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Fotograma de 'Exterior noche'. EL NORTE
Personajes en serie

Aldo Moro y 'Exterior noche' en Filmin: una obra redonda

«A Marco Bellocchio le ha salido una serie una solidez pétrea y habitada por personajes con todas las aristas imaginables»

michi huerta

Viernes, 13 de enero 2023, 00:02

No hay duda: los italianos son unos maestros de la ficción política. Y quien dice 'ficción' dice, en el fondo, 'realidad', pues pocas verdades merecen menos discusión que las de las historias bien contadas. 'Il Divo' –la maravillosa, delirante y barroca película sobre Giulio Andreotti ... facturada por Paolo Sorrentino en 2008– es un buen ejemplo. Uno de muchos, pues la tradición viene de lejos, sobre todo de los años setenta del siglo pasado y de autores como Francesco Rosi o Elio Petri.

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Bueno, al lío. El caso es que lo han vuelto a hacer y en esta ocasión ha sido Marco Bellocchio. A sus más de ochenta tacos, el cineasta ha encontrado en lo serial el mecanismo idóneo para reconstruir el secuestro de Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas, allá por 1978. Y le ha salido una obra redonda, de una solidez pétrea y habitada por personajes con todas las aristas imaginables.

La vocación es tan humana que cada capítulo identifica su título con seres de carne y hueso: Aldo Moro, el ministro del interior, el Papa, los terroristas y Eleonora son los cinco primeros. El fin –sexto y último– rompe la inercia y juega a modo de thriller con el desenlace de la operación. Un juego decididamente irónico, pues lo que ocurrió fue un acontecimiento que todo el mundo recordaría de no vivir –como vivimos– en el paraíso de la amnesia.

Así que, comprometido con la conservación de la memoria desde el relato audiovisual, Bellocchio reconfigura a su manera los hechos y recuerda quién fue Moro a esa inmensa mayoría que lo ignora. Es ahí, en el retrato personal, donde la narración vuela muy alto. El personaje no es más que un penalista católico metido a político que habla despacio y en voz baja, apuesta por un pacto con los comunistas y se hace un huevo frito para cenar. Un señor mayor que durante el día preside la Democracia Cristina y por la noche provoca en su mujer un hastiado suspiro cuando, por fin, se mete en la cama.

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Alguien, en suma, que trabaja mucho, duerme poco y desatiende bastante a los suyos. Pues bien, en un contexto ideológicamente polarizado como el que describe la miniserie, pocas cosas pueden resultar más peligrosas que un hombre gris que aboga con serenidad por el entendimiento. Así que las Brigadas Rojas, organización terrorista de extrema izquierda, acribillan a balazos a sus cinco escoltas y se lo llevan secuestrado. Y durante las semanas que dura el cautiverio tampoco los gerifaltes de su propio partido hacen gran cosa para que el asunto acabe en liberación.

Potencial de la serialidad

La narración aprovecha el potencial de la serialidad y despliega el punto de vista a diversos flancos, todos ellos poseedores de una energía dramática irresistible. La intriga sobre lo que ocurrirá siempre está ahí para quien no sepa lo que jamás debería haberse olvidado, pero la fascinación radica mucho más en el retrato de los personajes, sea un ministro que desenreda la bandera de un balcón, Su Santidad acumulando una montaña de billetes que sirva como rescate o Andreotti cazando un par de bombones tras enredar aún más la madeja durante una reunión.

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Luego están ellas, las mujeres del retablo. Adriana, la terrorista. Y Eleonora, la mujer de Moro. Las dos secundarias en sus respectivos y masculinos ambientes. Ambas sacrificadas en sus roles familiares. Verdugo y víctima separadas en dos capítulos que no las iguala en lo moral pero sí las humaniza porque tan persona es la fanática como la esposa del prohombre. Una, dejando a su hija sola a la puerta del colegio porque va por la vida soltando metralla. Y la otra, conteniendo la ira ante la hipócrita dejadez de quienes se supone que deben salvar a su marido.

La galería de personajes de 'Exterior Noche' resulta difícil de olvidar, algo especialmente relevante en una miniserie que versa en gran medida sobre la memoria. Por eso, Bellocchio concluye su metraje con imágenes de archivo de la Rai, acompañadas por composiciones de Verdi y Mozart que añaden un significativo toque operístico a su propuesta, una crónica imborrable.

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