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Jack Kerouac esbozó algunas ideas sobre la escritura en 'Notas indispensable de la prosa espontánea'. Recomienda al autor que tenga delante de sí el objeto, o al menos un esbozo del mismo; que el lenguaje sea una corriente que fluya libre; que no ... haya puntos sino guiones que separen las frases porque tienen más fuerza; que la asociación mental seleccione el tema y que solo el ritmo del lenguaje lo empuje; que el escritor no relea ni corrija lo escrito; que comience la historia a partir de un elemento que sea el centro de interés en el momento en que se pone a escribir; que, en la medida de lo posible, escriba sin ser consciente. Su propósito era trasladar a la escritura el ritmo y el método de los músicos de bebop. También pretendía que la escritura fuera un reflejo de la realidad.
La amistad con el fotógrafo Robert Frank le ayudó quizás a objetivar ese propósito. En el prólogo que escribió para el libro 'Los americanos', Kerouac observa que el fotógrafo ha tenido la sensibilidad necesaria para capturar momentos concretos de vidas. Las fotografías de Robert Frank –que murió el pasado día 9– no se pierden en lo abstracto indefinido con la pretensión de capturar una sensación o un sentimiento. Son fotos centradas en un objeto particular –muchas veces la mirada de alguien, un gesto, una bandera o un coche–, que quieren resumir una vida en una sola imagen. Kerouac destaca la tristeza y extrañeza que le causan pero nunca dice que haya en ellas impostura. La soledad y la tristeza son parte de la experiencia americana, como pudo comprobar en sus viajes por carreteras secundarias cuando se alojaba en moteles perdidos del sur y del oeste de los Estados Unidos.
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Lo que menos importa en las fotografías de Frank o en las novelas de Kerouac es el grado de espontaneidad que hay en ellas. En el caso de Frank el espectador percibe un interés claro por elegir un tema significativo y un esfuerzo por lograr el mejor encuadre. Hay que señalar también la tarea de selección de la película o el cuidado trabajo en el laboratorio fotográfico con el solo propósito de realzar el tema. Kerouac tampoco fue ajeno a la práctica consciente del arte. A pesar de que manifestase su interés por una escritura libre e irreflexiva, las sucesivas correcciones de sus novelas muestran a un escritor preocupado por la calidad de sus escritos.
Queda el interés por un arte tomado del natural, por un arte que refleje la experiencia americana de la segunda mitad del siglo XX. Las fotografías de Frank son instantáneas de ese mundo en gran medida provinciano que era la vida americana de entonces, lo mismo en Montana que en Nueva York o Chicago. Las novelas de Kerouac son el recuento de una vida libre, la suya, pero también la de los vagabundos que, sin trabajo ni hogar, iban de un lugar a otro en busca de un empleo para luego marchar cuando la temporada acababa. Viajar en coche, haciendo autostop o en un Greyhound era, además, de un modo de desplazarse, una manera de vivir. Era la gran épica americana.
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Robert Frank viajó por los Estados Unidos en busca de gentes a las que retratar para crear una imagen compuesta por multitud de instantes. Jack Kerouac viajó porque quería vivir la épica del viaje en un momento en que esta enfilaba ya su ocaso. El viaje había tenido importancia en las décadas de 1930 y 1940, cuando los americanos se desplazaban en busca de trabajo y poblaron las carreteras y los moteles. En las fotografías de Frank la tristeza del hombre solitario frente a una gramola contrasta con los grupos de personas que celebran algo. En el caso de Kerouac, la tristeza proviene de la nostalgia por un mundo que está desapareciendo.
Con una sensibilidad extraordinaria Kerouac percibe que esa vida en la carretera que él conoció de oídas en su niñez es un fantasma en sus años de adulto. Sus novelas son una elegía por un modo de vida. Sintió la comezón del viaje, sin duda atraído por los vagabundos que recorrían el país y fascinado por Neal Cassady, que en gran medida representaba el último de ellos. Lo visitó en Denver para «vivir entre los viejos vagabundos y los vaqueros tirados de la calle Larimer», y con él se embarcó en un viaje de costa a costa; entonces descubrió la grandeza de América, el fantasma de una América que se desvanecía. Por eso mismo escribió en 'Visiones de Cody': «Escribo este libro porque todos moriremos».
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