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fernando herrero
Viernes, 20 de marzo 2020, 07:29
Todos y cada uno de los aficionados a la música tienen, o deberían tener, su Beethoven propio. El genio universal ocuparía un lugar especial en la sensibilidad, una obra, un momento. Los abonados a las temporadas de la OSCyL tienen un regalo precioso, los cinco ... conciertos para piano y orquesta en una magnifica grabación con Javier Perianes, Jesús López Cobos y el conjunto. El bello sonido del pianista, la noble línea clásica, no exenta de emoción del maestro, la prestación musicalarísima de la Orquesta. Ese podría ser también parte de nuestro Beethoven, lo que uniría lo universal con lo propio y también compartido. Estos CD avivan el recuerdo de las versiones que gozamos en directo y que no se olvidan fácilmente.
Escribir un artículo de homenaje o recuerdo del genio parece, en principio, una osadía. ¿Qué vas a decir que no se haya dicho ya por las plumas más ilustres? La vida y la obra de Beethoven se han prodigado con toda justicia y su nombre es signo máximo de humanidad y cultura. Su vida no fue feliz, pero su personalidad y su genio creador nos hicieron a todos más felices.
La admiración por Beethoven surge desde esos conciertos a los que asistes y que dejan huella, tanto los de tono mayor (lo sinfónico por ejemplo) o menor (los geniales cuartetos). Te puede sobrecoger una Novena Sinfonía y conmover cualquiera de sus Sonatas para piano. Beethoven, para un melómano, se encuentra siempre presente, figura en muchos conciertos a los que asistes y compruebas lo sencillo que es y lo tremendamente dificultoso que resulta. No solo la técnica sino, sobre todo, la musicalidad, encontrar el punto justo. Creativamente lo clásico termina con él y se vislumbra al tiempo lo romántico. Es un gigante y también un ser humano que alumbró Viena con su presencia.
Un personaje de música tan dramática (Sinfonías 3 Heroica, Sinfonía 6 Pastoral, Sinfonía 7 Apoteosis de la danza) que no compuso más que una ópera, 'Fidelio', contra la opresión a favor de la libertad, desde el sacrificio de una mujer, Leonora, que consigue libertar a su marido, Florestan. Varios temas son absolutamente actuales y por ello nunca jamás envejecerán. Su mirada sobre el hombre y la mujer, el feminismo, el abuso de poder, son nítidos. El compositor no pudo encontrar su Leonora y la sordera le fue robando esa exaltación del que compone hermosos sonidos que solo verá en la partitura. Cuando estrenó la Novena Sinfonía no escuchó los aplausos del público y solo al volverse en el pódium comprobaba el éxito. Imagen que me persigue desde hace años, patética y al tiempo extrañamente conmovedora.
En un mundo difícil, insolidario y cruel, figuras como Beethoven son esenciales para conservar ese algo que es la humanidad creadora y que puede aunar a millones en el camino de la luz. Beethoven y su ingente obra. No son las 41 sinfonías de Mozart, ni las 104 de Haydn, pero en esas nueve se encierra todo un mundo. Nueve, muy diferentes y al tiempo unidas en una expresión de la humanidad global. Una de ellas, la Sexta es argumental, cada uno de sus tiempos tiene una descripción. Se dice que las pares tienen menor significación pero alguna de ellas, la segunda, me parece que encierra misterios todavía no elucidados. Esta sensación de unicidad y variedad conjuntas me las hizo vez más pausadamente la maratoniana sesión que López Cobos hizo en Madrid interpretándolas en un solo día con cuatro orquestas diferentes. Como es lógico, de toda su obra son las más escuchadas en directo, con diferentes conjuntos y grandes directores a su frente. Ellas forman pues, parte de ese mundo artístico que nos acompaña en nuestro devenir vital.
Este hombre a la vez libre y solitario, protegido por los nobles ilustrados de Viena, que sufrió una sordera que no le impidió componer tantas obras maestras, que amó y no fue amado, que tuvo problemas familiares y domésticos, que encarnó de forma personal los ideales de la Revolución, del Siglo de las Luces, que fue íntimo de Goethe, es catalogado como genio universal sin fisuras. Cuando cae el muro de Berlín la 9ª Sinfonía y la 'Oda a la Alegría' están ahí para celebrarlo. Beethoven unido a toda manifestación de libertad y solidaridad como icono indiscutible.
Año Beethoven, pues. Proliferaran los acontecimientos. Exposiciones en Bonn y Viena, conciertos en todo el mundo, grabaciones, libros… etc. No es necesario recordarlo, nunca se ha olvidado. Mi Beethoven surge en el recuerdo de los memorables conciertos en los que disfruté con su música de orquesta y también aunque en menos ocasiones, con la de cámara. Su figura egregia se une a todas las que hicieron su música con el piano, el violín, la batuta, las manos, que consiguieran atrapar esa sensibilidad única. Fue el cenit del clasicismo. Abrió puertas al romanticismo y encarnó ese noble arte con lo más esencial y rico de lo humano. En tiempos oscuros como los que estamos viviendo su ejemplo puede servir de freno a la violencia, física y psicológica que los fuertes ejercen sobre los débiles. El abrazo universal que propugno está en cada nota de su obra, en ese esfuerzo de creación que le acompañó toda su vida y que se plasmó en construcciones ciclópeas o pequeñas, pero siempre desde el don divino de la música. Tal vez de las numerosísimas biografías de Beethoven la más sencilla y emotiva sea la de Romain Rollado, Nobel de Literatura, magnífico musicólogo que en su saga 'Jean Christophe' supo hacer de la música y la literatura una fusión excepcional. Desde su instancia recuperar al compositor y al hombre sería un sencillo y emotivo homenaje.
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