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Montaje basado en un retrato de la reina María Antonieta pintado por Élisabeth Vigée-Lebrun (1785).
María Antonieta y los pasteles de los que nunca habló

María Antonieta y los pasteles de los que nunca habló

Gastrohistorias ·

«Si no tienen pan, que coman brioche». Esta cruel frase se ha atribuido de forma apócrifa a varias reinas de Francia: entre ellas, a la española infanta María Teresa

Ana Vega Pérez de Arlucea

Viernes, 31 de enero 2025, 00:32

Como si haber sido encarcelada, vilipendiada, juzgada bajo falsas premisas y finalmente guillotinada fuera poca cosa, la pobre María Antonieta de Austria (Viena 1755 - París 1793) siguió siendo difamada tras su muerte. Ella habría dicho que llovía sobre mojado: desde su boda en 1770 con el futuro rey Luis XVI tuvo que aguantar carros y carretas. La tildaron de frívola, derrochadora y pervertida, la acusaron de manipular a su marido, de ser una espía a las órdenes de oscuros intereses extranjeros e incluso, durante aquel juicio exprés y arbitrario al que la sometieron los revolucionarios, de haber abusado sexualmente de su propio hijo. Madame Déficit, la llamaban. O directamente «perra», haciendo un insultante juego de palabras entre su nacionalidad austríaca (autrichienne, en francés) y la expresión «autre chienne», que literalmente significa «otra perra» con el sentido de mujer desvergonzada y libidinosa.

A María Antonieta no le hubiese sorprendido saber que, una vez separada su cabeza del cuerpo, los franceses siguieron inventándose cuentos para desprestigiarla. Uno de los más famosos es esa anécdota pseudo-histórica que cuenta que allá por octubre de 1789, con el ánimo del pueblo llano ya incendiado y las protestas a las puertas de Versalles, la reina estaba tan desconectada de la realidad que al escuchar a sus súbditos pidiendo pan lo único que le salió del alma fue una cruel ocurrencia. «Si no tienen pan, que coman pasteles».

La frase original en francés —que, como veremos ahora, tampoco lo era tanto— no hacía mención a pasteles genéricos, sino a una elaboración concreta pastelera muy concreta: «S'ils n'ont pas de pain, qu'ils mangent de la brioche». Enriquecido con mantequilla, huevos y azúcar, el brioche era a finales del siglo XVIII un pan de lujo que obviamente los siervos de María Antonieta no se podían permitir, pero lo curioso de esta historia no es sólo que la reina nunca dijera esas palabras, sino que a lo largo de la historia se han atribuido a otras personas y cambiando el brioche por otras delicias lejos del alcance de los pobres.

Un meme de 500 años

Podríamos decir que el famoso «que coman pasteles» es prácticamente un meme desde hace 500 años, un exabrupto que, dependiendo de la época y de la persona a la que se endosaba, se ha usado para acusar de ignorancia o estupidez supina (sobre todo cuando involucraba a una mujer) y sobre todo de bestial inhumanidad. El gobernante o poderoso de turno podía ser un maharajá de Gujarat en el siglo XIX, un gobernador alemán del XVI o una reina de la Francia absolutista, pero la esencia siempre era la misma: los privilegiados viven de espaldas a las necesidades de la gente normal.

El filósofo Jean-Jacques Rousseau fue el primero que vinculó esta historia con el brioche. Lo hizo en 1765, cuando María Antonieta aún era una niña y vivía en Viena sin imaginarse lo que le vendría encima. En el sexto libro de su obra biográfica 'Les confessions', Rousseau cuenta que estando de visita en casa de un tal señor Mably hurtó de la bodega unas cuantas botellas de vino blanco de Arbois. «Lamentablemente nunca he podido beber sin comer. ¿Cómo conseguir pan? Hacer que los lacayos lo compraran seria traicionarme e insultar al dueño de la casa. No me atreví a ir yo mismo a comprarlo. ¿Un caballero apuesto, con una espada al costado, yendo a comprar un trozo de pan al panadero? Finalmente recordé la solución de una princesa a la que le dijeron que los campesinos no tenían pan, y que respondió que comieran brioche».

Introductora del chocolate

Esa princesa sin nombre era probablemente un arquetipo y no una persona real, ya que la absurda sugerencia de sustituir el humilde pan por pasteles, empanada o algún otro alimento caro era recurrente en la literatura francesa desde tiempos de Molière. Antonia Fraser, biógrafa de la regia guillotinada, alude en su libro 'Marie Antoinette' (2001) a otra reina consorte de Francia —cómo no, también extranjera— a la que se le colgó el sambenito de desalmada por querer que los hambrientos calmaran sus tripas a base de finuras. «Esa historia se contó por primera vez sobre la infanta española que se casó con Luis XIV, cien años antes de la llegada de María Antonieta a Francia, y se siguió repitiendo sobre otras princesas a lo largo del siglo XVIII», explica Fraser. Esa infanta no era otra que María Teresa de Austria (San Lorenzo de El Escorial 1628 - Versalles 1683), hija de nuestro Felipe IV y esposa de Luis XIV, el Rey Sol.

Su país de adopción le atribuye el haber introducido el chocolate en la corte francesa, pero según uno de sus descendientes también ella salió por peteneras pasteleras al conocer que sus vasallos tenían hambre. Luis XVIII, nieto del nieto de la madrileña María Teresa, escribió sus memorias en 1823 y en ellas relató cómo al degustar pâté en croûte (una elaboración en la que el paté va cubierto por una croûte o corteza externa hecha con masa de pan, hojaldre o pasta brisa) solía acordarse de aquella antepasada suya. «La reina María Teresa respondió, un día en que alguien se compadecía delante de ella de los pobres que no tenían pan: «¡Pero, Dios mío! ¿Y por qué no comen la corteza del paté?». Si la anécdota no se la hubieran endilgado a María Antonieta en 1841, ahora la infanta sería la mala de esta película apócrifa.

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