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Ilustración de Irene Gracia.
Batman

Batman

El superhéroe de Finger representa la estética expresionista de 1939 aunque con dualidad idéntica a Superman

Jesús Ferrero

Valladolid

Jueves, 5 de diciembre 2019, 21:12

Batman es el reflejo deformado del sueño americano. El sueño americano es casi una ideología de Estado, muy enraizado en el sistema de mitos y prejuicios que gobiernan la mentalidad de Norteamérica. Su formulación básica es la siguiente: Estados Unidos es el país de ... las oportunidades donde cualquiera puede llegar a la excelencia; si no lo hace, es por su culpa, no por culpa del sistema. Como ya indicara Alain de Botton en su libro 'Ansiedad por el estatus', esa creencia tiende a culpar al individuo más que a la sociedad, y genera en los ciudadanos una continua ansiedad vinculada al deseo de obtener un estatus elevado. De no obtenerlo, el responsable de ese fracaso (en América todo se enjuicia desde el binomio triunfo, fracaso) serás tú, solamente tú, pues naciste en una tierra providencial. Dicho de otra manera: el sueño americano hunde sus cimientos en la fe ciega que tienen los americanos de que es relativamente fácil convertirse en millonario, y desde luego más fácil que en cualquier otro lugar del planeta. Se trata sin duda de una creencia que choca contra la materia oscura de la realidad. A la hora de la verdad, América no genera un sistema más leal con los deseos individuales que Europa o Asia, pero ya sabemos que los mitos gobiernan el mundo con más autoridad que las verdades y las certezas. Podría pensarse que el gran Gatsby encarna a la perfección ese sueño americano: un paria venido de los confines de Minesota, convertido en millonario gracias a sus nupcias con la mafia. Sí, pero también representa la demolición de ese sueño, pues nunca consigue desposarse con su adorada Daisy, hija de una rica familia del Sur, y a su entierro solo irán dos personas. Ni en América, ni fuera de ella, no todos tienen las misma ventajas al nacer, y la desigualdad comienza con el primer sollozo de la cuna. El mito de Batman intenta resolver y mistificar todas las contradicciones que acabamos de señalar, presentándonos a un millonario filántropo y melancólico, que si bien no tiene superpoderes, tiene superintelecto, lo cual viene a ser lo mismo. Como en casi todos los superhéroes que han conseguido un lugar en la cultura de masas, Batman halla su más consistente peculiaridad en la dualidad que ya caracterizaba a Superman, figura arquetípica que marcará el destino y las características de los demás superhéroes. Dicho con otras palabras: durante el día Batman es el magnate Bruce Wayne, y por la noche se convierte en el hombre murciélago dispuesto a «deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal, huyendo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y buscando la senda más angosta y difícil», dicho sea empleando el lenguaje de don Quijote.

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