

Secciones
Servicios
Destacamos
iGNACIO SANZ
Jueves, 10 de octubre 2019, 20:50
Acaso resulte redundante porque la poesía de Fermín Herrero es poesía amorosa, sobre todo hacia el paisaje. Además de lector imbatible, Fermín es un poeta ... fecundo con una obra avalada por algunos de los más prestigiosos premios del panorama poético que le convierten en un clásico vivo. Recordado en abstracto, se podría afirmar que su obra nos remite al paisaje, al recuerdo de la tierra de la infancia perdida y a ciertos atardeceres deslumbrantes trazados por brochazos impresionistas. Pero no es así o no lo es del todo. Resulta que el poeta es además hombre enamorado de una mujer que, entre otras cosas, hace labores a la manera de Penélope: «Al levantar la vista tú también/ estás en la labor, como cada noche…/ Un cestillo de mimbre/ tu vainica o tu punto de cruz, ahora que un poco/ de candor es tanto, según está la vida.»
La Garúa, editorial de Santa Coloma, ha publicado una antología de su poesía amorosa, una poesía que el autor, casi secretamente, había ido colando a la manera como los sembradores esparcían su semilla, aquí y allá, entre once de sus libros, con discreción, como si el pudor, no le hubiera permitido hacerlo en exclusiva. A esos poemas espigados, añade el poeta una docena de poemas inéditos y así nos encontramos con un libro nuevo que tiene el amor como eje tal como señala el título. Algunos poemas reflejan el mundo íntimo de la alcoba, con elegancia elusiva; otros semejan una oración y en otros, al fin, el poeta agradecido confiesa su desvalimiento: «sin estar a tu arrimo/ no sabría qué hacer.»
Querríamos saber cómo se llama la enamorada, porque de saberlo, probablemente, los lectores acabarían enamorados también al menos de un nombre que despierta un amor sereno: «Cuántas veces te miro a hurtadillas/ y soy feliz, muchísimo, con solo verte…/ El día que te vayas, si te fueras/ en extravío iré, como un hombre roto./ Por lo menos acuérdate de cómo te quería.» Pero, acaso por pudor, el nombre de la enamorada queda oculto.
Lejos de declaraciones desgarradas, la poesía, es decir, el amor fluye serenamente en estos poemas escritos en voz baja, como si el poeta desvalido siguiera preso de los titubeos adolescentes y no acabara de creerse el prodigio que supone despertar cada día al lado de una mujer, a ratos compañera, a ratos hembra sensual y enardecida.
«Clara a punto de huevo por tus pechos…». Definitivamente detrás del poeta que observa el paisaje con una mirada de niño asombrado, este libro nos descubre a un poeta enamorado cuya vida sería una zozobra sin la presencia de esa mujer inteligente de la que el lector, ¡ay!, queda ayuno de su nombre.
La misma voz de siempre, algo así como el discurrir sinuoso de un río, pero en esta ocasión, con poemas atravesados por una flecha que hiere al tiempo que ilumina.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.