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shikawa Takuboku (1886-1912) nació en un pequeño pueblo aislado de Japón, Shibutami. Fue poeta imbuido de un espíritu sensibilísimo, seguramente al borde de alguna enfermedad anímica, como lo demuestra la mayoría de sus creaciones. Murió de tuberculosis, entonces incurable, poco después de ... morir su hijo y su madre, y un mes antes de fallecer su esposa, víctima de la misma dolencia.
Según nos cuentan Masateru Ito y Elena Gallego, introductores y traductores celosos de esta edición bilingüe, el poeta Takuboku debió de irradiar una personalidad difícil durante su breve estancia sobre la tierra. Le excedieron esos sentimientos y sensaciones que hacen del hombre un animal distinto en cuanto se refiere a las zonas del cerebro y del corazón, y le desbordó su percepción intima del mundo y de la vida, propia del más puro solipsismo; sin ir más lejos el enamoramiento súbito y prematuro de la adolescente Setsuko Horiai derivó en amor fatal, como corresponde a cualquier poeta maldito que se precie: «El amanecer:/ empapado en sudor nocturno,/ siento, aun no despierto del todo,/ el peso de esta tristeza».
'Tristes juguetes' fue el tercer poemario de nuestro autor. Lo pergeñó en el último año y medio de su vida y lo publicaron sus amigos póstumamente en 1913. Esta edición consta de 194 tankas. El tanka es una forma lírica concisa, escueta (3 versos por composición), que se remonta al año 500 de nuestra era cristiana. Es fácilmente relacionable con el haiku, aunque aquel resultaría más polifacético. Saludos, celebraciones, despedidas, salidas al campo, elogios a un anfitrión, incluso el abandono del lecho a 'la mañana siguiente', todo podía y debía ser expresado por las 31 sílabas de un tanka elegantemente caligrafiado. Aunque para un hombre del carácter de Takuboku, la elegancia de la caligrafía resultaría irrelevante hasta el punto de que su 'Diario en roomaji' (1909) lo escribió en japonés transcrito con letras occidentales.
En el desarrollo del arte del tanka, Takuboku despliega un instinto sorprendente en poeta tan joven y una sutil aura femenino. De hecho, en un principio, el tanka también se usaba como materia codificada entre amantes secretos. La diferencia radica en que Takuboku no utiliza lenguaje codificado, ni siquiera metafórico, sino sencillo y directo. Y urgente. En 1908, en uno de sus periodos creativos más inspirados, compuso 246 tankas en cincuenta horas, desde la mañana del 24 de junio hasta la madrugada del 26.
En su glosa al poema 3 de 'Tristes juguetes' (cada poema aparece glosado), Masateru Ito y Elena Gallego apuntan: «Un poema tipo diario. Nos preguntamos si puede considerarse poema. Pero evoca muchas asociaciones con la vida de Takuboku: «Aquel capricho en el camino/ y otra vez falté al trabajo/ para deambular por las orillas del río».
Takuboku también escribe sobre su afición al alcohol, su frustración como cabeza de familia responsable de mantenerla, su impotencia ante la enfermedad del hijo, sus inquietudes políticas y sociales. También asistimos, menos mal, a algún paréntesis relativamente tranquilo y feliz en el transcurso de las fiestas del Año Nuevo: «Siento de algún modo/ como si este fuera mi año./ Este amanecer claro y sin viento el primer día del año».
A fn de cuentas, los versos de Ishikawa Takuboku reflejan la vida de un hombre en Japón hace más de cien años. E igualmente puede reflejar la vida de cualquier hombre en cualquier lugar del mundo hoy día. De ahí, su interés añadido.
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