Imagen de la película 'Don Juan Tenorio' (1922) y buñuelos de viento.

El postre que pusieron de moda Zorrilla y su Tenorio

Gastrohistorias ·

Los «suspiros de monja» se popularizaron como dulce de Todos los Santos gracias al drama de don Juan y doña Inés

Ana Vega Pérez de Arlucea

Martes, 1 de noviembre 2022, 14:52

'Don Juan Tenorio' vuelve puntual a su cita con Todos los Santos. Esta semana esta obra teatral se representará en centenares de escenarios de toda España, desde el histórico barrio de Vegueta en Las Palmas de Gran Canaria hasta el Museo Arqueológico Municipal de ... Cartagena, pasando por Alicante (en el claustro de la concatedral de San Nicolás), Alcalá de Henares (palacio arzobispal), Málaga (Museo Unicaja de Artes Populares) o Torrelavega, donde se escenificará una versión actualizada y con tintes eróticos.

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El drama original de José Zorrilla, el del donjuán –nunca mejor dicho– que intenta ganar una apuesta seduciendo a una virginal novicia, se estrenó en Madrid en marzo de 1844 sin pena ni gloria. Al parecer la puesta en escena no estaba a la altura de lo que la trama (apariciones fantasmagóricas, efectos especiales, etc.) requería, pero aquel «drama religioso fantástico en dos partes y siete actos» tuvo a partir de 1850 una segunda vida. A finales de octubre de aquel año el madrileño Teatro del Drama representó la obra «con todo el aparato y puesta en escena» que el argumento pedía, obteniendo un éxito clamoroso. Para desgracia de Zorrilla, que había vendido los derechos de autor y con ellos cualquier posibilidad de enriquecerse a su costa, el Tenorio se convirtió en una de las obras teatrales más populares del siglo XIX y prácticamente en una tradición más del día de Todos los Santos.

El escritor vallisoletano nunca vio un duro por todo aquello. Años después se quejaría amargamente sobre la falta de protección de la propiedad intelectual diciendo que mientras él pasaba apuros económicos, su Don Juan mantenía «en el mes de octubre todos los teatros de España y las Américas Españolas». Ajeno a semejante injusticia, el público seguía llenando cada año los teatros durante los días de Ánimas (del 31 de octubre al 2 de noviembre) para recordar el trágico destino de doña Inés. Se dio la coincidencia de que la pasión inicial por el Tenorio coincidiera en el tiempo con la llegada a las confiterías de un nuevo dulce procedente de Francia, los soupirs de nonne o «suspiros de monja». También conocidos en Francia como «beignets de vent» (literalmente, buñuelos de viento) o con el apodo humorístico de «pedos de monja», su nombre se debía a su extraordinaria ligereza, como un soplo de aire, y también a su sabor supuestamente celestial. Se diferenciaban de los hasta entonces tradicionales buñuelos españoles en que su masa se hacía con mantequilla en vez de con aceite, y en que a diferencia de sus primos locales, elaborados y vendidos en grasientas buñolerías, los suspiros de monja se despachaban en elegantes pastelerías.

A pesar de su afrancesada sofisticación los suspiros eran dulces de sartén y como tales se incorporaron rápidamente al calendario goloso español, convirtiéndose en las nuevas estrellas del Carnaval, la Cuaresma y los Dias de Difuntos. El 'Manual del cocinero, cocinera, repostero, pastelero, confitero y botillero' fue en 1837 el primer recetario patrio en incluir la fórmula de los «buñuelos llamados soplillos o suspiros de monja», unos dulces que proliferaron especialmente a partir de 1850 y se convirtieron en el bocado preferido con el que los espectadores endulzaban, bocado va y bocado viene, las desventuras de doña Inés de Ulloa. La novicia que suspiró hasta la muerte por Juan Tenorio.

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SUSPIROS DE MONJA (receta de 1893)

Pónense en una cacerola dos onzas de manteca, cuatro de azúcar, un vaso de agua y corteza de limón raspada; se añade harina y se hace hervir todo hasta que forme una pasta, conociéndose que ésta se halla en punto cuando se vea que se desprende fácilmente de la cacerola. Entonces se mezclan tres huevos y se mueve todo bien movido. Después se extiende la masa sobre un plato, sirviéndose para esta operación del mango de una cuchara de cocina, y se corta a pedacitos que se echan en el aceite, el cual no debe estar muy caliente. Se escurren en una servilleta y se sirven los suspiros espolvoreados de azúcar fina.

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