Joaquín Achúcarro, sentado ante el piano en su casa, tras la entrevista, Foto: Ignacio Pérez | Vídeo: César Coca, Silvia Cantera y Pablo del Caño

«¿Cumplo 90 años? Pienso que no es verdad, pero miro al espejo y me dice que sí»

Joaquín Achúcarro. Pianista ·

Comenzó su carrera artística cuatro años antes del histórico gol de Zarra a Inglaterra y aún da 40 conciertos al año, imparte clases en Dallas y trabaja al teclado muchas horas cada día. Afable, modesto y cercano, niega que lo suyo sea de récord, pero lo es

Domingo, 30 de octubre 2022, 00:30

Son las diez y media de la mañana, luce un sol más veraniego que otoñal, y desde la calle se escucha tenuemente un piano. Es Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932), que trabaja en su casa un 'intermezzo' de Brahms, una pieza que ha tocado muchas veces, ... incluso ha grabado, y prepara con mimo para un concierto en Nueva York. Es su forma de trabajar desde su debut, porque no conoce otra que no sea el estudio diario:no menos de cuatro o cinco horas, sin apenas fiestas ni vacaciones. Aquel debut fue en mayo de 1946, así que han pasado 76 años y medio. Para situarnos:fue cuatro años antes del histórico gol de Zarra a Inglaterra y aún faltaban diez para la primera emisión de TV en España. A Stalin le quedaban siete de vida y Gagarin era un chaval de doce que no podía ni soñar con que sería el primer ser humano en el espacio. Achúcarro cumplirá 90 años el próximo martes y sigue dando conciertos (unos 40 por temporada) e impartiendo clases en Dallas. Casi todo en su trayectoria es de récord: baste decir que solo en vuelos hacia o desde EE UU y en el interior de aquel país lleva acumulados diez millones de kilómetros, lo que equivale a casi 250 veces la vuelta al mundo. A finales de septiembre, el programa 'Les Grands Entretiens' de Radio France Musique le hizo una extensa entrevista que dividió en cinco entregas e ilustró con grabaciones suyas. Sin embargo, quita importancia a todo eso, como si fuera normal. Yda una lección de humildad y de su forma de entender la vida y el arte:«Cada vez que tocas una obra, da igual las que la hayas tocado antes, es la primera».

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– Cumple 90 años y debutó hace 76 y medio. ¿Le da vértigo pensarlo?

– ¿Cumplo 90 años?Eso no es verdad... Así lo pienso, aunque luego me miro en el espejo y me dice que sí, que es así, de manera que tengo que asumirlo. Recuerdo perfectamente el debut en una semana de mayo en la que luego me han pasado grandes cosas:en las mismas fechas, años después, gané el concurso de Liverpool que lanzó mi carrera internacional, me casé con Emma, me hicieron Doctor Honoris Causa...

– La suya es una de las carreras más largas de la Historia.

– Hasta el premio en el concurso de Liverpool (1959)fue una 'precarrera'. Daba conciertos sobre todo por España. Recuerdo que salía en tren de Bilbao a las siete de la mañana para una actuación en Oviedo y llegaba ya de noche.

– A finales de septiembre estuvo en Toulouse, luego se fue a Nueva York... No para. ¿Lo suyo es un desafío a su DNI?

– No lo sé. Desde hace mucho, mi DNI pone que expira el 1 de enero del año 9999. No sé qué pensar. De momento, me ha ocasionado algún problema. Antes del 'brexit', cuando se podía entrar en Reino Unido solo con el carné, ya tropecé con un policía que tenía dudas sobre su autenticidad.

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– ¿Qué queda de aquel niño de 14 años que con pantalón corto debutó en la Sociedad Filarmónica de Bilbao?

– Un montón de recuerdos: de aquella tarde, de la sensación de sofoco que producía una sala llena. A veces aún miro a mi izquierda y entre los violines de la orquesta veo a Félix Ayo, justo donde estaba aquel día.

Sentido del humor

– ¿Alguna vez, en mitad de una turbulencia en un avión, o en un hotel que no le ha gustado, se ha preguntado qué hace allí, con lo tranquilo que podía estar en su casa, paseando y disfrutando de un merecido descanso?

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– Si consigues que tu sentido del humor se sobreponga a todo eso, no lo piensas. Le voy a contar algo:hace un tiempo estuve en Bergen (Noruega), donde había nacido mi bisabuelo, que era pariente de Grieg. Llegué allí y llovía a mares. Tanto que tuve que llevar la maleta al hombro y caminar entre charcos hasta el hotel. Cuando llegué estaba riéndome por lo ridículo de la situación. ¿Viajes continuos?Puedo estar mucho tiempo fuera, regreso a casa y en un par de días ya está, ya he descansado. Siempre hay que buscar algo que te guste en un viaje. Quizá un restaurante al que entras sin tener la menor idea de lo que pone la carta porque está en un idioma del que no conoces nada.

– En esos viajes, ¿con qué disfruta más: una buena cena tras el concierto, ver a los viejos amigos, un paseo por una hermosa ciudad?

– Son alegrías de distinto tipo. Lo de los paseos no crea que es tan normal. Muchas veces das un concierto y tienes que ir pronto a la cama porque al día siguiente coges un avión a las ocho de la mañana. Encontrarme con la gente que quiero... eso sí es importante. Cuando voy a Nueva York, por ejemplo, siempre veo a Gary Graffman, a quien conocí en Siena. Yo tenía 18 años, y él, 21. Ha sido el profesor de Lang Lang y Yuja Wang. Es un gran gastrónomo y siempre vamos a cenar.

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– ¿Y la salida a escena?¿La veteranía hace que desaparezcan los nervios?

– Es cada vez peor. Sabes que vas a tener algún momento de pánico. Lo controlas o lo aceptas.

– Un personaje de Jean Echenoz, pianista, dice que como es seguro que va a fallar una nota lo mejor es que suceda cuanto antes. ¿Lo piensa también así?

– ¿Fallar solo una nota? Si solo fuera una... Es cierto que ahora se ha llegado a unos estándares de perfección que antes ni se podían imaginar. En un concierto hay muchos tipos de accidentes que pueden ocurrir.

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– Así que el miedo escénico existe.

– Claro, como en otras actividades. Piense en ese saltador de longitud que entrena muchas horas cada día y cuando llega a la competición hace tres nulos seguidos. Mi abuelo contaba que un día fue a saludar a Sarasate al camerino antes de un concierto y lo encontró nervioso. '¿Teme no tocar bien?', le preguntó. Y el violinista le dijo:'Sé que voy a tocar muy bien, pero no sé si como Sarasate'. Tampoco andaba mal de ego... La incertidumbre de tener que salir al escenario a una hora fija, te sientas mejor o peor, es lo que produce ese miedo escénico.

– ¿El miedo es mayor cuando sale a dar un recital y estará solo en el escenario o cuando hay una orquesta que puede ayudar en caso de problemas o crear ella misma esos problemas?

– Todo es imprevisible. Le diría que según con qué orquesta y qué director. Recuerdo una vez hace muchos años. Iba a tocar en Nueva York el Concierto Nº 4 de Rachmaninov con Zubin Mehta como director. Estábamos en el Carnegie Hall y al salir del camerino hacia el escenario iba realmente asustado. Entonces me vi en un espejo y sentí que la persona allí reflejada me decía:'¿No era esto con lo que habías soñado? Pues sal y toca'.

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Miedo escénico

«Es cada vez peor. Sabes que vas a tener algún momento de pánico. Lo controlas o lo aceptas»

– En todos estos años tendrá miles de anécdotas con colegas.

– Le contaré dos. Iba a tocar un concierto de Chopin en Bucarest y coincidí allí con el violinista Henryk Szeryng, que me dijo que iba a verme. En el último momento, cambiaron el orden del programa y la pieza de Chopin pasó de la primera a la segunda parte. Al llegar al descanso, cuando yo aún no había tocado nada, me llamó Szeryng para felicitarme por lo bien que había estado.

– Eso se llama confianza plena. ¿Y la segunda anécdota?

– Iba a tocar el Concierto para piano Nº 22 de Mozart con Menuhin como director. Yo he escrito una cadencia para ese concierto y como íbamos mal de tiempo en los ensayos Menuhin me preguntó cómo terminaba la cadencia pero no la escuchó. Cuando llegó el concierto, bajó del podio, se acercó a mí mientras yo tocaba y me dijo en voz muy baja: 'Qué bonita es la cadencia'.

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Tratar de comprender

– ¿No lo ensayaron? ¿Es normal eso?

– He trabajado con más de 400 directores y los he conocido de todos los tipos. Desde el que te dice:'Usted ha tocado esta obra muchas veces y yo también, así que terminemos el ensayo cuanto antes', al caso contrario:cuando toqué las 'Noches en los jardines de España' con Rattle en Berlín estuvimos hablando más de tres horas antes del ensayo porque él quería saber cómo veía yo algunas cosas de la partitura.

– ¿Ha dejado de tocar algunas obras porque no le compensa el desgaste físico que suponen?

– Parte de mi trabajo es conseguir con el menor gasto físico el mismo resultado sonoro.

– Y un aspecto muy relevante: su esposa, Emma (también pianista), viaja siempre con usted. ¿Habría alcanzado la misma longevidad artística sin esa compañía?

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– No (tajante). Muchos imponderables no habría sabido cómo resolverlos.

– ¿Alguna vez, al acabar algún concierto, ella le ha dicho 'hoy no has tocado tan bien'?

– Me ha dicho que lo he hecho muy bien unas cuantas veces que yo no había quedado satisfecho, y alguna que a mí me había parecido bien ella dijo 'Mmmm'...

– Un año normal, ¿cuántos de los 365 días no toca el piano?

– Hubo unos años que reservábamos quince días libres y en ese tiempo no lo tocaba. Pero hace tiempo que estrictamente no cojo vacaciones. Este último año, al volver de Dallas, decidimos pasar cuatro días en Cancún. En ese tiempo no pude tocar, y le reconozco que no me gustó.

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– Maria Joao Pires me comentó en una entrevista que no fue capaz de identificar una grabación en la que ella misma tocaba el piano. ¿Le pasa a usted?

– Me ha pasado mucho. Una vez, yendo en coche, oí en la radio un concierto y me gustó. Tanto que pensé que tenía que prepararlo. Luego me enteré de que la grabación era mía.

– ¿Cuánto hace que no aprende una obra nueva?

– No demasiado, aunque le reconozco que a mi edad, e incluso con bastantes años menos, no se suelen aprender cosas nuevas.

– ¿Hasta cuándo tiene firmados contratos?

– Hasta finales de 2023.

– Menahem Pressler siguió tocando hasta los 94 y Mieczyslaw Horszowski hasta unas semanas antes de cumplir los 100. ¿Piensa en ellos?

– Todo el tiempo pienso en grandes pianistas. Hay mucho que admirar en ellos, aunque no estés de acuerdo con sus versiones. Lo que no acepto es retorcer la música, pero salvo eso... Ahora bien, si se refiere a su longevidad, no creo que el récord de Horszowski lo vaya a superar nadie. Ycon Pressler hablo con una cierta frecuencia.

– ¿Alguna vez ha pensado que una obra parece haber sido escrita pensando en usted?

– Nunca. Otra cosa es que intente comprender por qué lo hizo su autor, por qué escribió eso y no otra cosa. En realidad, la pregunta es:¿para qué se hace el arte? Yla respuesta es:para vivir. Aunque quien lo hace en realidad podría haber vivido haciendo algo diferente.

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