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Amalia Iglesias tampoco es un robot
AL PIE DE LA LETRA ·
Un libro de intensidad absoluta, que suma y sigue en ese camino de percepción que la poeta palentina inauguró con su Adonais de 1984 'Un lugar para el fuego'Secciones
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AL PIE DE LA LETRA ·
Un libro de intensidad absoluta, que suma y sigue en ese camino de percepción que la poeta palentina inauguró con su Adonais de 1984 'Un lugar para el fuego'Aveces como una oración. Otras como un planto. Las más, como un clamor. Y siempre como «manifiesto de retaguardia» para resistir el absurdo. El absurdo: ... lo que nos obliga cada día a «autenticarnos» ante el algoritmo para demostrarle que no somos un algoritmo, para dar fe de nuestra condición humana. Ése es el territorio en el que se incendia el último libro de poemas de Amalia Iglesias (Menaza, Palencia, 1962), 'Tampoco yo soy un robot', publicado por Vaso Roto. «Oh, si Kafka nos viera despertar cada día / cucarachas o escarabajos / con los caparazones contra el suelo». Un territorio de ciborgs deprimidos y drones con alma de libélula. La trasposición al presente, es decir, al futuro, de los animales humanizados o los humanos animalizados del Jardín de las Delicias del Bosco.
'Tampoco yo soy un robot' Amalia Iglesias. Amalia IglesiasVaso Roto. 85 pág. 2024.
Sinfonía en cuatro partes, con su letanía y su réquiem, que canta, con la voz de una de las poetas más sólidas de nuestro tiempo, las contradicciones al filo de lo imposible de un mundo donde se imponen la chatarra cósmica, la emergencia climática, el dolor en 'streaming' o el capitalismo caníbal de los mercaderes frente a las cosas sencillas, el sonido del aire, el vuelo de los pájaros con sus plumas sin peso o incluso las «pequeñas sinrazones» de un ser humano que tiene problemas para reconocerse como tal. Con la única certeza, según la poeta, de que en el amor o en la misma naturaleza, pero sobre todo en la poesía («el temblor de la belleza»), se encuentran las únicas posibilidades de resistir. Acaso porque los robots pueden vibrar, pero todavía no temblar, aunque lo parezca. O dicho con los versos de Amalia Iglesias: «Acaso un robot pudiera descifrar las cavernas del corazón / pero nunca leer tu pensamiento / ni que le tiemble el pulso». Adjetivos indefensos, sí, pero toda la fuerza de las preposiciones, con las que la escritora arma su discurso poético. Sobre el «ruido seco de los satélites», la melodía secreta de la canción de las manos. Y «el triunfo de los manantiales y los valles». Pulsión y natura como últimas fronteras de lo humano frente a la transhumanidad.
Un libro de intensidad absoluta, que suma y sigue en ese camino de percepción que Amalia Iglesias inauguró con su Adonais de 1984 'Un lugar para el fuego', y que no ha dejado de buscar (y de encontrar) verdad poética con cada uno de sus libros posteriores: de 'Memorial de Amauta» (1987) a 'La sed del río' (2016), pasando por 'Dados y dudas' (1995), 'Lázaro se sacude las ortigas' (2006) o 'Tótem espantapájaros' (2016). Tal vez la prueba más evidente de que en la poesía, por encima de toda ciencia y toda técnica, se encuentran esas preguntas que se responden a sí mismas sobre los excesos, las concomitancias y los falsos oropeles de un mundo en decadencia.
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