José Manuel Sánchez Ron, catedrático emérito de Historia de la Ciencia, ha dedicado buena parte de su vida a la divulgación científica para fortuna de quienes somos sus coetáneos. Desde que algunos trazaron una línea de separación entre ciencias y letras es frecuente que gente ... de gran erudición humanística ignoren los rudimentos científicos y que los científicos desprecien las Letras, en detrimento de ambas partes. Cierto que siempre ha habido médicos de gran cultura humanística y que es difícil entender la mejor especulación filosófica sin el concurso de las ciencias: la mejor filosofía no está saliendo de las revueltas retóricas del Posmodernismo sino de sus relaciones con la física o la neurología.
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'La belleza de la ciencia' josé manuel sánchez ron Eolas, 2024. 135 págs.
Sánchez Ron ha vuelta a dar a la imprenta un libro de divulgación científica. Esta vez en torno a la bella de la ciencia. Como expone en las primeras páginas, es difícil que veamos la relación entre una ecuación matemática y la belleza, concepto más propio, por ejemplo, del arte. Enseguida contrargumenta trayendo a colación el feísmo que ha dominado parte de la escena pictórica.
De la belleza podemos hablar de sus manifestaciones sensibles. Más difícil es definirla. Platón habla de un modelo ideal que encuentra manifestaciones parciales en la realidad sensible. Tomás de Aquino decía que bello es lo que a la vista agrada y da placer. Para Aristóteles es armonía, simetría, delimitación y orden. Aunque hay de las tres en la belleza científica, después de leer el libro de Sánchez Ron, uno queda convencido de que esta es eminentemente aristotélica.
Comienza el libro con la belleza matemática y la simetría, concepto matemático, dicho sea de paso, que tan importante es en las artes e incluso en la vida diaria. A las matemáticas, en su esencia o en su relación con el arte islámico o los grabados de Escher dedica gran parte del libro. Continúa luego con la belleza de la física. La simplicidad, se pensaba, era uno de los rasgos de la belleza de la física aunque la teoría de la relatividad einsteniana obligó a cambiar tal idea por la de la belleza matemática. Junto a la simplicidad pone el sentido de inevitabilidad y. cómo no, la idea de simetría, o principio de invariancia.
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A la física le sigue, de un modo bastante tradicional, la química y la belleza de las estructuras moleculares, seguida de la biología donde pone como ejemplo la molécula de ADN. Otro elemento hermosísimo es la neurona, descubierta por Santiago Ramón y Cajal, y cuyos dibujos son de una extraña belleza. Acaba el libro con capítulos dedicados a la belleza en la naturaleza, los efectos de la música en las personas, en el que explora la importancia de la fisiología y, por último, la belleza artística en libros de ciencia. Aquí se detiene en Leonardo da Vinci, Andreas Vesalio, Leonhart Fuchs y Conrad Gessner. Cierra el libro un capítulo sobre la presencia de la ciencia en el arte. Queda la sorpresa de que muchas de las intuiciones del gran historiador del arte Ernest Gombrich las haya ido confirmando la neurología.
El libro es ameno y está escrito pensando en quien no tiene grandes conocimientos científicos. Al final de la lectura llego a la conclusión de que la belleza de la que habla Sánchez Ron es aquella que surge de la inteligencia humana, sea en su faceta artística o científica.
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