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Estar a dos velas es sufrir carencia o escasez de dinero u otra cosa, generalmente por tener muchos gastos. Equivale a estar sin blanca, estar sin un duro o estar pelado.
Y de un tiempo a esta parte se usa esta expresión para referirse al hecho de llevar tiempo sin tener una relación sentimental o sexual.
Por otro lado, tenemos quedarse a dos velas, que, además, significa quedarse sin comprender o sin enterarse de nada de lo que se ha dicho.
Hay varias hipótesis que pretenden explicar el origen del dicho, algunas pilladas por los pelos, pero muy vistosas, tal vez relacionadas con los distintos significados de la palabra vela. Lo curioso es que en todas ellas en algún momento sale a relucir el dinero o la riqueza.
El gaditano José María Sbarbi (1834-1910), autor de un diccionario de refranes, sostenía que la expresión provenía de la costumbre de apagar todas las velas en las iglesias, después de los oficios litúrgicos, excepto las dos del altar mayor. La pobreza lumínica daba al templo un aspecto desangelado y pobre.
El navarro José María Iribarren (1906-1971), quien explicó el porqué de muchos dichos, sostenía que la expresión surgió en el ámbito del juego, concretamente en las timbas de cartas. Quien en una partida tenía la banca solía iluminarse con dos velas, una a cada lado del dinero. Si un jugador tenía buena racha, el dinero de la banca disminuía, llegando a veces a desaparecer del todo. Entonces se decía que la banca quedaba, literalmente, a dos velas.
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En la Edad Media tener muchas velas era sinónimo de riqueza. Y la falta de ellas significaba que no se tenía dinero para pagarlas. De ahí estas otras teorías:
-Cuanta más riqueza tenía el propietario de un barco, más velas tenía su navío. Aquellas que solo tenían dos velas eran las embarcaciones de los más pobres.
-Relacionada con lo náutico, otra hipótesis: el barco azotado por la tormenta o abordado por los enemigos navega solo con dos velas.
-En los velatorios el número de velas dependía de la riqueza de la persona fallecida.
-En el teatro, los actores se vestían en el camerino usando las velas como luz. El número de velas era un indicio de la importancia del actor.
El hecho de que acompañemos esta expresión con el gesto de llevarnos los dedos índice y corazón a la nariz, deslizándolos hacia los labios, sugiere la relación con los mocos colgando (a los que coloquialmente se llama velas), y de ahí con la pobreza y el desamparo, como apunta Alberto Buitrago en su Diccionario de dichos y frases hechas.
Tienen varias hipótesis para elegir. Quédense con la que más les convenza.
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