Pedro Baños: «Hemos sido convertidos en yonkis digitales por la hiperconectividad»
Experto en geoestrategia ·
Acaba de publicar El dominio mental, donde analiza los riesgos de la hiperconectividad, las redes sociales y los avances neurológicosExperto en geoestrategia ·
Acaba de publicar El dominio mental, donde analiza los riesgos de la hiperconectividad, las redes sociales y los avances neurológicosLeonés de nacimiento y ejercicio -pasó todo el confinamiento en su ciudad natal con su madre- Pedro Baños lo es también por convicción, como demostró su activa participación en la fallida campaña para instalar allí el Centro Europeo de Ciberseguridad. Coronel del Ejército de ... Tierra actualmente en reserva, Baños también mantiene lazos con Valladolid. «Allí pasé muchos veranos porque tenía familia en la Plaza Martí y Monsó; aún conservo un primo, así que tengo buena relación con la ciudad».
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Pedro Baños se ha convertido en una celebridad mediática y en un escritor best seller en el campo de la geoestrategia. Su experiencia como jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo del Ejército Europeo en Estrasburgo le proporcionó en gran medida los conocimientos y la credibilidad que alimentaron sus dos primeros libros: 'Así se domina el mundo' y 'El dominio mundial'. Su última obra, 'El dominio mental', editado en Ariel como los anteriores, analiza esas otras amenazas a nuestra libertad de las que somos tan poco conscientes pese a ser tan omnipresentes en nuestras vidas: la hiperconectividad, las redes sociales, los lados sombríos de algunos avances tecnológicos como los implantes cerebrales, los Smart phones…
«Hemos sido convertidos en yonkis digitales porque es la forma de tenernos distraídos con asuntos banales», asegura. Pero lo peor es que esa adicción a los teléfonos móviles, las redes, internet, y todo lo demás es también un modo de controlarnos, vigilarnos y manipularnos. No es una tesis conspiranoica. Es la verdad del Big Data, ese enorme de poder de procesamiento de datos que ostentan las compañías tecnológicas y del que, en principio, sólo vemos su cara más inofensiva: esos anuncios que coinciden sospechosamente con nuestros intereses y deseos, como si el publicitario hubiera estado dentro de nuestro cerebro.
«Facilitamos excesiva información sobre nosotros mismos, y lo hacemos en todo momento y circunstancia», explica el coronel. «Deberíamos pensar por qué esas redes sociales están tan dispuestas a prestarnos un servicio gratis. Claramente obtienen algo a cambio». Y ese algo es la mercancía más valiosa hoy: la información. «Todo lo que hacemos en la red va dejando huellas que permiten establecer perfiles perfectamente afinados sobre nosotros». Esa información, nuestra información, junto a la de muchos otros, vale dinero y se vende con fines comerciales. Gracias a ella las empresas pueden saber que somos un cliente potencial y bombardearnos con publicidad o con emails.
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Pero esta es la parte más inofensiva del problema, pues sólo nos hace vulnerables, e influenciables, como consumidores. Pero esa misma información puede ser usada con otros fines, como la persuasión política, por ejemplo. Y eso por no hablar de otras posibles intromisiones no autorizadas. «Existen sofisticados y muy caros programas a los que les basta saber tu número de teléfono para entrar dentro de él y tomar el control de tu cámara de video o de tu micrófono», explica Pedro Baños. Programas que no sólo están en manos de las agencias de seguridad.
Tan importante es la información que facilitamos, que las redes sociales están diseñadas para generarnos adicción. «Quieren que estemos dentro de ellas el mayor tiempo posible y por eso nos suministran noticias que puedan agradarnos y que confirmen nuestros sesgos y puntos de vista, generando un efecto de 'cámara de eco', mediante el que vemos ratificada nuestra visión de la realidad, sin ningún contraste», explica el experto en Geoestrategia. En esa actividad tan cotidiana proporcionamos tres tipos de información: los datos (el interés que muestra el usuario hacia un novelista, político o actor, por ejemplo), los metadatos (la información sobre sus hábitos que puede deducirse del contexto, por ejemplo, a partir de las horas a las que se conecta, o mirando los fondos de las fotos personales que sube a la red). Y luego están los no datos, que hablan desde el silencio. Si el teléfono está apagado siempre a ciertas horas; la ausencia de comentarios sobre ciertos asuntos… todo nos delata.
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La manipulación y el mundo del engaño ocupan un lugar central en 'El dominio mental'. Por un lado, el entretenimiento -las series y las películas- son piezas claves para proyectar modelos de vida y presentarlos como la única opción legítima y como realidades a imitar. Y luego está el gran agujero sin fondo de las emociones, que Baños identifica como el gran punto vulnerable de los seres humanos. «Somos esclavos de nuestras emociones y quien sabe jugar con ellas condiciona a personas y sociedades enteras. Quien controla las emociones puede condicionar el pensamiento de las personas e influir en sus decisiones».
Otra estrategia de engaño muy extendida es el astroturfing, que permite crear, previo pago, acontecimientos falsos en el mundo real - por ejemplo, protestas o manifestaciones- con el fin de que luego puedan ser viralizados en la red, la televisión o la prensa. Pero también está el proceloso mundo de los bots, los usuarios falsos y mecanizados de las redes sociales, muy útiles para crear realidades paralelas irreales. «En el mundo virtual hay todavía más mentira que en el mundo real», afirma Baños, y recuerda los casos de suplantación de personalidad para abusar de menores o para generar situaciones que propicien la extorsión sexual. Por ello recomiendo «la máxima cautela» en la navegación virtual.
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Estos serían algunos de los problemas del presente, pero «El dominio mental' avanza los que pueden surgir en el futuro, y que son mucho más preocupantes. «Los implantes cerebrales que hoy se están usando para tratar enfermedades para mejorar la calidad de vida de personas con problemas neurológicos podrían llegar a ser utilizados en el futuro para controlar nuestra mente».
Baños sabe que esto todavía no es posible, pero la investigación sobre el cerebro está avanzando a gran velocidad «y lo que hoy se ve como inimaginable puede ser real dentro de un mes», opina. Iniciativas como el Proyecto Brain o Neuralink están explorando las posibilidades de interconexión entre los cerebros y ordenadores exteriores. En principio el objetivo es siempre positivo y defendible, ya sea el tratamiento de enfermos o el mejoramiento de las capacidades de personas sanas, pero más adelante podrían tener otros usos. «No hay que olvidar nunca que ese tipo de conexiones digitales en nuestro cerebro podrían llegar a ser hackeadas, o infiltradas», explica el coronel.
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«Algunos de los creadores de dispositivos neurológicos más avanzados, como el español Rafael Yuste, figura clave del Proyecto Brain que impulsó Obama, están trabajando en la creación de neuro derechos», reconoce Baños, que admite, sin embargo, que no es posible saber hasta dónde se llegará con esta barrera de protección ni cuanto éxito logrará alcanzar. «Veremos si los respetan los grandes estados, las grandes agencias o las grandes empresas», explica Baños, que anima a la ciudadanía a organizarse para reclamar a su dirigencia política un compromiso decidido de protección legal frente a estos riesgos.
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