Óleo de Lincoln Perry 'A la salida de Yvi Rd' (2012).

Arte e Historia

UN ÁNGULO ME BASTA ·

La palabra que nos aproxima a lo histórico y a las formas artísticas

Fermín Herrero

Valladolid

Viernes, 1 de noviembre 2024, 23:29

Juan Cárdenas, uno de los grandes narradores colombianos actuales, publica una colección de ensayos bajo el título, 'La ligereza' (Periférica), procedente del primero de los textos, al que acompañan otros tres, heteróclitos, igualmente breves y divagatorios. El más interesante me parece este inicial, en torno ... a «la ligereza como seña del gran arte» y «encarnación de lo posible». El concepto en sí, lo ligero, es muy difícil de deslindar y Cárdenas no siempre lo consigue, aunque sí lo delimita del ingenio, la cursilería, el virtuosismo o la frivolidad. Afirma que «si no flota, no es arte. Si se hunde, casi con toda seguridad, no será gran arte». Ahora bien, ¿qué «flota»?, para el autor, verbigracia, lo político, algo muy discutible. Aunque matice con acierto, a mi juicio, que «en nuestros tiempos casi nada de lo que se considera 'militante' es capaz de flotar». Y aduce como ejemplos «buena parte de la literatura feminista, 'queer', ecológica o antirracista». Sitúa, creo que con toda la razón del mundo, a la psicología o lo onírico como enemigos del arte. Así como a lo pretencioso, del orden que sea, o la «papilla ideológica».

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  • 'La ligereza' Juan Cárdenas.

    Periférica. 136 páginas.
    13,50 euros.

Como en las novelas anteriores que conozco, alguna ponderada aquí, el estilo de Cárdenas es vibrante y lúcido, además de un portento de saber, no en vano el libro está dedicado al escritor bonaerense de culto Sergio Chejfec. Abundan las apreciaciones esclarecidas: «Para los ingenieros sociales sólo hay algo más peligroso que perder el control de la dupla estímulo-respuesta y es la gratuidad de lo leve, el hueco alrededor del cual gira el remolino de la poesía».

Me parece más que evitable, prescindible por completo, un ataque a nuestro rey actual. Tampoco comparto sus apreciaciones, con sesgo ideológico, sobre la obra de dos escritores que considero admirables: el narrador peruano José María Arguedas y el poeta argentino Joaquín O. Giannuzzi. Ni sus críticas, para mí infundadas, a ciertas derivas de Pier Paolo Pasolini. Todo análisis que no se circunscriba a lo textual, a su valor literario, se me antoja superfluo. Como arquetipos de la difícil ligereza cita a Thomas Mann y Juan Carlos Onetti, dos de los más grandes novelistas de todos los tiempos, pero prototipos, a mi escaso entender, de lo plúmbeo intelectual en el primero y de una densidad opresiva en el segundo, si bien aclara que «son obras pesadas, pero que logran suspenderse en el aire», argumento poco convincente, tirando a confuso. Lo que no obsta para recomendar estos cuatro ensayos en extremo originales. Tanto el mencionado como los tres restantes: «Alrededor de una crisis de fe», centrado en una novela inconclusa y póstuma del mentado Arguedas; «Dos jergas de la autenticidad», referidas a «la neoliberal Ivy League y la neorústica (sic)»; y «Parábola del no retorno», sobre el exilio y a vuelta a la tierra natal.

  • 'La mirada del artista' Lincoln Perry.

    Siruela, 264 páginas.
    21,95 euros.

El neoyorkino Lincoln Perry, pintor figurativo, en especial de paisajes, muy original, además de escultor y muralista, nos aproxima, por su parte, al arte de todos los tiempos mediante quince ensayos, a cual más provechoso, jalonados por ilustraciones del escritor, una especie de guía visual de acompañamiento, clave para la interpretación de las obras analizadas, que se agrupan bajo el título 'La mirada del artista' (Siruela). La mayoría, a raíz de sus andanzas por templos europeos, se concibe como un paseo museístico de los que están tan de moda vía digital, con la ventaja en este caso de que nos guía la mano de un experto, aunque nada pueda reemplazar la visión del arte 'in situ', como reconoce el autor. La erudición de Perry no empece nunca la amenidad de sus observaciones, cuya minuciosidad y sutil agudeza no entorpece en ningún momento el discurrir airoso de la escritura de estas memorias artísticas, trufadas de jugosas apostillas y digresiones, adscritas con frecuencia al dialogismo estudiado y defendido por Mijaíl Bajtín, crítico literario en su día tan influyente y hoy olvidado, me temo.

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El primer ensayo parte del extraño fulgor de una pintura luminosa de san Francisco de Asís en el desierto, del veneciano Giovanni Bellino; los últimos muestran sus dudas en la concepción de murales propios en Virginia, Washington y Saint Louis. A lo largo del resto de las páginas del libro desfila lo más granado del arte universal, entre otros, de los que recuerdo por proponer Perry, de forma entusiasta, apasionada, casi podríamos decir amorosa, nuevas miradas sobre su maestría: Brueghel, Caravaggio, Veronese, Velázquez, Miguel Ángel, Masaccio, Masolino, Pontormo, Rubens, Courbet, Hildebrand, Friedrich, Watteau, Rodin, Corot, Poussin, Cézanne o Picasso, una alineación que impresiona. Con todos se muestra siempre atento al matiz y a lo inusitado, mientras aborda multitud de temas: la escala, el formato, la técnica, el color, los planos compositivos, la inspiración, la belleza en sí, abstracción y figuración, las ruinas o qué sé yo, la iconografía de índole sexual, a partir de Gentileschi, Cavallino y Rembrandt. No me extraña que su compatriota Joyce Carol Oates haya calificado la lectura del libro como una «experiencia verdaderamente emocionante».

  • 'Aguafuertes' Jesús del Campo

    Acantilado, 160 páginas.
    16 euros.

También lo es, y mucho, mi experiencia lectora con el gijonés Jesús del Campo. Esperaba con muchas ganas su nuevo libro tras lo bien que me lo pasé con su iconoclasta y certero 'Panfleto de Kronborg'. 'Aguafuertes' (también en Acantilado), que no tiene nada que ver con aquel ensayo extremadamente lúcido, no defrauda en absoluto. Las cuarenta y seis viñetas con narratividad exprés, relatos breves, con una media de dos o tres páginas de extensión, a modo de teselas, conforman un mosaico espléndido de la vida durante el siglo XVII, con preferencia por su primera mitad, asoman el sanguinario Cromwell, Moliere y Shakespeare, un sucedido transcurre durante el gran incendio de Londres de 1666 y el final, durante un terremoto en el Perú del virreinato. De manera por completo diferente, como acabamos de apuntar, como Galdós hiciera con el XIX hispano en sus 'Episodios nacionales', Del Campo nos muestra las entretelas e intrahistoria de esa época mejor que ningún tratado histórico sesudo.

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«Elige las palabras como si hurgara entre perlas abandonadas en una playa desierta»

Asistimos en cada cuento breve a una explosión prodigiosa de imaginación sabiamente reconvertida en materia narrativa, con el dominio léxico y la brillante adjetivación de su anterior libro. «Elige las palabras como si hurgara entre perlas abandonadas en una playa desierta», como le dice un personaje, Angela Hunter, a un súbito amante, recién llegado de las Indias Occidentales, John de Veremont. Precisamente el nombre del protagonista del episodio, a uno y otro lado del Atlántico, encabeza cada relato o bien figura en su primera línea, excepto en cuatro de ellos. Alternan casi siempre masculino y femenino, no faltan fantasmas y brujas. La cantera de figurantes es profusa y fabulosa. En general, se muestran inermes ante las tempestades del mundo, tomado por pestes, hambrunas y, sobre todo, guerras, de tintes religiosos. En muchos se desata la pasión sexual, de un erotismo subido, de una forma repentina, dentro de unas relaciones crueles, despiadadas, a cara de perro, con los instintos desbocados por la ausencia de un paraguas social, de un orden establecido que los sofrene.

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