Cantar para nadie, cantar para todos
Araceli Fernández León ganó el X Premio Internacional José Zorrilla con un poemario sobre la disyuntiva entre el vivir y el escribir lo vivido
Carlos Aganzo
Sábado, 16 de noviembre 2024, 08:48
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Carlos Aganzo
Sábado, 16 de noviembre 2024, 08:48
Vivir o contar la vida. Sentir o cantar el sentimiento. He ahí el dilema del poeta, desde Safo hasta Bécquer. La necesidad de identificar (en las piernas, en los dedos, en la respiración…) la fe de vida con el latido del corazón. E inmediatamente después, ... la exigencia de embridar los latidos en sílabas, los pensamientos en sintagmas, la fe de vida en música de la palabra. En poesía. «Esta es la voz de quien ha parido un desierto y canta en el desierto como si cantara entre multitudes», escribe el poeta cubano Sergio García Zamora sobre el último libro, el tercero, de la poeta Araceli Fernández León (Villanueva de Córdoba, Córdoba, 1972): 'Cantar para nadie'. Flamante ganador del X Premio Internacional José Zorrilla, publicado por Hiperión.
Porque «una vida animal; / una vida dotada de colmillos y garras / siempre termina siendo una vida solitaria». Y porque el hombre, la mujer, en su condición de animal que habla, difícilmente puede reconocerse como tal si, además de respirar, no canta. Ése es el presupuesto del que parte la autora de 'Cartas a Lara' (2019) y 'Hormigas rojas' (2021), que en esta nueva entrega reivindica la condición del hombre, de la mujer, como animal poético. Como cantor en soledad quizás con la esperanza de serlo un día en compañía, como el pájaro de San Juan. Incluso aunque caminemos, como Sísifo, con una piedra sobre las espaldas, aunque ya no queden milagros que cantar.
Cantar para medir el dolor y las pérdidas. Pero también para consignar el asombro y la alegría. Cantar para modular el tiempo y darle cauce a la memoria. Ésa que en los límites del aire nos devuelve la conciencia de las raíces: los padres, la infancia, el ejercicio interminable de la conformación del ser que somos a través de tiempo. Esa misma memoria que nos recuerda que estamos hechos de tiempo, de herida de tiempo permanentemente abierta. Pero además, gracias a la poesía, merced al canto, tiempo detenido. Tiempo escrito y, por tanto, recreado. Doblemente vivido.
Escuchar al mundo y oír el latido del corazón, dice la poeta. Y desde el propio latido reconstruir el mundo en la memoria. «¿Cuánto tiempo ha pasado, cuánta sangre ha corrido? Cómo explicarle a un niño, sin que su flujo se detenga, que no hay un destino cierto para el corazón del poeta», escribe Araceli Fernández León en una de las prosas poéticas de 'Cantar para nadie'.
Para nadie o, quizá, para todos. Cantar para uno mismo, desde la última rama de ese árbol de las generaciones que han sido para que nosotros sigamos ofreciendo el testimonio de que fueron. De que albergaron en su interior, como nosotros, pequeños dioses soñadores y canoros. Ángeles caídos que soñaron, como nosotros lo hacemos ahora, con recuperar el vuelo.
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