Del poder del humor para derribar prejuicios y de cómo puede ayudar aun en situaciones dramáticas en la antesala de la muerte se ha ocupado el Foro de la Cultura en una sesión en la que participó el sociólogo francés Michel Wieviorka, codirector del Collége ... d'Études Mondiales, que acaba de publicar un libro sobre el humor judío. «Los chistes de judíos son muy interesantes como objeto de análisis, funcionan a través del absurdo y en ellos no solo los líderes religiosos son objeto de chanza, también Dios está muy presente en ellos», señaló al inicio del coloquio en el Teatro Calderón.
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Defendió este discípulo de Alain Touraine la idea de que el judío es un pueblo «que ha sufrido mucho», lo que le da pie a hallar una conexión «entre el humor y el sufrimiento». ¿Es admisible hacer bromas sobre el holocausto? «Todo es posible si se hace desde la benevolencia. Hay gente que piensa que el humor ha de ser hiriente, crítico, que debe resaltar aspectos negativos del otro. Si yo te pregunto si conoces el último chiste belga, significa que estoy dejando caer que los belgas son idiotas. En general el humor suele ser negativo para los otros, pero en el humor del que yo hablo los judíos se ríen de sí mismos y no de los demás».
Considera el director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París que es posible hacer chanza sobre judíos si no se es antisemita, «si no aparecen los judíos como gente a la que le gusta el dinero, que organiza complots...». Y cita la existencia de un chiste 'procedente' sobre Auschwitz: «Dios le dice a un judío que son el pueblo elegido y este le responde 'por favor, ¿no puedes elegir a otro?'.
La tolerancia hacia un tipo de humor, observó, depende también de quién parta y sus intenciones. «Si es un judío el que hace bromas sobre judíos se suele aceptar sin problema, pero si ese mismo chiste lo cuenta un extremista de derechas se considera antisemita».
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Durante más de treinta años la doctora Kathryn Mannix se ha ocupado de la medicina paliativa en Reino Unido. Del trato con los enfermos terminales y sus familias guarda un cúmulo de valiosas experiencias reunidas en el libro 'Cuando el final se acerca'. Ayer contó que incluso en ese último y dramático trance vital puede hallar acomodo el humor. «Hacia el final de la vida la gente ve qué es lo importante de verdad, que no es el dinero, ni las cosas materiales, sino el amor, las relaciones personales... en los últimos momentos de un enfermo terminal hay llanto, pero también risas; es más, valoran mucho las ocasiones en las que aflora alguna chispa cómica, incluso cuando la cosa se pone muy seria necesitan reír».
Resalta la médico británica que en las despedidas entre el enfermo y su familia o allegados suelen darse momentos compartidos con gusto a partir de algún recuerdo gracioso. «Tendemos a pensar que cuando estamos al borde de la muerte estamos siempre tristes, pero no es verdad; por supuesto que en ese trance hay mucho dolor y tristeza, pero también lugar para la sonrisa, quizás porque es un tiempo de mayor lucidez donde se toma conciencia del absurdo de la vida con más claridad, de ahí que se den comentarios más de humor absurdo que divertidos. Se establece una conexión entre humor y recuerdos, de recuento de emociones pasadas».
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Conocedora del ambiente de las despedidas vitales, Mannix califica como «agridulce» el humor que destilan los encuentros entre pacientes y sus seres más cercanos. «Hay una ternura que lleva a que se den instantes donde cabe la sonrisa, mezclados también con lágrimas y abatimiento». No falta, subraya, el humor negro, quizás como recurso para aliviar la tensión. «Mi función es enseñar a la gente a hablar de la muerte y eso implica tener en cuenta las zonas de luz y sombra».
Militante entusiasta del humor británico, de la observación sutil dicha como que se deja caer sin querer y estalla provocando más sonrisa que carcajada. En esa parcela se mueve el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, acompañado por la psiquiatra irlandesa Verónica O'Keane en torno a la conversación 'Homo comicus' en el Teatro Calderón. «El humor es una elaboración muy de sapiens: hay que distinguir entre el juego, hacer gracias y el humor, que requiere de la palabra, del lenguaje. Los animales no hacen humor pero sí que juegan».
En una reflexión sobre el papel del humor en la supervivencia de la especie humana, el codirector de los yacimientos burgaleses de Atapuerca apuntó que ya Darwin escribió un libro dedicado a la expresión de las emociones en el ser humano y los animales detectando una continuidad en todas las características físicas y mentales; sin embargo, tenemos una expresión y un lenguaje corporal lprácticamente único, solo compartido con los primates más cercanos a nosotros, lo que quiere decir que en ese sentido somos los únicos que nos reímos. Tener sentido del humor es un síntoma de buena salud mental». Estima Arsuaga que la mejor prueba de mostrarlo es reírse e ironizar sobre uno mismo. ¿De qué no se ríe nunca? Aquí Arsuaga hace un poco de historia para contar que hubo un tiempo en que le ponía de los nervios cuando oía a alguien reírse de la gente de los pueblos. «A mí eso me parecía un suicidio social. Hace muchos años, no sé en qué medida eso persiste, el campesino, el habitante de los pequeños pueblos era caricaturizado como la encarnación de la ignorancia, de lo primario, así surgían los chistes de paletos, muy hirientes, hechos desde la ciudad para poner en ridículo al campesino. Yo he aprendido que la gente del campo es más sabia, culta y sensible que mucha de la capital; pero sobre todo me parecía como escupir sobre nuestros antepasados; y más tanto como necesitamos ahora a la gente del campo que se está movilizando». Maneja la idea el investigador de Atapuerca de que «en parte la despoblación del medio rural se debe a los chistes de paletos, tengo la convición de que en parte la huida a las ciudades era para escapar de ese sanbenito. Creo que el abandono del campo se debe en parte a que no hemos sabido hacer elogio para que a la gente le apetezca vivir allí».
Por su parte, Verónica O'Keane dirigió su intervención en los afectos, señalando que «nuestras emociones son contagiosas, y la depresión nos aleja de nuestras emociones y de las de los demás. Cuando sufres depresión es como si te encontraras perdido, dentro de una habitación rodeada por una nube negra, en la cual no puedes comunicarte contigo mismo ni con el resto de personas que te rodean. Pierdes el sentido del humor porque pierdes el vínculo con el resto».
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