publicó 'De la letra menuda', en 2010, la poesía de Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) vive un proceso de adelgazamiento que ha seguido aumentando en otros títulos suyos, como 'De ... atardecida, cielos' (2012) o, sobre todo, 'La gratitud' (2014). Un camino al mismo tiempo hacia abajo, hacia la búsqueda de las raíces profundas de la tierra que se pisa, pero sobre todo hacia arriba, hacia aquello que, en su inmensidad, nos hace necesariamente pequeños, mínimos. Un «canto de alabanza» (ya que «no puede serlo de humildad», por la propia soberbia que implica tratar de reducir la belleza a la escritura), que de alguna manera culmina, o se arrebata, en su última entrega, 'Estancia de la plenitud', publicado por Pre-Textos.
«Con los años, / en lugar de agrandarse, el mundo / se me ha ido empequeñeciendo», escribe Fermín Herrero. Con el tiempo, sin embargo, y aunque el cielo pese más, no mengua la alegría de poder sostenerlo en el vivir. De encontrar ese espacio, entre la belleza y el espanto, donde ejercer la tarea «más y más solitaria» de escribir. La crónica, a la vez, del asombro y de la levedad del ser ante lo inabarcable.
Si la desnudez y el despojamiento son la plenitud, sin duda éste es el libro de Fermín Herrero que alcanza la culminación. Eso que dice el Tao de que la eficacia de la plenitud reside en el vacío. Y al tiempo eso que dice Juan de la Cruz del pájaro solitario: que no tiene color, que canta suavemente, que pone el pico al aire, que no sufre compañía y, sobre todo, que se va a lo más alto en cuanto nos descuidamos. «Igual que un pajarillo, en lo que todavía», que escribe Herrero.
Algo o mucho del vuelo de Juan de la Cruz y del paseo por las estancias del castillo interior de Teresa de Jesús hay en este libro último de Fermín Herrero. Algo de alcanzar, mediante la contemplación, los predios de la plenitud. Por medio o a pesar de la palabra. Porque «la poesía no se cura», es verdad, como dice el poeta. También porque en la plenitud de la plenitud a veces la única barrera que se encuentra es ésa: su conciencia. Su mitigación en la palabra o en el pensamiento: «Los días más felices de mi vida / salvo porque lo sé, por que lo pienso». La blancura que ilumina y convoca al silencio, y que únicamente el lenguaje poético parece capaz de consignar. La poesía, de nuevo en la obra de Fermín Herrero, como el canto del pájaro que se superpone al canto del hombre que camina sobre la tierra, por las trochas del monte, por los desmontes de su propia alma y su conciencia. La luz primera «que la lluvia adelgaza», en ese prodigio de seguir condensando la expresión hasta su médula, hasta la plétora de su desnudez más concomitante.
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