«Tenemos una gran vida mientras somos buenos, luego nos tiran como a una patata podrida»
Elīna Garanča | Cantante ·
«He cumplido todos mis sueños», dice una de las artistas líricas más famosas del mundo, que actuará el día 9 en el teatro de MéridaSecciones
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Elīna Garanča | Cantante ·
«He cumplido todos mis sueños», dice una de las artistas líricas más famosas del mundo, que actuará el día 9 en el teatro de MéridaElīna Garanča (Riga, 1976) es una de las cantantes más famosas del mundo en el ámbito de la lírica. Formada en Austria y EE UU, su repertorio ha evolucionado desde Rossini y Mozart hasta Verdi y Wagner. Su interpretación de 'Carmen' en Nueva York en ... 2010, retransmitida simultáneamente a salas de cine de 31 países, fue un éxito apoteósico: los críticos fueron unánimes al señalar que la suya es la mejor versión en décadas. La mezzosoprano letona -que está casada con el director de orquesta Karel Mark Chichon, reside varios meses al año en Benalmádena y habla un perfecto castellano- debutará el próximo día 9 en el Teatro Romano de Mérida, en un concierto titulado 'Homenaje a España', en el que interpretará varias arias de 'Carmen' y, en la segunda parte, temas de zarzuela. No en vano se ha convertido en una gran defensora en todo el mundo del género español por excelencia. Y se ha integrado como pocas en la vida y las costumbres del país. Tanto es así que se ha aficionado al flamenco y los toros y es miembro de la Hermandad de la Macarena de Sevilla.
- Supongo que le han planteado más de una vez la paradoja de que una cantante letona sea una de las grandes divulgadoras de la música española.
- (Risas). Sí, supongo que para muchos será curioso. Al principio, también lo era para mí porque en mi país estamos muy lejos de los temas y el estilo de la zarzuela. Pero no he creído nunca en el 'temperamento biográfico', eso de que eres según el lugar en el que naces. A partir de ahí, el amor y la atención que he recibido en España cantando esa música han sido muy grandes. Me aceptaron y me han dado esa libertad. Uno de mis éxitos mayores ha sido cantando 'Las carceleras' o la 'Canción de Paloma'.
- ¿Se acabó lo de las escuelas musicales nacionales?
- Nunca se ha grabado música tan diversa como en este momento, y eso cambia la percepción de las obras y termina por suprimir las fronteras culturales. A veces es bueno que un extranjero aborde esas piezas porque pone en tela de juicio la tradición que los del lugar seguimos sin saber muy bien por qué. Eso vale para los alemanes que cantan en ruso o los rusos que cantan en italiano. Para todos.
- Creo que su madre, también cantante, fue quien la introdujo en la música española. ¿De dónde la venía a ella su afición por la misma?
- Tenemos algo en común que es la espalda recta del flamenco. Mi madre sentía devoción por Falla, Guridi, Lorca… En casa escuché las canciones de Falla desde muy pequeña. Mi madre daba unos veinte conciertos de cámara al mes y quería ofrecer algo nuevo, no solo Schumann y Brahms; de esa forma conocí muchas obras que no eran las habituales. A mí también me gusta romper esa visión clásica y entiendo que a cierto público le sorprenda ver a una chica rubia del norte cantando canciones del sur.
- Va a cantar en el teatro de Mérida, al aire libre. ¿Qué cambia respecto de actuar en un teatro?
- Estoy acostumbrada. En los festivales de verano es habitual. Es más bien cuestión de la elección del repertorio por el público que asiste. En general, a esos conciertos viene más gente que no frecuenta la ópera y eso hace que todo sea más relajado. A veces ese público se agradece más y disfruta más. No son los listillos de los críticos que analizan cada frase y te comparan con las cantantes del siglo pasado y si has conseguido hacerlo al menos como ellas. Eso te da más libertad aunque por otro lado estás más pendiente del tiempo: si hace frío o calor, o viento…
- Tampoco será igual cantar en un teatro pequeño, con el público cerca y viendo todas las caras, que en un espacio enorme.
- Pero suele haber pantallas y hay un lenguaje corporal que debes manejar, como sucede en los teatros grandes. En el Metropolitan debes moverte para no expresar solo con la cara, porque quien está en la segunda terraza no verá tus gestos.
- A lo largo de su carrera, ha cambiado bastante el tipo de papeles. Alguna vez ha hablado de que la maternidad le dio colores nuevos a su voz. ¿Algunos de esos nuevos papeles se los debe a la maternidad?
- Sí, aunque no solo la maternidad. Esta me ha dado calma en mi vida y más reflexión. Pero hace falta una preparación técnica. Una cantante que ha estado medio año cantando Mozart no puede después de un embarazo abordar un papel como el de 'Aida'. Yo siempre he querido cantar ese repertorio grave y empecé con fragmentos en concierto para que cuando me tocara hacer todo el papel ya tuviese una parte muy preparada. Mi estrategia de carrera ha sido llegar a un punto de plenitud y que me queden aún papeles que no he cantado. No hacerlo todo antes de los 35 años.
- ¿Cree que hoy las cantantes sufren más presiones para hacer nuevos papeles que las de las generaciones anteriores?
- No entiendo a los cantantes que dicen que su agente les ha llevado a hacer este papel o aquel otro. Eres tú quien pone la voz. Es cierto que a veces se acumulan proyectos muy interesantes y vas cargada de trabajo. Pero el rol que quiero cantar y los conciertos que voy a dar los decido yo. Me pregunta por los artistas de generaciones anteriores. La visión del artista ha cambiado mucho en cuanto a la rapidez como vivimos, el acceso audiovisual y la moral de la profesión. Los cantantes de antes muchas veces sacrificaron a su familia. Eso ya no nos sirve. Tenemos una gran vida mientras somos buenos en el escenario. Luego cuando perdemos la voz nos tiran como a una patata podrida y pasa el siguiente. Y tú te quedas en casa viendo las fotos de tus días de éxito. Una carrera es una ilusión de unas pocas horas al día. El resto somos personas como otras.
- ¿Una carrera en la ópera se parece cada vez más al deporte por el cuidado al que les obliga?
- Somos atletas de cuerdas vocales. No solo eso, también nos duelen la espalda, el cuello, las rodillas… Para nosotros es habitual que en un mes cambiemos quince veces de hotel, cama y almohada. Después de un día de trabajo en el escenario tenemos problemas: por los tacones, el polvo, el aire acondicionado, las corrientes… Somos como atletas y el público espera que cada noche consigamos un récord mundial. Hay mil o dos mil personas en la sala que valoran cada nota, cada movimiento. Si se da en TV pueden ser cien mil, o más. A partir de ahí, y de forma anónima, escriben lo que quieren en internet.
- En este momento en que la ópera se rentabiliza sobre todo por la difusión internacional de las producciones, en DVD o en retransmisiones a centenares de salas de cine, ¿hasta qué punto la belleza física cuenta más?
- Algunas cantantes del pasado eran muy guapas. Y hombres, claro. Eso también se admiraba. Al entrar a un examen en la Academia solo valoran tu voz, cierto, pero luego sí se tiene en cuenta la belleza. Por eso nos cuidamos. Cuando hice 'Carmen' en Nueva York estuve corriendo ocho kilómetros diarios durante tres meses para poder estar en forma. Por qué no cuidarse un poquito. Es algo que hace toda la sociedad, no hay más que ver la obsesión con las dietas y cómo te venden productos de belleza.
- ¿Y la gestualidad? Es algo que se nota mucho en un DVD.
- Claro que se nota. No solo la apariencia física, sino poseer el salero, la confianza; son cosas que se ven desde la fila 16. Otra cosa son los gestos. A mí hay gente que después de ver una actuación viene a saludarme y me dice que descubrió en una transmisión en un cine que la ópera es algo muy pasional. Luego compaginan teatro con cine o DVD.
- Acaba de hablar del salero. ¿Eso se aprende o es innato?
- (Risas) Alguno no estará de acuerdo pero pienso que se nace con él, no se puede comprar. Se puede pulir, pero debes tenerlo.
- Canta bastantes papeles masculinos. ¿Suponen un reto?
- Sí, por supuesto. Es la magia del teatro, que hace que el espectador se olvide de que ese papel masculino lo canta una mujer. Con 22 años hice de Orlovsky (de 'El murciélago' de Strauss), en una producción en que el personaje era medio alcohólico, cansado de la vida, y fui a la estación de tren a ver a las personas que vivían por allí, medio borrachos, y los movimientos y gestos que vi me ayudaron. Luego, cuando hice Cherubino (de 'Las bodas de Fígaro' de Mozart), un chico de unos 15 años, fui a una academia de fútbol para ver cómo hacían giros, movimientos rápidos. O he tenido que fijarme en cómo un hombre besa a una mujer. Esos son pequeños detalles que en una grabación se notan y hacen buen efecto. Cada personaje es interesante por los pequeños detalles.
- En 2018 dijo que en una década se le acabaría la voz y debía pensar qué hacer. Ha pasado la mitad de esa década…
- Los años pasan muy rápido (se ríe). Esperemos que sea un poco más. Tampoco lo sé. Desde mi punto de vista he llegado al máximo de la capacidad vocal. Hay otros papeles que puedo aprender pero mi voz ya no puede cambiar, solo puede ir hacia abajo. Hay que marcharse cuando estás fantástica porque si no luego lo lamentarás o escucharás al público que te dice 'vete ya'. Hay cosas que me interesan para el futuro, como ser profesora. En el escenario ya he cumplido mis sueños con los papeles que quería cantar así que ahora todo lo que llega es un cierto 'bonus'.
- Usted defiende su derecho a la intimidad cuando está fuera del escenario. ¿Las redes sociales son una amenaza?
- No son muchos artistas los que quieren que los reconozcan mientras comen. Cuando yo estoy cenando con mi marido y mis niñas no soy una cantante. Lo que pasa es que tengo la cara de esa cantante. Cuando hay presentaciones, galas, cenas oficiales con patrocinadores y cosas así, voy y a veces también disfruto. Pero eso son unas horas al día. Al acabar, me quito la máscara y soy una persona privada y tímida.
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