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Detrás de un hombre con éxito profesional no solo hay una mujer asombrada. A veces hay imaginación y mucho trabajo. Sobre todo trabajo. Y Merce, ... su valiente compañera de los últimos 50 años, lo sabe muy bien. Hubo un día en que Félix comenzó a ver las calabazas secas que colgaban en su tienda familiar de ultramarinos de los Zancajos, en Toro, como lo haría un genial lutier. Un constructor de rabeles como los que creaba el cántabro «Lino el airosu», cuando cantaba aquello tan fino de: «una polla se escapó/ y se metió en un convento/ las monjitas que la vieron. Polla fuera, poya dentro». Que nadie se escandalice, es folklore. Con el tiempo, Félix y su inseparable Toño recopilaron en un libro centenares de estas sentencias tan celebradas.
Fue solo el principio. Y sorprende, al margen de lo meramente musical, el desarrollo técnico de Félix Pérez, demostrado en la Revista de Folklore que funda Joaquín Díaz. En aquella publicación fundada hace 40 años, junto a un relato sobre el cierzo escrito por Miguel Delibes, ya aparece una separata firmada por Félix con un método para tocar el dúlcimer. Y también un croquis y comentarios de Félix para construir una zanfona. Ni más ni menos que una zanfona. Instrumento casi desaparecido y del que se convirtió en todo un virtuoso. Aquellos dibujos cómplices y didácticos que tanto ayudaban a su comprensión estaban hechos por Mariano Gallegos.
Cada historia tiene su prehistoria. El nombre de Candeal no puede desvincularse del de Trigo Verde, es evidente. El clásico grupo folk de los setenta en el que Félix y Toño cantaron y actuaron durante cuatro años liderados por Jose Luis Bolado, un músico de muchas inquietudes. Un buen tipo que nos dejó a destiempo. A Félix le bullía la cabeza, pero sobre todo quería innovar. No le gustaban los caminos trillados ni el carril por el que entonces circulaba todo. Animó en sus comienzos a María Salgado que llegó a Valladolid con su intensa voz desde Toro, como él, a mediados de los 70. Después de cantar ambos «El tío Babú» a los pies de la colegiata.
El encuentro de Félix y Toño fue esencial, se consolidó. tras mucho tiempo de trabajo común. Candeal sonaba a estreno y era perfectamente identificable. Sus imitadores no llegaron nunca a reproducir ni de lejos su potente puesta en escena, el desenfado y buen humor. Pero también la fuerza, el rigor en la interpretación, los arreglos tan cuidados, el acompañamiento sin estridencias de sus músicos. Todo lo que forma parte de la identidad de Candeal. El único guión del que disponía Félix era el orden de las canciones. Todo lo demás lo improvisaba. En esencia, esa fue su línea de trabajo. Improvisaciones muy preparadas. Era muy, muy cabezota. Pero también una persona que, además de convicciones, tenía inteligencia. Y una cosa y otra le empujó a llevar a cabo proyectos que ni el mismo sabía que tenía. Para comprender bien a Félix no hay que mirar hacia atrás, sino al fondo.
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