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Ana Velasco Molpeceres. Alberto Mingueza

Ana Velasco: «España ha sido y es uno de los países más influyentes en moda»

La vallisoletana hace doblete con la publicación, con pocos meses de diferencia, de la primera Historia de la Moda en España y de una biografía de Eugenia de Montijo

Lunes, 23 de agosto 2021, 09:40

La moda es negocio y cultura, pero también signo de poder y de influencia, expresión de identidad personal y colectiva, indicador de los modos de ... sociabilidad y marcador (o supresor) de diferencias sociales. Por ello resulta sorprendente que haya habido que esperar a 'Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini', de la vallisoletana Ana Velasco Molpeceres, para disponer del primer estudio completo sobre la materia. Una laguna especialmente inconcebible en un país que ha sido de los que han marcado tendencia en el mundo en el pasado y todavía lo hacen hoy.

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«España ha sido y es uno de los países más influyentes en moda. El segundo, seguramente, después de Francia. E incluso el primero, si miramos al pasado, porque durante todo el Imperio español, entre los siglos XVI y XVIII, marcó las reglas de estilo y elegancia. Pero a partir de entonces es la moda francesa la que se impone, y luego se sumarían Gran Bretaña, Italia o EEUU».

La novedad de 'Historia de la moda en España' (Catarata) radica en su capacidad para ofrecer una visión de conjunto, y en la combinación de criterios culturales, estéticos, sociológicos y políticos. «Existían estudios parciales dedicados a algún periodo en concreto, o a aspectos parciales. Los hay sobre trajes militares o indumentaria religiosa, por ejemplo. Pero no había un libro que ofreciera una visión general», explica Velasco, que es profesora de la Universidad de Valladolid, miembro de la Junta de Gobierno del Ateneo y coordinadora de su Premio de Novela. En cualquier caso, admite, «es muy difícil para el lector de hoy hacerse una idea de lo que significaba la ropa para quienes nos precedieron, porque nuestra experiencia es ahora completamente diferente. Desde 1950 para acá el cambio ha sido muy rápido y ya no queda nada del mundo de antes».

Nuestra experiencia de la moda está marcada por el doble proceso democratizador que supusieron las revoluciones liberales, por un lado, y los cambios asociados a la capacidad de producir ropa barata y accesible, a partir del siglo XIX, con la emergencia del capitalismo. «Con las revoluciones liberales llega la moda democrática. La vestimenta de los hombres se iguala -pantalón, camisa y chaqueta- y lo hace tomando como referencia la vestimenta de las clases populares», explica la investigadora.

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La aparición de la ropa económica es otro cambio trascendental, pues hasta ese momento la vestimenta había sido un objeto muy valorado y costoso, que se heredaba, se cuidaba y se reparaba. No hay que olvidar que los tintes no eran industriales, como ahora, sino que requerían un proceso meticuloso de elaboración. La ropa formaba parte del patrimonio personal y familiar. Y los zapatos eran un objeto de lujo, un marcador inequívoco de la posición social, pues los pobres no podían permitírselos. A lo sumo unas alpargatas de esparto que se deshilachaban y se volvían a hilar.

La moda es también un territorio susceptible de equívocos y falsedades asentadas, y también ha ofrecido munición para la leyenda negra. Los enemigos de la España imperial divulgaron la idea, hoy muy extendida, de que la vestimenta negra que caracterizó a la Corte española de Carlos V y Felipe II expresaba la sordidez y rigor religioso del Imperio español, pero la realidad no tiene nada que ver. «El negro se usaba ya en Borgoña, de donde viene Carlos V, porque permitía que resaltaran las joyas. Era un signo de distinción y elegancia. Pero también de riqueza y poder porque el tinte palo campeche, necesario para lograr el color negro, era el más caro y lujoso», explica Ana Velasco.

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Una vestimenta española de pura cepa es la mantilla, que la emperatriz francesa, la granadina Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, contribuyó a relanzar en todo el mundo. «La mantilla a finales del siglo XVI surgió como alternativa a los velos de las tapadas, que llevaban cubierto prácticamente todo el rostro salvo un ojo. Durante mucho tiempo se pensó que esa forma de cubrirse era de influencia musulmana, pero no es así: procede del Mediterráneo».

Otro equívoco más: el aislamiento franquista en materia de moda. Velasco lo desmiente categóricamente. «España va a la par del resto de Europa en esa época. Los 40 y los 50 son años de privaciones, pero lo son en todo el continente por la guerra y la posguerra». Y revela algo que rompe muchos tópicos: «La España franquista fue uno de los primeros países en los que se autorizó el biquini». De hecho, empiezan a verse en los años 40, en las playas de Santander, por la afluencia de extranjeros a los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo. «El uso del biquini no se generalizará hasta los años 60, pero esto es también así en el resto de Europa». En realidad, podemos considerar a la actriz Úrsula Andress como la gran embajadora de la prenda tras su aparición en la película de James Bond '007 contra el doctor No'.

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Más equívocos: el sombrero chambergo de ala ancha con capa de embozado, popularizado por las novelas de Alatriste como signo de la España del Siglo de Oro no llega hasta finales del XVII, con Carlos II, por influencia de un general alemán. Usarlo para tiempos previos, como se hace a menudo en las recreaciones de teatro clásico, es un inofensivo anacronismo.

La emperatriz del Canal de Suez

En estas mismas fechas, Ana Velasco publica también una monografía de divulgación sobre Eugenia de Montijo que publica RBA en su serie 'Mujeres poderosas'. La vinculación de la emperatriz española con la pujanza de la moda francesa es sobradamente conocida, pero está menos estudiado el importante papel político que jugó durante el gobierno de Napoleón III. «Había leído mucho de Eugenia de Montijo, pero al preparar este libro investigué y descubrí una figura mucho más interesante y menos conocida». Y es que fue regente de Francia en tres ocasiones, jugó un papel decisivo en la construcción del Canal de Suez y realizó labores diplomáticas. «La reina Victoria de Inglaterra hablaba las cuestiones de Estado con ella, y no con Napoleón III, y a él le aconsejaba que tomara más en consideración sus criterios».

Hay incluso una vinculación vallisoletana en su historia, pues a punto estuvo de otorgarle una de las máximas distinciones del Imperio al poeta José Zorrilla, que por entonces residía el París. «Pero la mujer del autor del Tenorio le hizo saber a Eugenia de Montijo de sus infidelidades y finalmente se la negó. Era estricta en esto». Pese a este incidente, José Zorrilla mantuvo una buena relación con los emperadores y prueba de ello es su etapa en México durante el gobierno de Maximiliano».

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