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¿Qué tienen en común la epidemia del coronavirus, los 14.000 ancianos fallecidos en las residencias y la histórica 'controversia de Valladolid', celebrada en ... 1550 en el convento de San Pablo? A primera vista la pregunta puede parecer uno de esos acertijos triviales que no conducen a ninguna parte. Pero no es el caso. Lo primero que tienen en común es la figura de Gregorio Luri, autor de 'La escuela no es un parque de atracciones', entre otras obras. Y es que el filósofo, y pedagogo, encontró en las muertes de ancianos en España, y en su complaciente aceptación social, el acicate para un viaje vertiginoso sobre la condición humana y el humanismo, que tiene una de sus escalas principales en la célebre Controversia de Valladolid de 1550. Un lugar y fecha en los que, a juicio de Gregorio Luri, nació el auténtico humanismo, el de los hechos, y en los que España mostró una de las mejores versiones de sí misma. «Nada fue igual a partir de entonces».
El viaje en el que se ha embarcado el autor de libros tan dispares como 'La imaginación conservadora', «El deber moral de ser inteligente' o «El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin», comenzó con la irrupción de la epidemia de Covid 19 y es el resultado de una indignación. «Me han afectado mucho las muertes de esos 14.000 viejos -porque hay que llamarles así- que se nos han ido a causa del coronavirus, en silencio, y sin ruido. Mi escándalo no nace tanto por las muertes en sí, que desconozco si hubieran podido evitarse, como por la sensación de que no nos han afectado como deberían. Me parece una derrota moral inmensa, y esa sensación me ha lanzado a escribir el que espero que sea mi próximo libro, que podríamos describir como una defensa del humanismo en tiempos del coronavirus. Un libro en el que defiendo la importancia de tener expectativas altas sobre nosotros mismos y en el que abogo por la vigencia y la utilidad del humanismo en estos tiempos de transhumanismos», explica.
Una «derrota moral» que Luri explica en estos términos: «No nos sentimos orgullosos de esas muertes y no nos atrevemos a mirarlas a la cara porque sentimos que no hemos estado a la mejor altura de nosotros mismos. Por qué esta realidad tan dramática no nos ha conmocionado como debería es para mí un enorme enigma».
Justo cuando estaba enfrascado en esta tarea, la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno le invitó a pronunciar una conferencia online con tema de su elección y de ahí nació una charla que finalmente impartirá este jueves: '¿Merece la pena tener alma?». En la difusión que el propio Luri realizó del acto a través de sus redes sociales ya anticipaba la respuesta y algo más. «No sólo voy a contestar que sí a esta pregunta, sino que voy a defender que el humanismo (el humanismo no retórico) nació en Valladolid en 1550», afirmaba, en referencia a la reunión de clérigos y teólogos que debatió en el colegio de San Pablo la legitimidad de la conquista de América por España.
Alma, Valladolid y virus. ¿Cómo se liga todo esto? Quizás haya que empezar por el alma, que Luri describe así: «El alma es el ámbito en el que lo mejor que podemos llegar a ser se dirige a lo que somos y lo examina». Esta es claramente una peculiaridad humana y la consecuencia es que «el hombre es el único animal con mejillas rojas, el único que se avergüenza de sus actos».
La preocupación porque los hombres puedan alcanzar la mejor versión de sí mismos es la gran preocupación pedagógica de Luri, desarrollada a lo largo de una amplia serie de ensayos, pero aquí se cruza con la historia y salta las barreras estrictas de la escuela. «¿Cómo podemos llegar a concebir ese 'lo mejor que podemos llegar a ser'?», se pregunta. «Porque vivimos en una comunidad que nos da ejemplo. Pero ninguna comunidad puede animarnos a sacar lo mejor de nosotros si no cree que lo que tiene, que lo que ha construido o logrado, tiene valor». De ahí nace también la necesidad de recuperar esos momentos inspirados en los que los españoles no sólo se pusieron alto el listón a sí mismos, sino que se lo elevaron al mundo entero. O sea, Valladolid en 1550.
«Ese momento histórico que conocemos como la Controversia de Valladolid, que tiene precedentes antes y prolongaciones después, es algo admirable: el mayor poder del mundo, que es en ese momento Carlos I, decide suspender temporalmente las conquistas en América para debatir si lo que se está haciendo allí es justo o no. Esto es de una grandeza enorme y es un motivo de legítimo orgullo. Supone someter los asuntos políticos de Estado, al filtro de los argumentos racionales. Y a mi modo de ver es la prueba más clara del paso del humanismo retórico de los precursores italianos al humanismo de los hechos», opina. Por eso, frente a la versión habitualmente más aceptada, la de los eruditos alemanes del XIX, que colocan en Italia el origen del humanismo, Gregorio Luri reivindica que el humanismo de verdad nace en Valladolid, en ese momento en el que el respeto a la dignidad del otro abandona el mundo de las ideas y pasa al de los hechos. Un momento crucial que también se reconoce como el origen del reconocimiento de los derechos humanos.
«No hay precedentes de algo semejante en ninguna parte. Ese gesto marca uno de nuestros momentos de gloria y pone de manifiesto lo mejor de nosotros mismos». Por supuesto, el debate no resolvió todos los problemas, y continuaron las guerras, y los indios siguieron sufriendo penalidades durante un tiempo, penalidades que fueron corrigiéndose. Pero lo relevante para Luri es que «a partir de Valladolid podrás actuar de una manera o de otra, pero ya no podrás discutir que todas las gentes del mundo son hombres. Luego eso lo podemos cumplir más o menos en la práctica, pero ya tenemos la referencia de lo que debemos hacer si nos queremos mirar desde lo más alto».
La Controversia de Valladolid no es un acierto aislado, fruto de algún azar. Surge en un contexto cultural en el que antes y después se producen otros hitos cruciales. «La Controversia de Valladolid no es un fenómeno coyuntural», resalta Gregorio Luri, y ofrece tres figuras históricas a modo de ejemplo. La primera es la del cántabro Fray Antonio de Guevara, un clérigo que discutía habitualmente con el emperador sobre la conquista de América, «y que realiza en su obra 'El villano del Danubio' la primera elaboración del mito del buen salvaje». La segunda es la del segoviano Andrés Laguna, que, en 1557, en su obra Viaje de Turquía, escribe literalmente «¿por qué tengo yo que creer a lo primero que me digan si antes no lo examina mi entendimiento?», en una anticipación del racionalismo de la Ilustración. Y la tercera es la del gallego Francisco Sánchez 'el escéptico', que en 1576 escribe 'Quod nihil scitur, liber' (Que nada se sabe) «en la que anticipa la duda metódica de Descartes». Tres ejemplos de un clima cultural que encuentra su máxima expresión en la Controversia de Valladolid de 1550, ese momento en el que el hombre más poderoso del mundo decide someter su Imperio a los criterios de la razón.
El filósofo ha decidido buscar en éste y otros momentos de altura de miras de nuestra historia la inspiración para contrarrestar un presente «en el que me parece que nos valoramos más bien desde lo más bajo que somos, desde la pasión y el sentimiento».
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