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El hipnotizador es un clásico del cine de terror; una persona con poderes mentales capaz de manipular a sus semejantes y obligarles a hacer su voluntad. Incluso Woody Allen, desde el humor, alimentó el mito y el miedo en 'La maldición del escorpión de jade'. ... De modo que, con esos precedentes ¿quién será el valiente que se atreva a asistir hoy domingo al espectáculo 'Renacer' en el Teatro Zorrilla (18.30 horas)?
«No somos los malos de la película», aclara de inmediato Aryel Altamar, el artífice del show de hoy. Altamar no sólo es el hipnotizador del espectáculo 'Los ilusionistas' de El Circo del Sol, sino que ha ganado cuatro premios de su especialidad en Hispanoamérica y es, además, psicólogo, sexólogo y experto en terapias mediante hipnosis. De modo que nadie como él para defender que esta técnica de sugestión es mucho más que un entretenimiento y, desde luego, más que un 'mete miedos'.
«La hipnosis se ha utilizado para fines positivos y también para otros negativos», admite el protagonista de 'Renacer'. Una parte de lo que cuenta el cine es cierto: la hipnosis se ha usado a veces para dar instrucciones a infiltrados que quedaban almacenadas en su mente de forma latente y que se activaban a conveniencia. Pero el uso más habitual, aparte del espectáculo, es la terapia. Y no por casualidad, la Organización Mundial de la Salud considera que es el método más eficaz para combatir la adicción al tabaco.
«La hipnosis es una ayuda, pero ante la estupidez humana no hay nada que hacer», admite Altamar. «Si yo logro con mis técnicas que cada vez que pruebas un cigarrillo te dé asco, pero, a pesar de ello, tú te lo fumas… Es una ayuda, pero no hace milagros».
En cualquier caso no será su faceta como terapeuta la que podrán ver los espectadores del Zorrilla, sino su capacidad para usar la hipnosis como instrumento para jugar con las emociones y con el humor. Altamar invitará a subir al escenario a entre 20 y 30 personas y procederá a hipnotizarles simultáneamente mientras narra al público algunos fundamentos de esta técnica que tan misteriosa resulta. Normalmente logra hipnotizar a cerca del 80 de los voluntarios y a partir de ahí empieza la función.
«Siempre digo que no se trata de dejarles en ridículo, como a veces hacen otros hipnotizadores. Yo estoy en contra de eso. La persona que sube a escena tiene que pasarlo bien, sin que su dignidad se vea comprometida», asegura Aryel Altamar. «Juego con las emociones y con un humor más blanco», añade.
Los espectadores verán como algunos voluntarios son incapaces de levantarse de una silla, porque Aryel les ha dicho que están pegados a ella, o como son incapaces de recordar un número, que ha 'borrado' de su mente, entre otros efectos clásicos. «Lo nuestro no son poderes, sino técnicas», explica. «En televisión parecen poderes sobrenaturales porque, para ahorrar tiempos muertos, se realiza una hipnosis previa fuera de cámara y luego sólo se reactiva. Pero en mi espectáculo el público sube virgen».
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