![Una invitación a experimentar más que a admirar](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202007/13/media/cortadas/ines-kWhH-U110785930315e4F-624x385@El%20Norte.jpg)
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Su edificio anuncia algo distinto. El Museo de la Ciencia de Valladolid tiene una torre y un puente muy característico, los extremos de una silueta que abarca la antigua fábrica de harinas El Palero en lo que fue el pago de Vistaverde. Diseñada por el arquitecto vallisoletano Enrique de Teresa, desde el estudio de Rafael Moneo, es toda una declaración teórica: construcción a partir de lo heredado, variedad de materiales y aprovechamiento del desnivel de la ribera y está concebido para albergar experiencias más que objetos.
La astrónoma Inés Rodríguez está al frente del único museo de Castilla y León dedicado a la divulgación científica desde 2009, cuando llevaba seis años abierto. Conocía el reto de liderar una aventura así en una sociedad, la española, «de escasa cultura científica y en la que no hay costumbre de ir de museos en el tiempo de ocio». A pesar de ello, ha logrado que 96.000 visitantes pasen por sus sales en 2019. «Aproximadamente el 30% fueron escolares, lo que rompe el mito de que solo interesa a los estudiantes, habiendo un 60% de público familiar».
El gran vestíbulo del Museo alberga la huella industrial del sector automovilístico en la ciudad, con un Renault 4cv y un coche de Fórmula 1, más abajo el meteorito de Villalbeto, el cienciómetro y Pasteur 'detective del vino' van apuntando otras disciplinas. Del techo cuelga una escultural molécula de ADN aunque el magnetismo del péndulo de Foucault acaba por concentrar la atención de los visitantes. A partir de ahí, en la planta -1 se explica la energía, hay una sala dedicada al agua, otra a los lagos esteparios y otra a la 'Química en escena'.
«No es un museo exhaustivo, sino generalista. Sin embargo tenemos unas cuantas singularidades. Por ejemplo la sala dedicada a la neurona y la del debido homenaje a Pío del Hortega. También en 2011, año internacional de la química, creamos una tabla periódica, única por sus dimensiones y por la relación de cada elemento con objetos fácilmente identificables que lo contiene», cuenta Inés.
Además ha ido sumando iniciativas. «La sala de 'Malditas matemáticas ¿o no?' surgió de la colaboración con la Asociación Miguel de Guzmán. Hay un retén de profesores estupendos e inquietos. Creamos algo con mucho color y juegos manuales, un ambiente amable para acercar una disciplina que siempre da miedo».
Otra singularidad es la Casa del Río, al otro lado del puente. «Mucha gente no sabe que allí tenemos un acuario fluvial con peces, anfibios o reptiles que nuestro biólogo ha pescado en el Pisuerga». También dispone de un Planetario con programación dirigida al público infantil y otra para público general, «con producciones propias además». Inés subraya la condición de lugar para experimentar más que para admirar, para dejarse sorprender. Y un Museo vivo con talleres, conferencias y una activa participación en la programación cultural.
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